Como muchas de las recepciones que ocurrieron en el período virreinal, acontecimiento que se ceñía a un protocolo por demás impresionante debido, en primera instancia a la notificación de que eran informadas las autoridades y luego éstas divulgando la noticia a nivel general, obligaba a que se cumpliera cabalmente con el itinerario que empezaba en el puerto de Veracruz y concluía en la ciudad de México bajo una serie de indicaciones que la costumbre había establecido.[1] Pero no era solamente asunto de saludos y formalidades. También estaban las fiestas como complemento y cúspide de aquella parafernalia que alcanzaba varios días o semanas de celebración. En este caso particular, nos ocupamos de la de don Diego López Pacheco, Cabrera y Bobadilla, Marqués de Villena, Virrey Gobernador y Capitán General de la Nueva España, cuyos hechos adquirieron tintes peculiares que se proyectan en varias direcciones. Por un lado, se trata de un suceso que ocurre en momentos del más acentuado climax en el barroco novohispano, fenómeno cultural estimulado por una serie de elementos alentados por el arte y la literatura –el hipérbole más ponderativo (María de Estrada Medinilla, dixit)-. La recepción que ahora estudiamos a partir de la obra de nuestra autora, nos habla también de otras tantas descripciones, lo que significa que el hecho mismo se convirtió en un acontecimiento extraordinario, mismo que quedó cubierto por diversos documentos que hoy nos permiten entender la magnitud de aquel suceso. Dentro de su manufactura se cumplieron a cabalidad los puntos del protocolo más riguroso. Por otro lado, las fiestas religiosas y paganas también fueron reseñadas y entre todas ellas, las de toros no pasaron desapercibidas ni por María de Estrada ni por algunos otros de los que me ocuparé en forma breve.
La interpretación literaria del siglo XVII adquiere un sentido manifiesto de preponderancia, que arranca con la Grandeza mexicana de Bernardo de Balbuena (1604)[2] y termina con Felipe de Santoyo García Galán y Contreras (1691)[3] pasando por Juan Ruiz de Alarcón, el Pbro. Br. D. Diego de Rivera, el también Pbro. Br. D. Ignacio de Santa Cruz Aldana, el Capitán Alonso Ramírez de Vargas y la jerónima Sor Juana Inés de la Cruz, quienes legaron obras de un elevado valor culterano que se empareja, en esos términos con la de María de Estrada Medinilla.
Enorme alegría significó el encuentro con la relación de FIESTAS DE TOROS, JUEGO DE CAÑAS, y alcancías, que celebró la Nobilísima Ciudad de México, a veinte y siete de Noviembre de este Año de 1640 EN CELEBRACIÓN DE LA venida a este Reino, el Excelentísimo Señor Don Diego López Pacheco, Marqués de Villena, Duque de Escalona, Virrey y Capitán General de esta Nueva España, &c, mismo que es motivo para el estudio y reproducción facsimilar que ustedes encontrarán enseguida, fruto de una intensa investigación que busca poner en claro sus más profundos misterios.
Nada más parecido, como legítimo espejo de la realidad, lo vamos a encontrar en la fiesta novohispana, eso sí, con sus peculiares diferencias envueltas en el particular carácter americano.
En ese pequeño universo de posibilidades, en la medida en que se acentuara la recreación, magnificencia y esplendor, tanto en los escenarios como en la forma de vestir y hasta de actuar de parte de los actores y los espectadores, en esa medida se lograba alcanzar con creces el propósito de toda la organización: una fiesta lucidísima que excitara en su totalidad los fines para la cual fue concebida, lo mismo para exaltar el motivo religioso, oficial o profano no dejando espacios por cubrir, porque
Toda fiesta barroca aspiraba a dejar un recuerdo imperecedero para aquellos que tuvieran la fortuna de asistir a su celebración. También a causar la envidia universal de aquellos que, viviendo en otros lugares, no habían podido acudir al lugar mismo de la fiesta. Para dejar memoria y satisfacer la curiosidad de los lectores se creó un género –el de las Relaciones o Triunfos– que hacían el relato detallado de las solemnidades y describían minuciosamente los Cortejos, Carros, Arquitecturas y demás Ornatos efímeros. Obras literarias situadas entre el periodismo actual de reportaje informativo y la escritura laudatoria de tipo político, están en los mejores casos, ilustrados con grabados. El libro más bello de su género en el barroco español es el de Torre Farfán, Fiestas de la Santa Iglesia Metropolitana y Patriarcal de Sevilla al Nuevo Culto del Señor Rey San Fernando (Sevilla, 1671), en el que un tomo in folio se reproducen en láminas desplegables las obras efímeras de Murillo, Valdés Leal, Herrera el Mozo, Bernardo Simón Pineda, Arteaga, etc…, ejecutadas para tan fastuosas fiestas.[4]
La Relación escrita por doña María de Estrada Medinilla a una
religiosa monja, prima suya (dedicada a doña Antonia Niño de Castro),
de la feliz entrada en México, día de San Agustín, a 28 de agosto
de 1640 años, del excelentísimo señor Diego López Pacheco Cabrera
y Bobadilla, marqués de Villena, virrey gobernador y capitán
general de esta Nueva España. Fue impreso en México por
Juan Ruyz, en 1640 y formó parte de una obra dedicada al citado virrey,
que se tituló Viaje de Tierra y más feliz por mar y tierra que
hizo el excelentísimo marqués de Villena, mi señor, yendo por virrey
y capitán general de la Nueva España. En José Francisco Coello Ugalde:
Relaciones taurinas en la Nueva España, provincias y extramuros.
Las más curiosas e inéditas 1519-1835. México, Universidad Nacional
Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Bibliográficas, 1988. 293 p. facs.
(Separata del boletín, segunda época, 2).
Pero en España y también sus colonias,
Ese fue el tiempo en que las fiestas tuvieron que entrar en un receso obligado, para retornar vigorosas años más adelante y manifestarse –eso sí, bajo otras condiciones- durante una buena parte del siglo XIX.
En José Francisco Coello Ugalde: Relaciones taurinas
en la Nueva España, provincias y extramuros. Las más
curiosas e inéditas 1519-1835. México, Universidad Nacional
Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Bibliográficas,
1988. 293 p. facs. (Separata del boletín, segunda época, 2).
José Antonio Maravall nos permite entender y reafirmar que la fiesta del barroco no era espartana, sino de un ascetismo brutal, inhumano, en donde no se pretendía adormecer, sino anular primero toda autonomía en la conciencia del pueblo, para dominarlo después. Por su parte César Oliva, plantea que la fiesta que va desde mediados del siglo XIV y que luego se sofistifica durante el XVII, hay que entenderla como un todo, o como un espectáculo total, en donde las fronteras de los elementos constituyentes no son rigurosamente fijas. Es difícil, cuando no inútil, intentar separar dónde empieza, y dónde acaba el elemento festivo, y dónde acaba y dónde empieza el teatral; de la misma manera que es ocioso delimitar los elementos religiosos y profanos. Y es curioso, pero las fiestas sintetizan, casi rítmicamente, periodos de “gracia” y periodos de “pecado”, lo que nos hace volver los ojos a una de las más representativas, iniciada en la cuaresma y que culmina con el domingo de resurrección. Por otro lado, se encuentra aquella que se desata en ese mismo domingo de resurrección y explota en medio de muchas otras, hasta llegada la víspera del inicio de la cuaresma, luego de que el carnaval despidió al último pecador, cumpliéndose una vez más otro de los ciclos de que está constituido el calendario litúrgico, el que, independientemente de todos aquellos pretextos de origen político o social, seguía cumpliéndose en términos muy exactos.
Durante este siglo se mantienen firmes las expresiones del toreo caballeresco, dominantes en la vieja y nueva España. Creció notablemente la afición de personajes de la nobleza, cuyas hazañas quedaron plasmadas en versos y relaciones de fiestas, que hoy son testimonio curioso. Tan es así que la poetisa María de Estrada Medinilla escribió en 1640 y, por motivo de la entrada del virrey don Diego López Pacheco (…) Marqués de Villena, la Descripción en Octavas Reales de las Fiestas de Toros, Cañas y Alcancías, con que obsequió México a su Virrey el Marqués de Villena.
Dicha obra aunque desaparecida (ya veremos que no), es muestra del esplendor taurómaco que se vivía por entonces. La misma autora en otra obra suya escribe: “que aun en lo frívolo, como son los toros, los juegos de cañas y las mascaradas, las que se celebran aquí serán mejores que las que puedan celebrarse en España”.
Desconocidas y no, porque ya en otro lugar y en otro momento me he ocupado de esto.[6] Precisamente en mi libro Novísima Grandeza de la Tauromaquia Mexicana[7] en su quinta parte denominada: “Relaciones de fiestas o la fascinación del desbordamiento”, apunto lo siguiente:
Las relaciones o descripciones recrean las “grandes alegorías” como por ejemplo: proclamaciones reales, entradas, esponsales, bodas, nacimientos, bautizos, canonizaciones de santos, etc. En todo esto, el autor procuraba no sólo deleitar sino hacer revivir las jornadas festivas de manera que el lector de la Relación lograba tener la sensación de ver “las fiestas por segunda vez”.
Es difícil escoger alguna porque todas poseen un encanto particular, debido al manejo detallado con que reseñan la plaza, el público y el ambiente. También, y esto llama poderosamente la atención, describen los trajes de nobles caballeros, jaeces y adornos de las cabalgaduras; pero sobre todo la forma en que se jugaron los toros. Estas relaciones de fiestas provocan a la imaginación y con ella entramos a la plaza, para convertirnos en uno más de sus asistentes, saludando al virrey en turno, a los canónigos y capitulares, sin que falten los estudiantes de la Universidad y el pueblo llano, saboreando al calor de la tarde, una deliciosa “fuente de barquillos” con nieves traídas desde las faldas del Popocatépetl.
Por allí pudimos ver a María de Estrada Medinilla con su Descripción en Octavas Reales de las Fiestas de Toros, Cañas y Alcancías, con que obsequió México a su Virrey el Marqués de Villena de 1640 bajo el brazo. Doña María es autora de estos apareados u ovillejos que hubieran puesto a temblar al mismísimo Luis de Góngora en su momento (…)
Hasta hace un tiempo, dicha obra se encontraba perdida.[8] Sin embargo, y antes de ocuparme de la mencionada “Relación de fiestas”, es preciso reproducir otra de sus obras (esta sí en silva libre y ovillejos castellanos), también escrita en la misma ocasión, denominada:
Relación escrita por DOÑA MARÍA DE ESTRADA MEDINILLA, A una Religiosa monja prima suya. De la feliz entrada[9] en México día de San Agustín, a 28 de Agosto De mil y seiscientos y cuarenta años. Del Excelentísimo Señor Don Diego López Pacheco, Cabrera, y Bobadilla, Marqués de Villena, Virrey Gobernador y Capitán General Desta Nueva España.
Dada su extensión, se seleccionarán algunas partes para que con ellas el lector tenga una idea sobre el tipo de ambiente, los personajes allí presentes, la descripción de casas, edificios y palacios. Y desde luego, como tuvo que ser, algunos versos dedicados a los espectáculos.
Quise salir, amiga[10]
Aun no bien penetrado
fue el Capitolio, cuando el cielo armado
Aquí me detengo para dedicar un estudio breve, pero a fondo de la poetisa María de Estrada Medinilla. El propósito es dar a conocer su obra depositada en relaciones que tienen que ver con los toros.
No se conoce ningún dato de su vida. Se cree que es nieta de Pedro de Medinilla (¿Pedro de Medina Medinilla?) –segunda mitad del siglo XVI- que escribe las octavas a la desgraciada y lastimosa muerte de don Diego de Toledo, hermano del duque de Alba, que fue regidor y diputado en el ayuntamiento de la ciudad de 1546 a
Sólo le antecede como mujer intelectual una Catalina de Eslava y precede a Sor Juana Inés de la Cruz. Su obra mejor conocida hasta hoy es la Relación escrita por doña María de Estrada Medinilla a una religiosa monja, prima suya (dedicada a doña Antonia Niño de Castro), de la feliz entrada en México, día de San Agustín, a 28 de agosto de 1640 años, del excelentísimo señor Diego López Pacheco Cabrera y Bobadilla, marqués de Villena, virrey gobernador y capitán general de esta Nueva España. Fue impreso en México por Juan Ruyz, en 1640 y formó parte de una obra dedicada al citado virrey, que se tituló Viaje de Tierra y más feliz por mar y tierra que hizo el excelentísimo marqués de Villena, mi señor, yendo por virrey y capitán general de la Nueva España.[24]
José Mariano Beristain de Souza dice que
“Doña María Estrada Medinilla, natural de México, matrona que supo hacer lugar en esta biblioteca por los opúsculos siguientes:
–Relación en ovillejos castellanos de la feliz entrada del virrey Marqués de Villena en México, día 28 de agosto de 1640, Impresa dicho año, en 4º.-Descripción en octavas reales de las fiestas de toros, cañas y alcancías, con que obsequió México a su virrey el marqués de Villena, impresa en 1641 en 4º.[25]
Beristain de Souza dice haber visto esta obra durante mediados del siglo XIX, pero es muy probable que bibliotecas tan importantes hayan desaparecido durante la expedición de las Leyes de Reforma, por el gobierno constitucional el 12 de julio de 1859. Y no se cuenta tampoco con que ha habido una destrucción sistemática de estas joyas histórico-religiosas. Ello se puede confirmar en Planchet.[26]
De ella tenemos tan pocos datos que apenas, lo único que puede suponerse es que vivió en la considerada vida del siglo, aquella en la que salvó los rigores de la iglesia o de la prostitución. Era entonces una mujer con ciertas virtudes y conocimientos que pudo admitir la sociedad de su tiempo, puesto que al escribir en términos tan profanos sus dos Relaciones… es que la podemos imaginar como la María de Estrada Medinilla común y corriente, llevando una vida sencilla que gozaba y disfrutaba los placeres mundanos sin escándalo alguno. Todo eso lo refleja ella misma con tal sencillez que admira su condición femenina en época por demás restringida, pero restricción que podríamos imaginar y restricción a la que finalmente se podían adaptar sin mayores dificultades las mujeres de su tiempo. Tal “libertad” la podemos apreciar en sus propias silvas como sigue:
Y así quise cumplir con lo imperfecto,
De su Relación escrita a una Religiosa monja prima suya… puede observarse un muy buen equilibrio de composición, donde imperan sus amplios conocimientos en la estructura de la hipérbole, de la mitología, pero sobre todo como una retratista perfecta del síntoma cotidiano reflejado en todas las escenas y personajes que tuvo a su paso durante la recepción del virrey Marqués de Villena, cosa que ocurrió el día 28 de agosto de 1640, ocasión en la que no faltaron ni las máscaras, toros y cañas, esos festejos que describió doña María con mi pluma, o mi cuidado / mal erudito pero bien guiado. Con las fiestas del 27 de noviembre siguiente se puede entender que pudo presentarse la aprobación del propio virrey para celebrarla, lo cual debe haber sido motivo de preparativos específicos para repetir el disfrute que la sociedad y todos los actores que protagonizaron el festejo se dispusieran a cumplir una vez más con el proceso que la costumbre tenía establecido por entonces. Ya veremos en su momento la forma en que ocurrió todo aquello.
Por lo tanto, al leer la poesía barroca en la cual está inserta la obra de Estrada Medinilla, hay que tener en la mente la arquitectura de Santa Prisca de Taxco, Santa Rosa de Querétaro, el Altar de los Reyes de la Catedral de México, para impregnarse de ese espíritu y así, poder sentir y vibrar con el espíritu de la poesía. Ya lo apuntaba Estrada Medinilla:
En tan célebre día
_________________________
[1] Para mayor información, véase: Diego García Panes: Diario particular del camino que sigue un virrey de México. Desde su llegada a Veracruz hasta su entrada pública en la capital […] [1793], transcripción de Alberto Tamayo, estudio introductorio de Lourdes Díaz-Trechuelo. Madrid, CEHOPU / CEDEX (Ministerio de Obras Públicas, Transportes y Medio Ambiente), 1994.
[2] Bernardo de Balbuena: Grandeza mexicana y fragmentos del siglo de oro y El Bernardo. Introducción: Francisco Monterde. 3ª. Ed. México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1963. XLIV-121 p. Ils. (Biblioteca del estudiante universitario, 23).
[3] Métrica panegyrica descripción De las plaufibles fieftas, que, á dirección del Exmo. Señor Conde Galve, Virrey, y Capitán General defta Nueva-España, fe celebraron, obfequiosas, en la muy Noble, y leal Ciudad de México, al feliz Cafamiento de Nuestro Catholico Monarcha D. Carlos Segundo, con la Auguftiffima Reyna y Señora Doña Maria-Ana Palatina del Rhin, Babiera, y Neuburg. Verfifica fu narración, vn corto Ingenio Andaluz, hijo del Hafpalenfe Betis; cuyo nombre fe ommite, porque (no profeffando efta Ciencia) no fe le atribuya á oficio, lo que folo es en él (aunque tofca) habilidad. Dedicado a la Excelentiffima Señora Doña Elvira de Toledo, y Osorio, Condefa de Galve, Virreyna defta Nueva-Efpaña, á cuyos pies fe poftra el Author. Con licencia. En México: por Doña María de Benavides Viuda de Juan de Ribera en el Empedradillo. Año de 1691, obra que consta de 82 octavas. Véase: Alfonso Méndez Plancarte: Poetas novohispanos. Segundo siglo (1621-1721). Parte primera. Estudio, selección y notas de (…). Universidad Nacional Autónoma de México, 1944. LXXVII-191 p.(Biblioteca del Estudiante Universitario, 43)., p. 143-144.
[4] Antonio Bonet Correa: “Arquitecturas efímeras…, op. Cit., p. 52.
[5] Ibidem., p. 66-67.
[6) José Francisco Coello Ugalde: Relaciones taurinas en la Nueva España, provincias y extramuros. Las más curiosas e inéditas 1519-1835. México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Bibliográficas, 1988. 293 p. facs. (Separata del boletín, segunda época, 2). Además: Antología Nº 2: “Lo que fue y Lo que es del toreo en México. Ensayo histórico sobre el pulso de una fiesta con casi cinco siglos de vida entre nosotros”. 194 p. “En búsqueda de lo que no está perdido. Relaciones taurinas novohispanas de la sorpresa a los nuevos hallazgos”, p. 59-69.
[7] José Francisco Coello Ugalde: Novísima grandeza de la tauromaquia mexicana (Desde el siglo XVI hasta nuestros días). Madrid, Anex, S.A., España-México, Editorial “Campo Bravo”, 1999. 204 p. Ils, retrs., facs., p. 31-33.
[8] La Maestra Dalia Hernández Reyes, que pertenece al SEMINARIO DE CULTURA LITERARIA NOVOHISPANA IIB-UNAM, me comenta haber localizado dicho documento, mismo que se encuentra trabajando en su aspecto crítico. Tal información me fue proporcionada en el mes de septiembre de 2006. Más adelante incluyo una transcripción modernizada del mismo.
[9] La recepción del Duque de Escalona y Marqués de Villena fue excepcional, por la suma aristocracia del nuevo Virrey, y por ser el primero que traía el privilegio de entrar “bajo palio”. Costó a la ciudad $40,000 y comprendió “comedias, mitotes, saraos, máscara, castillos, arco triunfal, y ocho toros”; y la propia Doña María escribió en octavas su otra “Reseña de las Corridas de Toros y Juegos de Cañas” que veremos más adelante.
[10] Aquí, María de Estrada Medinilla puede contarle a “Una religiosa monja prima suya”, del mundo, del siglo y todo su carácter profano, del que no goza aquella otra, quien únicamente pudo enterarse de los acontecimientos gracias al texto con que le describió el boato maravilloso que tuvo ante sus ojos.
[11] Francisco de la Maza: LA MITOLOGÍA CLÁSICA EN EL ARTE COLONIAL DE MÉXICO. México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Estéticas, 1968. 251 p. Ils., facs. (Estudios y fuentes del arte en México, XXIV)., p. 172. Nos dice el autor que en ciertas ocasiones se permitía a las monjas ver la procesión (de las fiestas), y como apunta con gracia Juan José de Zúñiga en su Cristalino, argentado mar de Gracia, que es un apartado del gran volumen: El segundo quince de enero de la Corte Mexicana que a la canonización de San Juan de la Cruz celebró la Provincia de San Alberto de México, impreso por Bernardo de Hogal en 1730.
Las azoteas –de ambos conventos: Santa Catalina y la Encarnación- no sólo estaban galanamente enriquecidas de vistosas banderas, también de vivientes racionales preseas, porque, in honorem tanti festi, el P. Provincial, con los garbos de su genio, les concedió licencia a todas las señoras religiosas, niñas y criadas, para que pudiesen subir a las azoteas, y aunque los hábitos, uniformes y religiosos, no admiten otro adorno y aliño para su gala, era muy de notar los quitasoles o sombrillas con que las señoras se defendían del sol, por la elevada proceridad de sus conventos… las de la Encarnación subieron muy gustosas y regocijadas y desde allí arrojaron una primavera de flores naturales con muchos panes de plata, que subían brillando por los aires y aún otras piezas de mejor gusto, por ser de varios dulces…
[15] Ocasiones como las de la entrada de un virrey se convirtieron en verdaderas ceremonias no solo oficiales. También la iglesia tenía su parte, y desde luego, la participación del pueblo se integraba perfectamente a semejantes conmemoraciones.
[13] De guardar e infante, por ser prenda con que podían ocultar su estado las mujeres embarazadas. Especie de tontillo redondo, muy hueco, hecho de alambres con cintas, que se ponían las mujeres en la cintura debajo de la basquiña.
[14] Viento que corre entre el euro y el bóreas, según la división de los antiguos.
[15] Grupo de caballeros montados que realizan diversas formaciones, perfectamente armonizadas.
[16] Natural de Troya. Perteneciente a esta ciudad de Asia antigua.
[17] Corre agosto, y durante ese mes, es común que en la ciudad de México se desaten tremendos aguaceros.
[18] Perteneciente o relativo a la diosa Vesta. Dícese de las doncellas romanas consagradas a la diosa Vesta.
[19] Diosas de las aguas y los bosques.
[20] Clausura: encerramiento de las mujeres consagradas a los dioses paganos y enclaustrados.
[21] Figura que consiste en aumentar o disminuir excesivamente aquello de que se habla. Se ha usado también como masculino. Exageración de una circunstancia, relato o noticia.
[22] Conforme a las especificaciones de catalogación de la Biblioteca “The University of Texas al Austin”: Gz / 972.02 / V65 Viage de Tierra y Mar… México: Imp. Bernard Calderón. 1640. Apud Muriel: op. Cit., p. 124-125.
[23] Coello Ugalde: Relaciones taurinas…, op. Cit., p. 31-42. Además: María de Estrada Medinilla: “The University of Texas al Austin”: Gz / 972.02 / V65 Viage de Tierra y Mar… México: Imp. Bernard Calderón. 1640. Y: Cirstóbal Gutiérrez de Medina: Viaje del virrey Marqués de Villena. Introducción y notas de don Manuel Romero de Terreros, C. de las Reales Academias Española, de la Historia, y de Bellas Artes de San Fernando. México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Historia, Imprenta Universitaria, 1947. XI – 88 p. Ils., fots., facs.
El título completo de esta obra es: VIAGE DE / TIERRA, Y / MAR, FELIZ POR MAR, / Y TIERRA, QVE HIZO / El Excellentissimo Señor / Marqves De Villena Mi / Señor, Yendo por Virrey, y Capitan / General de la Nueua Efpaña en la flota que embió fu / Mageftad efte año de mil y feifcientos y cuarenta, fiendo / General Della Roque Centeno, y Ordoñez: Fu / Almirante Iuan de Campos. / ✝ / Dirigido a / DON IOSEPH LOPEZ / Pacheco, Conde de San / Tifteuan de Gormaz mi feñor / Con Licencia / Del Excellentissimo Señor / Virrey delta Nueua Efpaña / Impreffo en MEXICO: En la Imprenta de Iuan Ruyz / Año de 1640.
[24] Josefina Muriel: Cultura femenina novohispana. México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, 1982.545 p. Ils., retrs., cuadros. (Serie de Historia Novohispana, 30), p. 124-125.
[25] Op. Cit., p. 512. Cfr. José Mariano Beristáin de Souza: Biblioteca hispano americana septentrional; o catálogo y noticias de los literatos que o nacidos o educados, o florecientes en la América Septentrional Española, han dado a luz algún escrito, o lo han dejado preparado para la prensa, 1521-1850, 3 vols. 2ª. Ed., publicada por el presbítero bachiller Fortino Hipólito Vera, Amecameca, Tip. Del Colegio Católico, 1833., T. I., p. 482.
[26] Planchet, Regis (seud.): El robo de los bienes de la iglesia, ruina de los pueblos. 2ª edición, México, Editorial Polis, 1939. Véase: “Robo y destrucción por Juárez, Carranza, Obregón y Calles, de las bibliotecas de los conventos, sus archivos, manuscritos, pinturas, esculturas y demás tesoros artísticos. Mutilación de las joyas arquitectónicas de la nación. E.E.U.U. elogiando la obra civilizadora de los misioneros españoles”, p. 599-605.
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