VALENCIA. Cuarta del abono de Fallas. Menos de un tercio de entrada, en tarde lluviosa y fría. Novillos de El Parralejo, correcto de presentación y con casta; excelente el 5º, premiado con la vuelta al ruedo, y buenos 3º, 4º y 6º. Con cierto exceso, el mayoral dio la vuelta al ruedo a la muerte del sexto. Román (de blanco y oro), silencio tras aviso y ovación tras aviso. Francisco José Espada (de corinto y oro), silencio tras aviso y una oreja. José Garrido (de nazareno y oro), una oreja tras aviso y dos orejas.
Lo desagradable de la tarde se contagió al tendido, al que costaba un mundo que los novilleros llegaran con la fuerza necesaria. Se ve que Mediterráneo y mal tiempo no encajan. Una pena porque los ganaderos de El Parralejo trajeron para la ocasión una novillada de nota, con casta, con recorrido y varios ejemplares con nobleza y con fijeza. Muy para ser aprovechada por una terna bien dispuesta como la que hizo el paseíllo en esta tarde.
En esta su última tarde en la plaza de su tierra, no terminó de encontrarse Román con el novillo que abrió plaza, que fue el mas deslucido del conjunto. Pero el valenciano no se las entendió con él en ningún momento. Mas centrado se le vio con el buen 4º, pero toda su actuación tuvo demasiados altibajos, en el que junto a momentos más brillantes, también los hubo con desacople. Tras un feria anodina, a Román le espera ahora el compromiso de Madrid, previo a su alternativa.
Buen concepto del toreo apunta el madrileño Francisco José Espada. Está por hacer, pero conviene esperarle a que desarrolle lo que lleva dentro. En especial con el excelente 5º –con el peligro que tiene un gran novillo para un novillero nuevo– tuvo momentos muy apreciables, por el temple y la largura de muchos de sus muletazos, siempre reunidos y con la planta erguida. Con toda justeza le cortó una oreja a este novillo, al que había recibido en la puerta de toriles.
Magnífica la impresión que ha dejado José Garrido, que ha progresado notablemente con respecto a la pasada campaña. El torero extremeño maneja con mucha personalidad el capote, al que además imprime variedad. De hecho en el 4º se inventó un tercio de quites, mano a mano con Román, hasta conseguir los momentos de mayor vibración en los tendidos. No es menos cierta la bondad del novillo que después de aguantar cinco quites aún llegó embistiendo a la muleta. Pero a la par le anda con la muleta, con la que deja ver un sello con personalidad, poco frecuente entre quienes empiezan. Sus dos faenas tuvieron interés del auténtico, porque fueron trasteos macizos, siempre jugando bien la muñeca, con mucho gusto y con un concepto unitario de lo que estaba haciendo. Y en los finales supo resolver la situación cuando sus novillos empezaron a rajarse. Como repita esta tarde en San Isidro, llamará la atención. Como tarjeta de presentación, hoy se entretuvo en abrir con firmeza la Puerta Grande.
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