XXX. El Siglo XVIII, siglo de «las luces»: Por lo campos de México

por | 30 Jul 2016 | Ensayos

Rondemos por el tiempo, encaminémonos a paso acelerado por las calles saturadas de la historia y detengámonos ahora frente a una puerta la que, al abrirse, descubre a doña María Teresa Medrano quien nos entrega el siguiente soneto:

1747
En la proclamación de Fernando VI
Del caos informe el dedo soberano
a luz saca las obras en seis días;
porque sólo en un seis las mayorías
puede ostentar el resto de su mano. 

No sin oculto al parecer arcano
muestra en España iguales bizarrías,
cuando en Fernando sólo monarquías
de un senario Perfecto forma ufano. 

La Monarquía Española, al mundo entero
ya en perfección numérica compite,
pues de Fernandos es el sexto esmero: 

Y porque más su innúmero acredite,
como Dios se remite a lo primero,
a sus obras Fernando se remite.[1]

Precisamente estamos en los días en que se proclamaba al monarca español en territorio novohispano. Para tan significativo acontecimiento, el padre José Mariano de Abarca escribió una importante relación de fiestas intitulada El Sol en León….,[2] acontecimiento iniciado el martes 14 de noviembre en la plaza del Volador.

La jura de Fernando VI. No me resisto a tomar datos a cual más interesante, como los dejados para la posteridad por Artemio de Valle Arizpe que nos dan una idea más o menos precisa de la grandiosidad de fiestas y sucesos con la reseña de alardes y juegos de toros en México.

Dice don Artemio en imaginada epístola escrita por Andrés de la Brisuela y Dávalos al señor Bachiller Felipe Brisuela, escrita en México y agosto, día 15, de este año de 1748:

Allá va ello… mi prolija y difusa descripción, ayudada de un cuaderno, Sol en León, de mi confesor, el Padre don José Mariano de Abarca
Ojos faltaban a la admiración para aplaudir el bello espectáculo que ofreció a la vista, el martes 14 de noviembre del pasado año de 1747, la hidalguía de esta corte. Ese día se presentaron en la galante campaña de la plaza cuatro cuadrillas de caballeros, cada una con siete sujetos, incluyendo sus cabos o caudillos.

 

José Francisco Coello Ugalde: Relaciones taurinas en la
Nueva España, provincias y extramuros. Las más curiosas
e inéditas 1519-1835. México, Universidad Nacional Autónoma
de México, Instituto de Investigaciones Bibliográficas, 1988. 293 p. facs.
(Separata del boletín, segunda época, 2).

De las cuatro cuadrillas y, por ser tan detallado el suceso por nuestro galante cronista, escogemos la tercera para conocer su contexto.

Apenas había acabado de entrar esta segunda cuadrilla, cuando siguiendo las huellas que imprimían en la limpia arena los castizos brutos, se presentó en la plaza la tercera, gobernada por el señor don José de Vivero y Peredo, Hurtado de Mendoza, conde del Valle de Orizaba, quien, valiéndose de su ilustre título para demostración de su amor y cuerpo de su empresa, pintó en el lienzo de la adarga aquel jayán de los montes a quien sirven de corona los astros y en las llanuras de su valle, al dios Cupido que, deponiendo el arco y la aljaba, dejaba de perseguir a los hombres y a las fieras para alternar el oficio de cazador con el de hortelano, entretejiendo de todas las flores que adornaba aquella fragante esfera, un breve ramillete que con letra consagraba a su soberanía.

Luego, don Juan José Martínez de Soria presentó en la suya un sol tocando el punto vertical de la esfera desde donde divide los resplandores del día y un hermoso girasol que en su fragante copa de nácar atesoraba como propias las luces del astro. Decía la letra:

Sólo se mueve esta flor
con el planeta mayor.

Este mismo luminar estampó en la suya don Diego de Saldívar y Castilla, aunque no en la misma estación de su carrera, sino en la última, en que, encendido topacio, tramonta el carro de sus luces para proseguir en los antípodas el infatigable desvelo de su universal providencia. La letra decía:

Si este sol da vida, activo,
a dos orbes en que nace,
nunca yace, cuando yace.

Un laurel y una palma (ambos timbres del valor y crédito de los trofeos), coronados de una verde oliva, mostró el señor don Miguel de Lugo y Terreros, como anuncio dichoso, a lo que parece, de que logrará su Majestad multiplicados triunfos y coronará sus glorias con una paz dilatada. Eso parece que significaba el mote Erit altera merces (Habrá otra recompensa).

Como reina jurada de cuanta pluma puebla la vaga región del aire, dio en la suya don Juan del Valle, una águila con corona y cetro, extendidas las alas y sobre cada una de ellas un clarín, que por su boca gritaba a la América a quien, parece, representó:

Sólo puede un ave real
dar gloria y nombre inmortal

El señor don Justo Trebuesto y Dávalos, conde de Miravalle, pintó en la suya un valle matizado de diversas flores, bañadas con la luz de un hermoso sol. Su letra decía:

Si este valle está lucido,
y se mira gastar flores,
el sol le da los colores.

Terminó esta tercera cuadrilla don Antonio Javier de Arriaga y Bocanegra, quien delineó en la adarga un brazo manteniendo un cetro, sobre cuya punta estribaba una cigüeña. El mote lo pidió a la erudición romana, trasladando a honor de nuestro Monarca aquel Pietas Augusta (Piedad Imperial), que Augusto Emperador grabó en una medalla, donde mandó imprimir una cigüeña por símbolo de su piedad.

Estas fueron las lucidas empresas que dieron a la publicidad en sus adargas los caballeros, las que llevaron embarazadas todos los días que duraron sus festines, yendo también todos armados de lanzas con garboso descuido, tendidas sobre el muslo derecho y cuellos de los inquietos brutos, dejándolas luego que paseaban la plaza, para que sin su embarazo se ejecutasen las suertes prevenidas, con la destreza que se deseaba.[3]

En virtud de ser la descripción uno de esos largos discursos descriptivos de todo lo que sucedía, viene enseguida la detallada vestimenta del señor conde del Valle de Orizaba, “en el color azul de entrambos y la del señor marqués de Uluapa en el color de pusol de los mismos”. Hubo botillas guarnecidas con punta de plata y bandas cruzadas, desde el hombro derecho hasta el terciado; peluquines cortos a la romana; sombreros de tres dedos de falda con toquillas y pedrasas de ricos diamantes.

El aderezo de los caballos era diverso: la cuadrilla del señor Corregidor lo sacó de tela verde de plata, guarnecido con galones de plata de Milán; (…) Si bien todas las sillas eran iguales y cortadas al propósito, ni del todo bridas ni del todo vaqueras, con pretales guarnecidos de plata, cascabeles y florones también de plata de martillo y las mantillas o anqueras con sus higas y guarniciones de lo propio, las estriberas eran de lomo y las espuelas con rodajas grandes al uso de este reino, unas y otras plateadas a fuego, si no fueron las de los cuatro caudillos o guías, que eran de plata de martillo.

Ya en la Plaza con sus padrinos, las cuadrillas se unieron en su centro, las cuatro con las necesarias evoluciones para incorporarse y llegar de frente todas a saludar a Su Excelencia el señor Virrey. Lo cual ejecutado, se fueron con grande orden separando de dos en dos, y dando círculo y medio a la Plaza, hicieron el paseo, quedando cada cuadrilla en la puerta fronteriza de aquella por donde entró; luego con otro medio círculo ejecutado al galope, se apoderaron de las cuadrillas de sus respectivas puertas.

Desde ellas, en unos perfectos círculos, comenzaron un manejo o lucida escaramuza, en el que noblemente embargada la atención con la vista no acababa de admirar el primor y la destreza con que, mezclándose unas cuadrillas con otras, se unían en el centro de la Plaza y en sus ángulos se separaban, siempre variando de figura. Y habiendo hecho cada una de por sí, en el ángulo propio, su torno y reencuentro, lo repitieron en los tres de las demás, quedando todas en las puertas por donde hicieron la entrada.

Como el manejo ejecutado duró mucho, cedieron a la fatiga los brutos, pero no los generosos bridones, y así, para proseguir sus lucimientos, tomaron las puertas con el fin de remudar los caballos. Y para que el alboroto no se interrumpiese, se promediaron los juegos con dos toros que se lidiaron, entrando a la parte de los regocijos no menos la razón, ajustando a su armonioso compás el métrico tropel de los caballos, que la brutalidad de las fieras, animando en cada amago de su coraje un peligro, y en cada bramido una muerte.

Esto mismo se ejecutó los otros tres días de las carreras, y en el presente apenas había medido con su cuerpo el segundo toro la arena, forzado del violento impulso del rejón a exhalar por la boca de la herida, envuelto en humo y cólera, su bruto espíritu, cuando, despejada la Plaza y ardiendo la plata en los clarines, se hizo segunda llamada; y siguiendo el norte de sus acentos, las cuadrillas repitieron el circo, entrando cada cual por su respectiva puerta, y comenzando otro manejo, fueron con grande primor formando unos lazos. Cada cuadrilla los empezaba sobre su derecha, y torneando sobre su izquierda en el centro de la Plaza, iba a ocupar la esquina que dejaba libre la cuadrilla de mano derecha. Por eso, siendo cuatro las cuadrillas y otros tantos los lazos y tornos, vino a quedar en el último cada cuadrilla en el mismo puesto de donde había salido. Luego con gloriosa emulación de la coronada Villa de Madrid y de otras ciudades de Europa, se corrieron, como en sus plazas, alcancías, de dos en dos, expirando a la luz del primero día entre tantos brillos de nobleza y tantos resplandores de lealtad.

Disputándole los lucimientos, amaneció el segundo. Cuando el sol con su decadencia da principio a la estación de la tarde, hecha al son de los clarines la llamada y concluido el paseo de los padrinos entraron por sus puertas las cuadrillas con otra distinta figura, e incorporándose con los padrinos en el centro de la plaza, la pasearon toda con mucho garbo y majestad, no siendo cosa inferior el denuedo y cortesanía con que saludaron a Su Excelencia y le pidieron facultad de proseguir estos festejos. Obtenida sin dificultad la licencia, se empezó un manejo que fue hacer cada cuadrilla un círculo en su esquina hasta los medios de sus ángulos. Sobre éste se formó otro de todas cuatro, que ocupaba toda la circunferencia de la plaza, siendo lucida corona de su recinto. Con esta figura dieron dos tornos al teatro; después se separaron, quedando puestas en dos alas y en esta forma hicieron una escaramuza de la una esquina a la otra contradictoria; de manera que, encontrándose en el centro de la plaza, se separaban para sobre el otro torno volverse a encontrar, y poderse atacar de frente sobre una y otra línea.

Hechas cuatro escaramuzas en esta conformidad, volviendo a formar todas cuatro sobre un torno un círculo de todas, y separándose igualmente, quedó cada cual en su puerta. Después salieron a remudar los caballos, corriéndose en el entretanto dos toros. Poco tiempo duró esta diversión, porque, paladeados todos del primor y destreza de los caballeros, libraron en los toreadores el que se disminuyesen los plazos, cortando en breve con las vidas de los toros las demoras de los regocijos.

Y así, apenas tomado las puertas cuando volvieron a entrar, haciendo inmediatamente otro manejo de tornos y parejas encontradas, de una a otra esquina. Luego se corrieron cañas y alcancías, y aunque tan generosos pechos, jamás fatigados en el servicio de su Monarca hubieran querido detenerse más en los obsequios de su nuevo Príncipe, se los estorbó la noche, que ya de pardas sombras iba a gran prisa cubriendo el horizonte, y así se retiraron, aliviando al dolor de fin de este día con la esperanza de la continuación del tercero.

Este fue el martes veinte y uno del mismo mes… Se escucha la llamada de los clarineros, paseo de la plaza de los padrinos, y el pedimento de la venia al señor Virrey, las cuadrillas, desde el cuadro que correspondía a cada una formaron un airoso círculo acompañadas de los padrinos, que muraba todo el espacio de aquella galante campaña. Luego, separándose de ellos, todas en sus esquinas empezaron un lucido y vistoso torno mezclándose cada cuadrilla con su contraria y revolviéndose en los ángulos de la plaza y medios de los cuadros, entraban y salían unas con otras, bosquejando una pulida labor o rosa de ocho hojas, la cual perfecta, y todas las cuadrillas en su lugar correspondiente, repitieron desde él distintas escaramuzas de grande arte y lucimiento. Entretanto que después remudaban los caballos, hicieron paréntesis dos toros, el que brevemente cerró la segunda entrada de los caballeros quienes, para coronar su destreza, concluyeron la tarde corriendo sortijas en carrillos con listones.

Las sortijas que se pusieron en dicho arco, fueron treinta y constaban de tres tiempos: el primero, la expresada sortija; el segundo, el ruido del carrillo; el tercero, tres varas de listón de varios colores que llevaban consigo las sortijas (…) Con esta diversión se dio fin a la tarde, quedando cada individuo de los que corrieron llenos de vítores y laureles, aunque con noble codicia de aumentar más coronas a sus sienes en el último día.

Mucha había sido la gente que había concurrido a ver y admirar, en los precedentes días, tan bellos espectáculos, pero el día de hoy fue tan excesivo su número que se temió prudentemente quedase aquella ciudadela de troncos sepultada en sus mismas ruinas. Y no quedó fallida la esperanza que todos traían de que este día echarían el resto a los demás, pues, tocando todos los caballeros aquella línea del garbo y de la destreza, de donde ya no es posible que imprima adelante sus huellas humana planta, pusieron clave al primor y quedaron graduados de sin segundos en la bizarría.

Las cuadrillas dieron a continuación sus escaramuzas y evoluciones que fueron cosa muy de ver “esta batalla, tanto más hermosa y divertida cuanto menos le concedía de horror y realidad la imitación…”

Pues no quedando alguno, por inferior, vencido de los demás, salieron todos triunfantes y cada uno coronado de gloria como el mayor.[4]

Aquí concluye la relación de tan curiosa fiesta dada a la letra por José Mariano de Abarca y trasladada a nuestra época por el ingenio de don Artemio de Valle Arizpe, no así de un dato más, el de un soneto escrito por el Sr. Comisario D. Joseph Francisco de Cuevas, Aguirre y Espinosa.

1747
A LOS CABALLEROS MEXICANOS EN SU FUNCIÓN DE CARRERAS

Coger a Phebo brillos y luceros
no temen para Adornos, y vestidos,
por superior planeta defendidos
de su enojo bizarros caballeros.
A Phaetonte no dudan lisonjeros
enmendar los errores advertidos;
y de Apolo Caballos bien regidos
manejar sin peligro más ligeros.

Ascender a la Esfera Soberana
de el Hesperio FERNANDO, Sol que anhelan,
con atención no excusan cortesana.
Y registrar sus rayos no recelan,
que de el águila Regia Mexicana
son Hijos, y no corren sino vuelan.[5]

Para 1749, las fiestas de la proclamación de Fernando VI no se consumieron sino que, por el contrario, su efervescencia continuaba activa. Fue así como la Nueva Vizcaya se suma con una relación más: Hércules Coronado…,[6] conteniendo a su vez descripciones taurinas y una pequeña muestra poética.

Anota José Cosío: Si preguntamos a los astrónomos, y mitologios, cuál fue la causa de poner el signo de Tauro allá en el cielo, cual la razón de colocarse este bruto feroz entre los Astros, nos responderán desde luego con Higinio, que por haber conducido a las espaldas hasta la sila de Creta sin lesión a Europa (…) Pues si es tal la belleza, y felicidad de Europa, que la venera un animal tan fiero, que un bruto tan horrible como un Toro sabe hacerle espaldas; que mayor obsequio pues de consagrársele en los triunfos invictos de Alcides, que el sacrificio de los Toros en sus aclamaciones, y en sus fiestas. Y ahí puede grabársele esta letra, que como escrita en Salamanca toca, y le viene bien a Europa, sin otra mudanza, que una sola línea (…)

Con respecto al quehacer de Rafael Landívar, S.J., comparto estos apuntes.

 

Carátula de la edición de Bolonia publicada en 1782, así como la que
editó la U.N.A.M. en 1973.[7]

La asunción del criollo a escena en la vida novohispana es de suyo interesante. Quizás confundido al principio quiere dar rienda suelta a su ser reprimido, con el que se siente afín en las cosas que piensa. Y actúa en libertad, dejándose retratar por plumas como sor Juana o Sigüenza y Góngora, por ejemplo. No faltó ojo crítico a la cuestión y es así como Hipólito Villarroel en sus “Enfermedades que padece la Nueva España…” nos acerca a la realidad de una sociedad novohispana en franca descomposición a fines del siglo XVIII y cerca de la emancipación. Pero es con Rafael Landívar S.J. y su Rusticatio Mexicana donde mejor queda retratada esa forma de ser y de vivir del mexicano, del criollo que ya se identifica plenamente en el teatro de la vida cotidiana del siglo de las luces.

Precisamente en su libro XV Los Juegos aparece una amplia descripción de fiestas taurinas. La obra fue escrita en bellos hexámetros, es decir: verso de la métrica clásica de seis pies, los cuatro primeros espondeo o dáctilo, el quinto dáctilo y el sexto espondeo. Es el verso épico por excelencia.

El poema nace en un clima espontáneo que armoniza los divergentes elementos de tres mundos: el latino, el español y el americano, amalgamados en la psicología del poeta bajo los fuegos vehementes del trópico guatemalteco, su cuna, y transidos por el espíritu de la altiplanicie mexicana, en la cual se desarrolló al arte y a la sabiduría.

En el libro X: “Los ganados mayores” se apunta la vida del toro bravo en el campo. Pero, desde luego es el libro XV en el que se incluyen las peleas de gallos, las corridas de toros campiranas y las carreras de caballos.

Nada, sin embargo, más ardientemente ama la juventud de las tierras occidentales como la lidia de toros feroces en el circo. Se extiende una plaza espaciosa rodeada de sólida valla, la cual ofrece numerosos asientos a la copiosa multitud, guarnecidos de vivos tapices multicolores. Sale al redondel solamente el adiestrado a esta diversión, ya sea que sepa burlar al toro saltando, o sea que sepa gobernar el hocico del fogoso caballo con el duro cabestro.

Preparadas las cosas conforme a la vieja costumbre nacional, sale bruscamente un novillo indómito, corpulento, erguida y amenazadora la cabeza; con el furor en los ojos inflamados, y un torbellino de ira salvaje en el corazón, hace temblar los asientos corriendo feroz por todo el redondel, hasta que el lidiador le pone delante un blanco lienzo y cuerpo a cuerpo exaspera largamente su ira acumulada.

El toro, como flecha disparada por el arco tenso, se lanza contra el enemigo seguro de atravesarlo con el cuerno y aventarlo por el aire. El lidiador, entonces, presenta la capa repetidas veces a las persistentes arremetidas hurta el cuerpo, desviándose prontamente, con rápido brinco esquiva las cornadas mortales. Otra vez el toro, más enardecido de envenenado coraje, apoyándose con todo el cuerpo acomete al lidiador, espumajea de rabia, y amenaza de muerte. Mas aquél provisto de una banderilla, mientras el torete con la cabeza revuelve el lienzo, rápido le clava en el morrillo el penetrante hierro. Herido éste con el agudo dardo, repara y llena toda la plaza de mugidos.

Mas cuando intenta arrancarse las banderillas del morrillo y calmar corriendo el dolor rabioso, el lidiador, enristrando una corta lanza con los robustos brazos, le pone delante el caballo que echa fuego por todos sus poros, y con sus ímpetus para la lucha. El astado, habiendo, mientras, sufrido la férrea pica, avieso acosa por largo rato al cuadrúpedo, esparce la arena rascándola con la pezuña tanteando las posibles maneras de embestir. Está el brioso Etón, tendidas las orejas, preparado a burlar el golpe en tanto que el lidiador calcula las malignas astucias del enemigo. La fiera, entonces, más veloz que una ráfaga mueve las patas, acomete al caballo, a la pica y al jinete. Pero éste, desviando la rienda urge con los talones los anchos ijares de su cabalgadura, y parando con la punta metálica el morrillo de la fiera, se sustrae mientras cuidadosamente a la feroz embestida.

El padre Rafael Landívar nació en la ciudad de Guatemala el 27 de octubre de 1731. En el curso de 1759 a 1960 Landívar pudo haber enseñado retórica en México, pero sus biógrafos se inclinan a que lo hizo en Puebla y en 1755 en México. El autor habla de su obra:

Intitulé este poema Rusticatio mexicana (Por los campos de México), tanto porque casi todo lo que contiene atañe a los campos mexicanos, como también porque oigo que en Europa se conoce vulgarmente toda la Nueva España con el nombre de México, sin tomar en cuenta la diversidad de territorios.

Viene ahora la continuación al libro XV:

Pero si la autoridad ordena que el toro ya quebrantado por las varias heridas, sea muerto en la última suerte, el vigoroso lidiador armado de una espada fulminante, o lo mismo el jinete con su aguda lanza, desafían intrépidos el peligro, provocando a gritos al astado amenazador y encaminándose a él con el hierro. El toro, súbitamente exasperado su ira por los gritos, arremete contra el lidiador que incita con las armas y la voz. Este, entonces, le hunde la espada hasta la empuñadura, o el jinete lo hiere con el rejón de acero al acometer, dándole el golpe entre los cuernos, a medio testuz, y el toro temblándole las patas, rueda al suelo. Siguen los aplausos de la gente y el clamor del triunfo y todos se esfuerzan por celebrar la victoria del matador.

Algunas veces el temerario lidiador, fiándose demasiado de su penetrante estoque, es levantado por los aires y, traspasadas sus entrañas por los cuernos, acaba víctima de suerte desgraciada. El toro revuelca en la arena el cuerpo ensangrentado; se atemoriza el público ante el espectáculo y los otros lidiadores por el peligro. Sucédense luego nuevas luchas, por orden, cuando se desea alternarlas con el fin de variar.

Los mozos, en efecto, suelen aprestar para montarlo, un toro sacado de la ganadería, muy vigoroso, corpulento y encendido en amenazas de muerte. Uno de aquellos le sujeta en el lomo peludo los avíos, como si fuera caballo, y le echa al pescuezo un lazo; sirviéndose luego de él, impávido, a manera de larga brida, sube a los broncos lomos del rebelde novillo, armado de ríspidas espuelas y confiando en su fuerza. El animal, temblando de coraje, se avienta en todos sentidos, luchando violentamente por lanzar al jinete de su lomo. Ya enderezándose rasga el aire con los corvos cuernos, ya dando coces en el vacío arremete furibundo a todo correr, contra los que se le atraviesan; y cuando intenta saltar el redondel, alborota las graderías de los espectadores espantados.

Como el líbico león herido por penetrante proyectil, amenaza con los colmillos, los ojos feroces y las mandíbulas sanguinarias, tiembla, se mueve contra sus astutos adversarios mostrando las garras, y ya se lanza por el aire con salto fulmíneo, ya corriendo velozmente fatiga a los cazadores; lo mismo el toro, encolerizado por el extraño peso, trastornando la plaza embiste ora a unos, ora a otros. Pero el muchacho sin cejar se mantiene inconmovible sobre el lomo, espoleándolo constantemente.

Y aun también, el muchacho jinete blandiendo larga pica desde el lomo del cornúpeta, manda a los de a pie sacar otro astado de los corrales y a puyazos lo empuja gozoso por todo el llano. Atolondrado al principio por la novedad, huye precipitadamente de su compañero enjaezado vistosamente.

Pero aguijoneando su dorso por la punzante pica, se enfurece encendido de cólera, embiste a su perseguidor, y ambos se trenzan de los cuernos en bárbara lucha. Mas el robusto jinete dirime la contienda con la pica, y continúa persiguiendo a los toros por la llanura, hasta que con la fatiga dejen de amenazar y doblegados se apacigüen.

Toda ella es una hermosa, soberbia y fascinante descripción de la fiesta torera mexicana, con un típico y profundo sabor que, desde entonces comienza a imprimirle el criollo, deseoso por plasmar géneros distintos al tipo de fiesta que por entonces domina el panorama. Ese aspecto se determinaba desde luego por lazos de fuerte influencia española que aún se agita en la Nueva España en vías de extinción.

A la pregunta de qué, o cómo es el criollo, se agrega otra: ¿quién permite el surgimiento de un ente nuevo en paisaje poco propicio a sus ideales? Una respuesta la encontramos en el recorrido que pretendo, desde la Contrarreforma hasta el siglo XVII en España concretamente.

Este movimiento católico de reacción contra la Reforma protestante en el siglo XVI tiene como objeto un reforzamiento espiritual del papado y de la Iglesia de Roma, así como la reconquista de países centroeuropeos como Alemania, Países Bajos, Dinamarca, Suecia, Inglaterra instalados en la iglesia reformada. Pero la Contrarreforma fue a alterar órdenes establecidos. Italia fue afectada en lo poco que le quedaba de energía creadora en la ciencia y la técnica.

José Ortega y Gasset escribió en la Idea del principio en Leibniz su visión sobre los efectos de aquel movimiento. Dice: Donde sí causó daño definitivo la Contrarreforma fue precisamente en el pueblo que la emprendió y dirigió, es decir, en España.

Pero en el fondo la Contrarreforma al aplicar una rigurosa regimentación de las mentes que no era más que la disciplina al extremo logró que el Concilio de Trento celebrado en Italia de 1545 a 1563 restableciera -entre otras cosas- el Tribunal de la Inquisición. Por coincidencia España sufría una extraña enfermedad.

Esta enfermedad -dice Ortega- fue la hermetización de nuestro pueblo hacia y frente al resto del mundo, fenómeno que no se refiere especialmente a la religión ni a la teología ni a las ideas, sino a la totalidad de la vida, que tiene, por lo mismo, un origen ajeno por completo a las cuestiones eclesiásticas y que fue la verdadera causa de que perdiésemos nuestro imperio. Yo le llamo “tibetanización” de España. El proceso agudo de esta acontece entre 1600 y 1650. El efecto fue desastroso, fatal. España era el único país que no solo necesitaba Contrarreforma, sino que ésta le sobraba. En España no había habido de verdad Renacimiento ni por tanto, subversión. Renacimiento no consiste en imitar a Petrarca, a Ariosto o a Tasso, sino más bien, en serlos.

El fenómeno es fatal pues mientras las naciones europeas se desarrollan normalmente, la formación de España sufre una crisis temporal. Por tanto esto retardó un poco su etapa adulta, concentrándose hacia adentro en sus progresos y avances. En España lo que va a pasar entonces es una hermetización bastante radical hacia lo exterior, inclusive -y aquí nos fijamos con mayor atención- hacia la periferia de la misma España, es decir, sus colonias y su imperio.

Coincide la tibetanización española -en la primera mitad del siglo XVII- con el movimiento criollista que comienza a forjarse en Nueva España.

¿Serán estas dos tremendas coincidencias: criollismo y tibetanización, puntos que favorezcan el desarrollo de una fiesta caballeresca primero; torera o pedestre después con singulares características de definición que marcan una separación, mas no el abandono, de la influencia que ejerce el toreo venido de España? Además si a todo esto sumamos el fenómeno que Pedro Romero de Solís se encargó de llamar como el “retorno del tumulto” justo al percibirse los síntomas de cambio generados por la llegada de la casa de Borbón al reinado español desde 1700, pues ello hizo más propicias las condiciones para mostrar rebeldía primero del plebeyo contra el noble y luego de lo que este, desde el caballo ya no podía seguir siendo ante la hazaña de los de a pie, toreando, esquivando a buen saber y entender, hasta depositar el cúmulo de experiencias en la primera tauromaquia de orden mayor: la de José Delgado “Pepe-hillo”.

Si el criollo encontraba favorecido el terreno en el momento en que los borbones -tras la guerra de sucesión- asumen el trono español, su espíritu se verá constantemente alimentado de cambios que atestiguará entre sorprendido y emocionado. Dos casos: la expulsión de los jesuitas en 1767, compañía que la Contrarreforma estimuló y en la Nueva España se extendió por todos los rincones y provincias. La ilustración, fenómeno que, bloqueado por las autoridades novohispanas y reprobado ferozmente por el santo Oficio sirvió como pauta esencial de formación en el ideal concreto de la emancipación cuyo logro al fin es la independencia, despierta desde 1808.

Todo esto, probablemente sea parte de los giros con que la tauromaquia en México haya comenzado a dar frutos distintos frente a la española, más propensa a fomentar el tecnicismo, ruta de la que nuestro país no fue ajeno, aunque salpicada -esta- de “invenciones”, expresión riquísima que dominó más de cincuenta años el ambiente festivo nacional durante el siglo antepasado.

Con Manuel Quiroz y Campo Sagrado autor de los Pasajes de la Diversión de la Corrida de toros por menor dedicada al Exmo. Sr. Dn. Bernardo de Gálvez… 1786, y gracias al trabajo de Salvador García Bolio[8] es posible conocer en detalle los hechos de noviembre y diciembre de 1785, donde actuaron en 22, 23 y 24 de noviembre dos, cuatro y seis mujeres toreras respectivamente.

 

Salvador García Bolio y Julio Téllez García:
Pasajes de la Diversión de la Corrida de toros
por menor dedicada al Exmo. Sr. Dn. Bernardo
de Gálvez, Virrey de toda la Nueva España,
Capitán General. 1786. Por: Manuel Quiros
y Campo Sagrado. México, s.p.i., 1988.  50 h.
Edición facsimilar.

1786
Pasajes de la Diversión de la Corrida de toros por menor dedicada al Exmo. Sr. Dn. Bernardo de Gálvez, Virrey de toda la Nueva España, Capitán General. 1786. Por: Manuel Quiros y Campo Sagrado.

El veinte y dos siguieron las corridas
de Toros dando al Publico contento
se vieron dos Mujeres aplaudidas
al mirarlas torear con tanto aliento
pues fuertes Amazonas[9]
les entregaban al toro sus Personas.

De esta obra, se escogen ahora los versos relacionados con tema taurino.

13
Mostrose Augusto rubio y amoroso
y de Virgo miraba el rostro ameno
gozando sus placeres deleitosa
entre las Glorias de su Indiano ceno
y entonces las Florestas
a su Vi-rey disponen unas fiestas.

14
A Tauro por los suelos quieren veer
demellándole la hasta venenosa
haziendo de sus ruinas el placer
en la del Bolador Plazuela ermosa
y sin ser nada escasa
en ella miden y reparten Plaza.

15
A fabricar comienzan su grandeza
los Artífices diestros con esmero¡
formándola en tal arte y gentileza
que excedieron al Arte y el Madero
pues como cantería
esta dórica Plaza persuadía.

16
En el recinto ponen vellas gradas
guarnecidas de Bayas primorosas
las que estaban al ayre resguardadas
de todas intemperies rigurosas
pues ni tauro ni fevo
dañar pudieron a ningún Mancebo.

17
Siguieron las Lumbreras guarnecidas
de preciosos matizes explayadas
donde muchas Personas distinguidas
procuraron tenerlas adornadas
dando envidia el primor de sus colores
al más vello Jardín de ermosas Flores.

18
Elevaron a lo alto sus tendidos
con grande simetría agigantados
de uniformes columnas sostenidos
y de rectas cornizas adornados
formando sus Balaustres sin dar quexas
de verdes esmeraldas muchas Rexas.

19
Adornados de Alfombras y Tapizes
se vieron sus alturas mui cavales
siendo una Primavera sus Matizes
para ocupar los regios Tribunales
los que bien distribuidos
aqual mas se obstentan de lucidos.

20
En las sombras el Arte con primor
puntualm.se te vido exejutado
que opacándole a Febo su rigor
dejaron el lugar acomodado
donde muy librem.te
sin incomodidad vido la jente.

21
Quatro Puertas se vieron en la Plaza
formando los ochavos excelentes
estas con sus columnas y su vaza
con proporciones amplias y eminentes
quedando desahogadas
para entrar y salir por sus fachadas.

22
Una columna con estraña idea[10]
pusieron de figuras adornada
la q.e de noche convertida en tea
dejó toda la Plaza iluminada
formando el artificio con esmeros
en su iluminación diestros coheteros.

23
En esta se vio Flora de presente
sosteniendo los cables mui galante
a Vulcano[11] también que fuertem.te
sus Brazos declaraban lo pujante
carg.do el luminar
sin que nadie le viera descanzar.

24
Apolo y Marte puestos en palestra
a Neptuno y a Júpiter miraron
que opuestos p.r querer todos la diestra
a competensia un sirculo formaron
asiendo en sus ibleos
al publico presentes sus trofeos.

25

Unas tarjas de octavas Peregrinas
sirvieron a estos Dioses p.a Penas
cuyos metros en letras cristalinas
viva Gálvez dijeron mui ufanas
cubriendo sus lugares
de emblemas de las mas particulares.

26
Desde el Palacio R.l hasta el tablado
se vido un pasadiso distinguido
por ambos lados de tablas aforrado
y de fuertes umbrales sostenido
para que su Exa.
a la Plaza pasase con su Audiencia.

27
Comenzó el tribun.l del Virreynato
con Majestuosas sillas de Brocados
las que formaron rejio el aparato
dejando dos lugares separados
que a las Personas Reales
les formaron Fellizes y citiales.

28
Siguió el de la ciudad al otro lado
de ricas colgaduras guarnecido
de bien bestidas Bancas adornado
que formaron un teatro mui lucido
con vista tan galana
que sus Armas mostró la Corte Indiana.

29
La Minería con su fachada ermosa
formó su Tribunal q.e fue el tercero
haziendola a la vista deleitosa
la variedad de adornos de su esmero
que con ainco insaciable
un Alcázar formaba respetable.

30
Siguió el del Consulado mui galante
en el quarto lugar tan reluciente
en Nacares tapizes rozagante
que imbidia dio a Letona lo decente
y el Dios Momo corrido
quedó sin duda al verlo tan lucido.

31
El Cavildo Eclesiástico dio prueba
de su quinto lugar p.r su grandeza
esto con sus adornos lo subleva
para enseñar al público una pieza
tan regia y respectuosa
que se miró entre seria Sor ermosa.

 32
La Yttre.l Colegiata acompetensia
preparó su cavildo en sexto grado
francam.te explayando la decencia
para no ser en nada señalado
pues con roja prevista
al comun todo deleitó su vista.

33
El Claustro Doctoral aq.n le toca
el séptimo lugar con gentileza
su estancia la compuso apide voca
tendiendo colgadura con franqueza
donde galan se vido
de Capelos y Borlas asistido.

 34
El Protom.to generoso
al Público mostró sus Maravillas
cuio octavo lugar se vio lustroso
guarnecido de sedas amarillas
que con lucido teatro
al Público le dieron anfiteatro.

35
Dos lumbreras con Berdes Celosías
formaron Tribun.l al S.to Oficio
que destellando graves alegrías
de suma autoridad dieron indicio
que en el estar cerradas
dieron muestras de ser las señaladas.

36
En este dieron fin los Tribun.s
que ilustraron la Plaza y sus recintos
declarando los gozos mui marciales
encadenando vellos laberintos
pues todas las Lumbreras
festivas alegraron las Esferas.

37
Construida enteram.te en sus adornos
fue la Plaza modelo de alegrías
y entapizados todos sus contornos
dieron ala tristeza bateria
pues hizo p.r que save
hazer caver amas de lo q.e cave.

38
En catorce los Toros comenzaron
de Nov.e del año ochenta y cinco
en este día los gozos se explayaron
y todos pretendieron con grande ainco
el dar aproporcion
con sus avilidades diversión.

39
En este mismo día en la Mañana
en un Virloche con presteza suma
se vido la Persona mui Galana
del Conde Gálvez q.e como una pluma
volava de la Plaza el pavimento
como las Aves cruzan p.r el viento.

40
Dos lijeros Bucéfalos tiraban
la Maquina eminente rodadora
en la que dos Personas se miraban
que formando venían nueva Aurora
porq.e sus exellensias
quisieron dilatar sus preeminencias.

41
Qual Rayo desatado de la esfera
cruzó Nuestro Virrey gallardam.te
dando ala Pleve gozo su Carrera
como así mismo al pobre y al decente
que al veerlo tan humano
consuelo fue feliz del País Indiano.

42
El Mormollon de gentes ocupaba
la estancia de la Plaza en espesura
ni un pequeño resquicio se encontraba
para poder salir de su apretura
y en tanto lavirinto
se extraviaba la mente y el distinto.

43
Entró la Tropa con medidos pasos
dando a los parches vozes retumbantes
y al punto despojó los embarazos
por presentarse solo los Infantes
los que mui arreglados
en el partir mostraron ser Soldados.

44
Quedó por fin la plaza despejada
o por otro bulgar quedó partida
y estado el bullicio sosegada
sus embarazos se miró expedida
y con pasos violentos
fueron tomando todos sus asientos.

45
Entregada la llave y echa señal
salió una fiera con horrible saña
q.e siega por la ravia se despeña
y entre las corbas puntas se enmaraña
queriendo su desvelo
hazer profundos hoyos en el suelo.

46
Era de faz sañuda y enojada
etiope por color ancho el pescuezo
en la frente la crin mui enroscada
fornida la anca en serviguillo grueso
con dos puntas triunfantes
que a su testa sirvieron por Turbantes.

47
Salió del Cozo sentellando fuego
arrebatando del suelo las Arenas
no vio la gente p.r q.e salió ciego
y rompiendo de babas las cadenas
corrió con valor pleno
que pareció de Júpiter y el Trueno.

48
Tocó al Arma este Bruto vengativo
en medio de la Plaza con fiereza
con ímpetu tan fuerte y tan altivo
q.e asombro dio de veer su fortaleza
dejando obscurecidos
los vientos al bapor de sus bufidos.

49
Salieron al instante valerosos
unos Mancebos bien aderezados
pretendiendo el herirlo tan ansiosos
que de si mismos quedaron olvidados
pegando Banderillas
por entremedio de sus dos cuchillas.

50
Reboleando las Capas lo torean
y con agudas Baras se defienden
con diligentes bueltas lo mofean
y con silvos y vozes mas lo encienden
el que qual Can rabioso
a todos les embiste muy furioso.

51
En fin echa la seña lo mataron
pasándole el pescuezo con la espada
el Pecho y corazón le atravesaron
dejando su fiereza domellada
por que el echo Sangriento
a los demas sirviese de escarmiento.

52
Cerrose la mañana con seis Toros
jugando p.r la tarde los restantes
y quando aucento Fevo los Tesoros
destelló Flora rayos tan flamantes
que con su Economía
se vio la Noche convertida en día.

53
Refulgente la Fragua de Vulcano
yluminó la Plaza con presteza
formó de ermosas luzes un verano
p.r q.e México Viera la grandeza
que gozos obstentando
por la Plaza de Toros fue paseando.

(. . . . . . . . . .)

59
El quinze se siguió la diversión
en los términos mismos de aquel día
hubo de fuegos la iluminación
y todo lo demas con vizarria
sin que nada faltase
que tal vez la bugata lo anotase.

(. . . . . . . . . .)

64
Prepararon los Toros al contento
en el día con muchas diversiones
no faltó nada del divertim.to
festivas y amplias sus composiciones
y con nuevos trofeos
por la noche siguieron los paceos.

65
El veinte y dos siguieron las corridas
de Toros dando al Publico contento
se vieron dos Mujeres aplaudidas
al mirarlas torear con tanto aliento
pues fuertes Amazonas
le entregaban al toro Sus Personas.

 (. . . . . . . . . .)

 67
 En el siguiente dia veinte y tres
las fiestas y los toros prosiguieron
el Loco pegó parches al travez
p.r lo que muchas galas le valieron
q.e con chiste bailando
a todos los Sres. fue alegrando. 

(. . . . . . . . . .)

95
Siguiéronse los toros este dia
que cerró la semana placentera
con tanto aplauso gusto y alegría
que de nuevo formó otra Primavera
pues rompiendo Capuces
viva Gálvez dijeron vellas luzes.

96
Suspendiose tres dias esta corrida
por ser costumbre yá determinada
ley q.e siempre se ha visto establecida
y rara vez o nunca derogada
y así por este medio
se vio la Plaza en confusión y tedio.

97
Amaneció el Farol p.r el Oriente
de el luminoso Febo rutilante
en el día 28 del presente
repartiendo fulgores mui galante
pues con luz nada escaza
se vellos Rayos se vistió la Plaza. 

98
Enserraron los toros mui temprano
para dar diversión con entereza
toreo gallardam.te el Samorano
y D.n Tomas tambien con sutileza
pues se vieron hazer dos mil primores
a todos los que fueron toreadores.

(. . . . . . . . . .)

101
Sesaron las corridas p.r entonces
hasta el Jueves primero de Diz.e
esculpirse se pudo en duros bronces
el Juvilo tan grande del nov.e
que todo festejoso
se vido de el Invierno Victorioso.

102
Concluyó la Semana y las corrida
p.r acavarse el plazo señalado
y sin embargo de estar ya cumplidas
quedó todo el comun esperanzado
pidiendo a S. Exa.
dé p.a otra Semana Su licencia.

103
Ambigua les quedó Su preten.on
hasta que en el acuerdo fuese visto
hizieron todos representa.on
con ancioso deceo siempre listo
declarando oprimidos
estar p.r el presente mui perdidos.

104
Con corazon benigno y placentero
el Conde Galvez a piedad movido
(atributos q.e son de Caballero)
p.a amparo de el Pobre y desvalido
que como padre amante
ministra los consuelos al instante.

105
Lograron a medida del deceo
la licencia impetrada francam.te
aconocer se dio p.r el Perceo
que reparte sus gracias igualm.te
con ard.te Tan ard.te Zelo
que socorrer sus ancias es suanelo.

106
Otra Semana pidieron los perdidos
p.r veer si se miraban restaurados
sus Memoriales fueron admitidos
y a su contento todos despachados
alcanzando la gracia
que anciosos pretendian con eficacia.

107
Adornaron la Plaza nuevam.te
aun q.e faltaron varios Tribun.es
no por eso dejó de estar decentte
ni quedaron los huecos desiguales
pues formando tendidos
gallardam.te quedaron mui lucidos.

108
Conttó el Diz.e diez y nuevo dias
en los q.e las corridas comenzaron
volvieron a nacer las alegrías
que felism.te todos observaron
con gozo tan prolijo
que todo fue placer y regosijo.

109
Torearon este dia quatro Señores
sin que de nadie fueran conocidos
los Muchachos torearon con primores
q.e en Granadas estaban escondidos
pues improvisamente
en la Plaza los vio toda la gente.

110
Cerrose el dia con toda diversión
satisfaciendo al Publico puntual
huvo ala noche la iluminación
siguiéndose el paceo mui marcial
con eminente traza
que se vio echa Pénsil toda la Plaza.

111
En el veinte lo mismo aconteció
toreando los Muchachos y Sres.
su Exa. las galas lestiró
en Bandas y Mascadas superiores
quedando victoriados
los que a torear salieron de tapados.

 (. . . . . . . . . .)

113
La tarde del veinti uno fue un regalo
al veer la diversión tambien trazada
pues pusieron en medio un alto palo
que se quedó la vista embelesada
y aunq.e se opuso Febo
no le pudo quitar nada del zevo.

114
De monedas de Plata guarnecido
y de Sombrero y Capa fue adornado
liveral para todos y aplaudido
el capote que estava galoneado
pues pretendió el anelo
el Suvir asta lo alto con el buelo.

115
Con presurosas ancias fugitivo
suvió con mil trabajos temeroso
un pobre con deceo tan activo
que a los pies les puso alas presuroso
y estando ya en su altura
mostró con el Sombrero su ventura.

116
En fin con infinitas diversion.s
la tarde concluyó mui apacible
el luminar dio fuego a sus Achones
para quitar la obscuridad temible
aclarando el Trofeo
en el marcial concurso del paseo.

117
En veinte y dos dio pasmo la grandeza
de un Monte carnaval que fue formado
de Alajas q.e encerraron la riqueza
y de Animales vivos adornados
que al veerlo nada escaso
el Bulgo le nombró Monte Parnaso.

118
Se compuso de enaguas y Mascadas
capas de ricos Paños de colores
de Plata y Oro todas galoneadas
con Camisas y Fuentes superiores
terneras y Jamones
pabos Pollos Gallinas y Lechones.

119
Un Almacen al Publico le dieron
amplio p.r las Alajas q.e colgaron
cabritos y Animales le pusieron
que alos Ojos de todos deleitaron
para q.e librem.te
lo pudiera Coger toda la gente.

120
Entró nuestro virrey en su virloche
mas q.e Alexandro magno en lo triunfante
aventajando de Plutón el coche
al que asombró su curso rutilante
que en rapida Carrera
luminar Convirtió toda la esfera.

121
Llegose al Monte con gallardo buelo
y con lucida intupida arrogancia
tomó de los que estaban un pañuelo
midiendo vellam.te la distancia
y con franquesa honrrosa
en las manos lo puso de su Esposa.

122
Jugaronse tres toros y echa seña
con imbension de fuego en el mom.to
innumerable gente se despeña
apretando el Concurso el pavim.to
y muchos apresados
de los Toros salieron rebolcados.

123
Velosm.te en el Monte se suvieron
haciendo de sus Bienes el saqueo
la Capa p.r en medio la partieron
y los mas se quedaron sin empleo
pues lo que uno tomaba
otro venía y se lo arrebataba.

124
Finalizó el bullicio con mil penas
p.a algunos q.e inútiles se hallaron
dieron fin con el Monte a manos llenas
todos los que coxer algo lograron
por que hasta la madera
cargaron como cosa mui lijera.

125
Los toros prosiguieron afugarse
con q.e la tarde dio al placer el lleno
regocijos y gustos fevo esparce
al retirarse para su ancho seno
y cerrando la noche
luzes desbrocha de Letona el Coche.

126
Toda la Plaza se vido iluminada
de Damas y Galanes asistido
p.r todas partes mui engalanada
que no se vio otra noche mas lucida
por q.e quatro grandas con donaire
viva Galvez dixeron p.r el Aire.

127
 Aquí mi Musa se acaba
pues las fiestas fenecieron
siendo todo lo plausible
lo mas eroico del echo
los Ojos q.e dispertaron
de las Sombras de Leteo
forzosam.te el despojo
haze la noche a su imperio
estableciendo en la Plaza
el mas famoso festejo
dedicado a S. Exa.
con Glorias y pasatiempos
como a tan digno Señor
de este Mexicano Ceno
p.r lo q.e mi corto numen
y mi balbuciente ingenio
viéndose inepto interpreta
el perdon de tantos yerros.
Suplicando mui rendido
a todo el noble congreso
le concedan la dispensa
a tan rudos pensam.tos
adquiriendo solo un Victor
p.a el enunciado objetto
diciendo q.e el Conde viva
de Galvez S.r Supremo
p.a amparo de los pobres
del septentrional terreno
p.r lo que a las Musas pido
sigan canoras diciendo
Viva: Viva: Viva: Vivas.
en los más Altos empleos.[12]

 _________________________

[1] Salvador Novo: Mil y un sonetos mexicanos. Selección y nota preliminar por (…). 3ª ed. México, Editorial Porrúa, S.A., 1971. 253 p. (“Sepan cuantos…”, 18)., p. 73.

 [2] Biblioteca Nacional: R/1748/M4ABA: Abarca y Valda, José Mariano de: El Sol en León. Solemnes aplausos con quien el rey nuestro señor D. Fernando VI, Sol de las Españas, fue celebrado el día 22 de febrero del año de 1747 en que se proclamó su Magestad…por la Muy Noble y Muy Leal, Imperial Ciudad de México… México, María de Ribera, 1748, 36, 306, 20 p. Cfr. Coello Ugalde: Relaciones taurinas…, op. Cit., p. 123-168.

 [3] Artemio de Valle Arizpe: Juego de cartas. Por (…) Cronista de la ciudad de México. México, Editorial Patria, S.A., 1953. 222 p. (Tradiciones, leyendas y sucedidos del México Virreynal, VIII)., p. 145-163.

 [4] Op. Cit.

 [5] José Mariano de Abarca y Valda: El Sol en León…, op. Cit., p. 262.

 [6] Biblioteca Nacional: R/1749/M4HER/Cossío, José, edit. Hércules Coronado, que a la augusta memoria, a la real proclamación, del prudentísimo, serenísimo, y potentísimo señor D. Fernando VI Rey de las Españas, y legítimo emperador de las Indias, le consagró en magníficas fiestas y gloriosos aparatos, la muy ilustre, y leal ciudad de Durango, cabeza del nuevo Reyno de Vizcaya, quien lo saca a luz… por mano del Sr… México, Colegio Real y más antiguo de San Ildefonso, 1749 / (22). 96 p. Cfr. Coello Ugalde: Relaciones taurinas…, op. Cit., p. 174-181.

 [7] Rafael Landívar, S.J.: Por los campos de México. Prólogo, versión y notas Octaviano Valdés. 2ª. Ed. México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1973.XXVI-218 p. Ils. (Biblioteca del estudiante universitario, 34).

 [8] Salvador García Bolio y Julio Téllez García: Pasajes de la Diversión de la Corrida de toros por menor dedicada al Exmo. Sr. Dn. Bernardo de Gálvez, Virrey de toda la Nueva España, Capitán General. 1786. Por: Manuel Quiros y Campo Sagrado. México, s.p.i., 1988.  50 h. Edición facsimilar.

 [9] Garibay K.: Mitología griega…, op. cit., p. 35.

Amazonas: el mito debe ser muy antiguo y por eso es confuso. Probablemente pertenece a una cultura prehelénica. En general es un pueblo de mujeres guerreras, que no tienen hombres consigo y que para tener descendencia hacen periódicamente venir varones. Lo cual tampoco es muy claro en su leyenda.

 [10] Probablemente se trate del “monte parnaso” o asta que servía para realizar algunos otros divertimentos extrataurinos. (Véanse versos 117 a 124 de esta descripción).

 [11] Vulcano: dios de la tierra.

 [12] García Bolio, op. Cit., h. 7-42.

Los escritos del historiador José Francisco Coello Ugalde pueden consultarse a través de su blogs “Aportaciones histórico taurinas mexicana”, en la dirección: http://ahtm.wordpress.com/

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