XLIV. Del incidente de Bernardo Gaviño con el Gobierno de Juárez a la segunda independencia

por | 17 Dic 2016 | Ensayos

Un punto de apoyo a nuestros planteamientos se genera en San Luis Potosí en 1863. Sucede que a raíz de la avanzada francesa que ocupa finalmente la ciudad de México, Juárez y su gente se dirigen hasta territorio potosino, donde se establece provisionalmente la capital de la república.

La penuria financiera del gobierno de Juárez se agrava al ocupar las fuerzas navales francesas el Puerto de Tampico el 7 de agosto de 1863, por lo cual el gobierno de la República dejaba de percibir el pago de los derechos sobre el comercio exterior, que en cantidades importantes se  recaudaban  en  dicho  puerto.  Las pugnas en las huestes  juaristas  continuaban,  por  una  de ellas renunció Luis Couto al gobierno de Michoacán; la disciplina se quebranta por acciones de algunos gobernadores.[1]

¿Qué tiene que ver lo anterior con Gaviño? Mucho, como se verá. Resulta que fue desterrado de México por los disidentes (o lo que es lo mismo, republicanos a decir de El pájaro verde), pasó a la Habana, de allí se dirigió a Tampico para internarse a Durango, en donde se había contratado para dar corridas; pero al pasar por San Luis le aprehendieron y encerraron en un fétido calabozo, en donde por espacio de tres meses no vio la luz del sol. ¿Quienes le aprehendieron? Fue la legalidad juarista que lo reputó como sospechoso y lo tuvo en prisión de dos a tres meses, con tal rigor, que hasta se llegó a temer por su vida.[2]

Tales testimonios fueron recogidos de El Pájaro Verde, tanto de octubre como de noviembre de 1863. El referido a octubre y con fecha del 31 nos provee de todo lo sucedido en agosto. En dicho mes llegó Bernardo a San Luis, y el día 7 las fuerzas navales francesas ocupan Tampico. La sospecha no es oculta. Todos los cabos se juntan y, seguramente al enterar a la legalidad juarista de la llegada de Bernardo Gaviño de Durango, con procedencia de Tampico, nada difícil es que aquello se convirtiera en una detención aduciendo al gaditano ser algún enviado secreto de los franceses o cosa por el estilo. Sin embargo, hemos de recordar que al paso del tiempo, Juárez y Gaviño se encuentran de nuevo. Ello ocurre el 3 de noviembre de 1867 y en un festejo benéfico, participando ambos en una causa humanitaria.

Tal planteamiento, por meras causas particulares merece ser considerado pues allí es donde puede estar un pretexto que sirviera para que Juárez se prendiera de él y no pusiera punto final, hasta no ver culminada la “Ley de Dotación del Fondo Municipal de México” con fecha del 28 de noviembre de 1867.

Pie de foto 1

CON LA REAFIRMACION DE LA SEGUNDA INDEPENDENCIA, ¿SUCEDE LA RUPTURA?

En el ya famoso Manifiesto de Benito Juárez con fecha del 15 de julio de 1867, con el cual se celebra la entrada de su gobierno a la capital y con ello la restauración de la República, afirma al final del documento:Mexicanos: Hemos alcanzado el mayor bien que podíamos desear, viendo consumada por SEGUNDA VEZ LA INDEPENDENCIA de nuestra patria. Cooperemos todos para poder legarla a nuestros hijos en camino de prosperidad, amando y sosteniendo siempre nuestra independencia y nuestra libertad.[3]

 Por las características en que España sometió a la colonia mexicana las condiciones en 1810 para una revolución estaban dadas. Si bien, con los fines bélicos y destructivos que acarrea un proceso de esa magnitud, no deben ser más que muestra de que hubiera conciencia en la sociedad de cuanto ocurría y de que este pueblo se transformara mentalmente, único medio posible de desvincularlo de las costumbres que la tradición española le había impuesto.[4]

Por todo cuanto hemos visto, la “diversión compensadora” no resultó afectada en ninguna de sus partes y siguió su curso sin novedad alguna. Parece encajar esa significación en una idea lanzada por Leopold Von Ranke en el siguiente tenor:

 (…)no hay problema más importante en el campo de la historia universal que el de saber cómo este elemento de la cultura, ya de suyo desarrollado, pero vinculado siempre a una determinada existencia política, ha podido conservarse y trasplantarse a través de las vicisitudes de los destinos de los pueblos, sus titulares y exponentes, cómo ha sido capaz de perdurar por sobre todas las sangrientas destrucciones de estados antiguos y las violentas instauraciones de otros nuevos.[5]

Respecto al pronunciamiento de Juárez mostrado a la entrada del presente apartado, se me ocurre pensar, si se habla de una “segunda independencia”, que si los toros como diversión popular heredada por España se convierten en “último reducto” entre una notable serie de valores e ideologías, amen de moldes que quedaron y aun circulan -que son valores propios de la colonia, se prestaba ese momento para sacudir los viejos esquemas con ese nuevo empeño que arrancaba en razón paralela con los principios bien establecidos del orden y progreso.

Al respecto nos dice Edmundo O’Gorman lo siguiente:

la significación del “Triunfo de la República” en el ámbito de nuestra historia consiste en que fue consumación de la independencia nacional respecto al dilema en que se hallaba el ser de la nación al surgir en el escenario histórico. Fue, por lo tanto, el triunfo de la posibilidad de ser republicano sobre la del ser monárquico; pero más profundamente, fue la conquista de la nacionalidad misma, entendida como una suprema responsabilidad hacia la patria en su pasado, su presente y su porvenir.[6]

Si esto fue así, ¿se propondrían los fines liberales o la prensa o quien fuera a cancelar la diversión popular de los toros en 1867? ¿Por qué tuvo que ser precisamente el de la restauración de la República y no antes o después?

Tales preguntas no tienen respuesta más que con la intervención de la prensa (cuyo sentido de peso sigue influyendo, como influyó e influyen -ya lo he dicho- en su medida proporcional cada uno de los aspectos planteados aquí), de la ideología liberal al servicio de mejores etapas y a los resortes con que hemos venido manifestando el esquema. Pero por otro lado no basta la pura significación por haber obtenido esa deseada “segunda independencia”. En el fondo, se manifiesta una abierta pugna entre liberales y conservadores en pos de esa anhelada meta.

¿Qué hay en el fondo de esa interna lucha entre puros y moderados? ¿Qué, detrás del dilema que los dividió en el congreso? ¿Qué, en fin, por debajo de la pugna entre restaurar el código de 1824 o adoptar una nueva ley fundamental?

 (…) bases de la reforma que en vano se había intentado antes. Pero, ¿reforma de qué? Obviamente de la sociedad mexicana. He aquí al descubierto el fondo de la cuestión. En efecto, ESTA CLARO QUE LOS MODERADOS TAMBIEN QUERIAN ESA REFORMA, PUES DE LO CONTRARIO NO ESTARIAN INCLUIDOS EN EL PARTIDO LIBERAL; PERO LA QUERIAN COMO SIEMPRE LA HABIAN QUERIDO, NO A BASE DE MEDIDAS DRASTICAS Y ENERGICAS DE EFECTOS INMEDIATOS Y FULGURANTES, SINO PAULATINA, ES DECIR, UNA REFORMA TIBIA Y CONTEMPORIZADORA, TEJIDA DE CONCESIONES Y RESPETOS HACIA LAS COSTUMBRES Y LOS HABITOS HEREDADOS DE LA EPOCA COLONIAL. El nuevo dilema era, pues, o reforma o transacción; pero, a enorme diferencia con el falso dilema entre régimen central o federal, el liberalismo se enfrentaba, por fin, a la auténtica disyuntiva que debía resolver, porque en la alternativa de aquellos extremos se ventilaba, ni mas ni menos, la posibilidad misma de realizar su programa o dicho en nuestros términos, estaba en juego la actualización del ser republicano para México.[7]

Es muy importante recoger de la cita anterior el concepto que aplicaron -a los ojos de O ‘Gorman- los liberales; esto es ejerciendo “una reforma tibia y contemporizadora, tejida de concesiones y respetos hacia las costumbres y los  hábitos  heredados  de  la época colonial”. Ello nos muestra no más que un alejamiento respetuoso de las costumbres y los hábitos heredados de la época colonial, para que en el momento más oportuno se decidiera una intervención a nivel del discurso político para derrumbar toda presencia en los órdenes ya vistos y poner en marcha el sistema óptimo y deseable a partir de 1867, año en que concluyen además de una serie de guerras internas e invasiones extranjeras, y en cierta manera las pugnas entre puros y moderados. El plan de avanzada total encontró entonces el campo libre para sembrarlo de aspiraciones que en Juárez tuvo a su mejor cultivador.

Así, Juárez mismo encuentra una probable salida al destino de México: el “ser” de la nación. Esto, bajo un tratamiento historicista nos conduce a la siguiente reflexión planteada por José Ortega y Gasset:

el prototipo de este modo de ser, que tiene los caracteres de fijeza, estabilidad y actualidad (=ser ya lo que es), el prototipo de tal ser era el ser de los conceptos y de los objetos matemáticos, un ser invariable, un ser siempre lo mismo.[8]

Esto es, mantener la identidad con la que se forma y/o concibe una entidad “X”; nace, crece y se desarrolla tal o cual razón viva; sin intervención ajena de algo, de alguna cosa.

LA MASONERIA: ¿INTERVINIERON SUS IDEALES EN LA PROHIBICION?

Aquí se pretende conocer un par de situaciones:

1.-La forma (muy generalizada) en que la masonería tuvo origen, desarrollo en influencia entre la sociedad decimonónica mexicana, y

2.-si tales comportamientos de carácter ideológico afectaron en mayor o menor medida el desarrollo de las fiestas taurinas del mismo siglo.

No es este, por supuesto un estudio a fondo de la masonería. Por el contrario, se pretende explicar con ella como instrumento ideológico la aportación hacia el significado de estudio, sin desprenderse por supuesto de la historia de México en su periodo de 1821 a 1867.

Luego de que se obtuvo la categoría de nación, intereses de distinto orden, surgidos de su propio seno o del extranjero, ocasionaron un dislocamiento que marchó por rutas de diverso sentido. Encaminaron el destino:

La iglesia, los masones, los liberales, los conservadores, los federales, los centralistas, los monárquicos, los republicanos, en suma, los que dejaban de lado la preocupación nacional desde el punto de vista interior, (ellos) eran los elementos que rivalizaban en la pugna por definir la evolución de México.[9]

La novedosa situación del país quedó sometida a aspectos muy dispares. Dejaba de ser lo que fue durante tres siglos, según la opinión optimista de liberales y se resistía a un nuevo concepto, que atentaba el sistema establecido; que así puede entenderse la visión de los conservadores.[10]

Ante esos dos frentes de lucha se incrustaron esquemas que aprovechaban el caos para influir ideológicamente entre la sociedad. Desde 1806 hay indicios de la masonería en México, pero es hasta la llegada de Joel R. Poinsett cuando esta acaba por tomar una fuerza notable. Recordemos que el fin de la masonería es y ha sido llevar la razón del concepto, luchar contra la ignorancia, el fanatismo y el dogmatismo.

Génesis de la masonería en México.

“La separación de España y la independencia se suponían sinónimos -apunta Timothy E. Anna-, lo cual ayuda a explicar por qué pocos autores han observado que el resultado del Tratado de Córdoba no fue la independencia, sino la autonomía”.[11]

Independencia, autonomía, emancipación fueron los signos con que se manifestó la presencia de un cambio en el camino de la búsqueda por la nación. Los años iniciales del siglo XIX y los que le siguieron se significaron como el caldo de cultivo a sinfín de intentos contradictorios. Llama la atención que hombres convencidos del progreso y no del regreso (en todo caso rechazado); de continuo no dejaban de aparecer en la línea de batalla, enfrentándose con el sistema tradicional.

Por otro lado, no sabemos cual sea el delito de Juárez al haber abrazado ideas formalmente progresistas que ya no compaginaban con el viejo sistema. Es claro el hecho de que durante buena parte del XIX se rehace al mundo señorial con la manera o intención de mantener el régimen conservador, el sentido colonial en consecuencia. Aunque Gibaja y Patrón llega a decir de Juárez que era variable en sus creencias; “fue cristiano católico, luego masón anti-cristiano, después fundó la secta cristiana protestante: la Iglesia Mexicana”.[12]

Se logra alcanzar una nueva etapa si se sabe romper frente al viejo esquema que empuja al siguiente nivel.

Concretando las intenciones a las que sometí estos apuntes, se pueden establecer ciertos márgenes con los cuales se arrojan respuestas sobre la participación o no de masones en el espectáculo de toros, más que el de esbozar un resumen a la visión histórica sostenida hasta el momento.

Sabemos sí, de la presencia de masones en torno a la fiesta. Alfredo Chavero, Ignacio Manuel Altamirano, Sebastián Lerdo de Tejada, Juárez y todos aquellos que, estando involucrados, deben responder a nuestra pregunta de si su participación o su idea concreta -como masones- y a ello agregado el espíritu liberal, decidieron en el bloqueo a la fiesta de toros en 1867.

Quizás en lo que a continuación se exprese podremos entender una de las verdaderas fuerzas de impulso que quedaron de nuevo en reposo y que, hasta la “Restauración” se pondrían en práctica. Juárez expide, luego de las insistencias tanto de Lerdo como de Santos Degollado una ley, “El Manifiesto del gobierno constitucional a la nación” (julio, 1859) donde se marcan los linderos definitivos entre la iglesia y el estado. Como reforma, tiene de suyo un planteamiento: manifestar el alejamiento de los sustentos tradicionales que la sociedad ha mantenido, como producto de las secuelas colonialistas. Por eso, no hay como las Leyes de Reforma, con cuya mezcla, desterraría viejos cuadros que la iglesia tenía bien establecidos. Y no es solo la iglesia; es el poder social y político del clero, de sus representados el que detenta la situación. No es ese gran entorno el solo punto de ataque. Lo es, también la tradición, la costumbre que el mexicano -como un ser independiente al español- hizo propio luego de tres siglos de control, que no son fáciles de sacudir inmediatamente. He allí la gran posibilidad de hacer del México conservador un México metido en cambios y en progresos. Es significativo el contraste.

El espíritu de la época influía en gran medida. Propósitos muy firmes por la personalidad auténtica de México en aras del progreso y las ideas liberales, iban dándole perfiles diversos con objeto de desbastar las fisuras e imperfecciones propias de un pasado al que se combatía. Es lógico que ese pasado es la herencia española misma, la cual ni un movimiento emancipador (1810) ni leyes de todo peso y tipo (1824, 1857, 1859 v.gr.) lograron restarle a esta conformación y sociedad civil, religiosa y por qué no decir política que la representaba, su natural arraigo. Sufrió alteraciones y afectaciones también, pero no se trata de un peso específico posible de variar, sino de uno absoluto que debe y precisa llegar hasta sus propias raíces.

Abundando sobre la masonería, es muy factible que haya participado, aunque realmente no sabemos si la postura de los masones, es por masón auténtico o por protestante. El masón concilia con las cosas del progreso y de la razón y es muy seguro que hasta aceptara el contexto del espectáculo. Por su parte, los protestantes odian la fiesta (matan cristianos y árabes, pero defienden animales). Pero no olvidemos que su esquema -el de los masones- se mueve gracias a la acción de otros elementos. Si resolvemos esto por una sumatoria, resolvemos parte de nuestra duda.

Las tendencias de los fundadores de la masonería en México, eran liberales; pero lo eran en el sentido español, es decir, excusándose de dar parte á los mexicanos, y los pocos que eran admitidos, se puede asegurar, sin temor de equivocarse, que pertenecían a familias nobles y españolizadas (…).[13]

Decir que Juárez fue masón es estar en lo cierto. Pero, ¿en qué medida el oaxaqueño proyectó esa mentalidad hacia el toreo -en concreto-, en el momento de dar marcha a la “república restaurada” con todo lo que ella, en sí misma implicaba?

Esto es, si el objetivo de la masonería: llevar la razón del concepto, luchar contra la ignorancia, el fanatismo y el dogmatismo,  bajo esta premisa se entiende entonces la posible negativa hacia el espectáculo de toros, por considerarlo contrario en todo sentido a los principios establecidos por las logias. Pero Juárez siendo un miembro del Rito Nacional Mexicano era preciso que se sujetara a un principio donde fijaron (los fundadores del rito) el principio de que “no es cordura atacar hábitos y costumbres, respetadas por los hombres más sabios de todo el mundo, y ponerse en hostilidad con las reglas seguidas hasta entonces por la fraternidad, y sobre todo, que una innovación de la naturaleza que tenía la de que se trataba, y sin saberse positivamente hasta donde podía tener su punto de contacto con la masonería antigua, producía desde luego una alarma que era preciso calmar”.[14]

 

Con lo anterior tengo que caer en la cuenta de que masón o no; centralista o republicano; militarista o no, el hombre público o el hombre común acudían a la plaza sin tener que ostentar dentro de ella su bandera ideológica o partidista. Entendamos al toreo como un espectáculo simple y sencillamente y no un punto de influencia para la actividad política de esta índole.

En conclusión, la masonería entendemos que participó de forma parcial en este acontecimiento con sus ideas (la tregua constante de la modernidad política mexicana con el pasado así nos lo muestra). Sólo que el carácter económico que de suyo tuvo el hecho de la prohibición, de pronto descarta y resta responsabilidad a la participación masónica.

Ya sabemos que hubo medidas previas de dotación al fondo municipal en abril de 1865 al duplicarse el impuesto de beneficio que evitó la solicitud de prohibición a las corridas de toros en esos mismos momentos. Es importante considerar que entre 1863 y 1867 imperó -a decir de Gibaja- una pro-libertad nacional contra el monarquismo:

-Republicanos (liberales y algunos conservadores);

-monarquistas (conservadores y muchísimos liberales).

Pero fundamentalmente, y para terminar, se da en 1867 la ruptura del monopolio político, militar y en consecuencia con las costumbres. En el fondo, el gobierno de Juárez rompe con el viejo régimen. Solo que esa ruptura para con las costumbres se dio en el papel, mas no en la práctica, y fuera de los principios de la masonería que ya vimos párrafos atrás. Las tradiciones y su profundo arraigo si bien fueron disminuidas en la capital y desplazadas a provincia, allí encontraron espacio para mantenerse; no tanto para evolucionar, que eso ocurriría -para los toros- al reanudarse en la capital en 1887. Como vemos este punto geográfico de nuestro país mantuvo su influencia hegemónica a partir de un vigoroso modelo  centralista, rezago y herencia de todo aquello que repudiaron los liberales al confrontar su posición con la presencia de los siglos coloniales en México, y que tanto cuestionaron.

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[1] Jorge Fernández Ruiz. Juárez y sus contemporáneos, p. 284-5.

[2] Lanfranchi, ibid., p. 168-9.

[3] González, Galería…, op. cit.

[4] Gloria Villegas. “Reflexiones en torno al motor de la historia”, p. 60-1.

[5] Leopold Von Ranke. Pueblos y estados en la historia moderna, p. 475.

[6] O’ Gorman, La supervivencia política…, p. 88.

[7] Ibidem., p. 55-6.

[8] José Ortega y Gasset. Historia como sistema, p. 29.

[9] Carlos Bosch García. Historia diplomática de México, p. 10.

[10] O’ Gorman, México. El trauma…, op. cit., p. 32. Nos interesa sobremanera y particularmente este enorme problema. O’Gorman resume magistralmente estos enfoques, confrontando las posibilidades a que se orientan cada una de las vertientes: la liberal y la conservadora. De esa forma conviene remitirse a la válida visión de nuestro historicista, quien postula:
LA TESIS CONSERVADORA
(Propósitos)
Constituir a la nueva nación de acuerdo con el modo de ser tradicional, aceptando como vigente el legado de la Colonia; pero no como mera prolongación estática, sino logrando un progreso social y material que rivalice con el de Estados Unidos, pero siempre en lo compatible con el modo de ser tradicional.
LA TESIS LIBERAL
(Propósitos)
Constituir a la nueva nación de acuerdo con el modo de ser de Estados Unidos. Se alcanzará así la prosperidad social y material logrado por el modelo norteamericano.
Luego va planteando todos los problemas que sorteó cada alternativa, los avatares, hasta la obtención de mezclas extrañas de esas dos entidades. La conclusión de O’ Gorman es como sigue:
tesis-liberal-tesis-conservadora
Sabemos ya que desde 1806 (68a) surge una logia (68b) con serias pretensiones del logro emancipador. Nos interesa ahora  seguir el curso  y la actividad de masones (68c) de una y otra ideología. El rito escocés (68d), da cabida a las ideas de conservadores en tanto que el yorkino (68e) lo será para las de los liberales. Sin embargo, la aparición de esta logia en particular nos atrae sobremanera (68f) y pretendemos para ello, abordar el curso de los movimientos de la masonería en el periodo ya indicado, intentando ser específicos. [11] Timothy E. Anna. El imperio de Iturbide, p. 17.
Entre 1821 y 1822 se dan varios acontecimientos destacados, a saber:
-la llegada a México del diplomático norteamericano Joel R. Poinsett en plan de observador (68g), los indicios bien claros porque cayera Iturbide del imperio, promovido el asunto por el periódico El Sol; y la exposición del plan de Casa Mata.
Poinsett, un obsesivo del poder definió su estilo en medio de un instinto “idealista fervoroso y cabal”, con ello
se las hubo con irrealistas empecinados, a quienes pudo imponer la supremacía de lo ideal sobre lo irreal (68h).
La manera en que el embajador se reflejó ante la sociedad muestra unos propósitos obsecados, pretensiones ambiciosísimas y un deseo por imponer cambios en los programas de mentalidad, que no fue cosa de establecerlos solo en nuestra nación. También viajó por Suecia, Finlandia, San Petersburgo, Moscú, Kasán. En Moscú se entrevista con el zar Alejandro a quien trata de convencer para envolverlo en propósitos que lo hicieran estar al servicio de su país.
Pero también destaca Fuentes Mares un aspecto reflejado más que en sus acciones mismas, en su rostro que “delata concentración, inteligencia analítica, talento para la acción” según cuatro retratos que sobre él existen. Su tipo sicológico dice el historiador chihuahuense es “asténico, esquizotímico”. Hombre de temperamento especial que a fuerza de pretender algo, lo consigue. Claro, de por medio, la intriga juega un papel trascendental.
Los otros sucesos van en relación al disgusto por la presencia rectora de Iturbide. Por eso
la voz cantante en contra de Iturbide a fines de 1821 y principios de 1822 partió del periódico El Sol, que hablaba a favor de los masones escoceses y por tanto estaba a favor de los Borbones (68i).
Claro que en la misma publicación y poco antes de la proclamación del emperador postulaba con acierto: que repúblicas como los Estados Unidos no eran adecuadas al panorama nacional pues ello ocasionaba la presencia de “multitud de pequeñas repúblicas”. Su tendencia central -es lógico- daba pie a tales comentarios. Padeció este periódico el rechazo de la monarquía por lo que reanudó sus números a dos semanas de la abdicación (en abril de 1823).
Personajes como Miguel Ramos Arizpe, Mariano Michelena, Luis Iturribarría son dirigentes organizativos de las logias masónicas escocesas, opositoras en gran medida al régimen iturbidista. Sabemos que Poinsett hace una visita a México en octubre de 1822 con propósitos por establecer el modelo de república federal que emanaba de la suya propia, como una manera de dar cabida a lo que muy pronto será el “destino manifiesto” (68j). Luego entonces, al proponerse el Plan de Casa Mata, este
no pedía la creación de una república, sino que de hecho garantizaba la continuación de la monarquía, tuvo el efecto de destruir el gobierno central, como lo explicara Nettie Lee Benson (68k). El artículo décimo del plan de 11 partes pedía que el gobierno en la provincia de Veracruz se depositara en la diputación provincial de Veracruz hasta que se resolviera la crisis (68l).
En esa forma, el mencionado artículo movió a todas las diputaciones provinciales a hacer suyo el Plan de Casa Mata y de esa forma lograr el control estatal o provincial, de manera independiente en un caso extremo. El plan en consecuencia tuvo apoyo en cuanto lugar se aposentó.
Se piensa que por continuador al proyecto español -“una monarquía constitucionalmente central que reconocía los poderes y privilegios regionales (aun cuando Fernando VII había rechazado personalmente esa tradición, en su intento de crear un absolutismo nuevo, más conservador)”- este fue un intento por derrocar a Iturbide.
Bajo esta luz, parece que no es posible interpretar al Plan de Casa Mata como una conspiración masónica secreta para reemplazar al emperador nacido en México por un miembro de la dinastía de los Borbones de España, como algunos historiadores sostienen. Quizá eso fue parte de la motivación de algunos individuos como Echávarri, quien pudo haber  conservado  ciertos sentimientos de simpatía hacia el acuerdo original
de Iguala en donde se pedía que un Borbón tomara el trono de México pero tal idea de seguro la hubiesen denunciado, y de hecho ni siquiera fue considerado por las provincias y sus dirigentes civiles y militares criollos. De cualquier manera no se puede rechazar de un plumazo el testimonio de Bustamante, Zavala y Alamán con respecto a que al menos algunos de los líderes de Casa Mata estaban motivados por el plan masónico de colocar un Borbón en el trono (68m).
Todo ello indica la propuesta no superada por ver en el poder a uno de los continuadores o sostenedores de la monarquía, en primera instancia; y en segunda la de garantizarse la continuidad del proyecto conservador. Pero entre fines de 1822 y comienzos de 1823 surgieron en forma masiva logias antiiturbidistas, escocesas y masónicas, dirigidas por los republicanos que recién habían vuelto. Borbonistas y republicanos las constituyeron, y personajes importantes (como Guerrero, Bravo o Victoria) mostraron su oposición a la causa iturbidista con lo cual se consiguió dar un paso sólido a la oposición; aunque podemos respirar la confusión pues
Aún cuando la mayoría era aún leal a Iturbide a fines de 1822, las logias se convirtieron en centros que estimularon un sentimiento antiiturbidista entre estos oficiales (68n).
Y era claro que hasta en los apoyos de Iturbide -caso de Lorenzo de Zavala- se diera un síntoma de no afinidad, pues Zavala pugnaba por la república federal -en cuanto idea- mostrando así su rechazo a los escoceses, que promovían la causa conservadora. Y dentro del esquema de Zavala, su afecto por la ocupación monárquica en México por un Borbón era evidente, aunque es verdad, quienes mantuvieron en pie tal alternativa poco gozaron, pues la aceptación no creció notablemente.
En cuanto al pensar de la masonería o de esta como encauzadora de los debates políticos que entonces no contaban con dirigencia propia, nos damos cuenta de que al sancionarse el Acta Constitutiva de la República, disentir en contra de ella era disentir contra la patria misma. Por eso, los escoceses mostraron preocupación por organizarse pues
en el país nunca había existido una política de partidos políticos organizados, y la logia ofrecía una excelente organización con reglamentos muy claros y con formas definidas para aceptar a nuevos miembros (68o).
Y si ellos conseguían tal estructura, resultado de su necesidad conformadora, no se quedaron atrás los yorkinos, encauzados por Poinsett quienes se integraron en logia. Algunos de ellos fueron: Lorenzo de Zavala, José María Tornel y Mendivil y Vicente Guerrero. A su vez, los yorkinos operaban en función del federalismo, del antihispanismo y la defensa de la independencia. Irrumpieron en momentos muy necesarios pues la liberación parecía regresar a su punto de partida en cuanto modo de ser provocada por los postulados conservadores-católicos, sostenidos por escoceses, promotores del esplendor que con todo y el ataque de que fueron víctimas -ellos y el sistema- se mantuvieron, alterados en su forma quizás; en su fondo fue muy poca la afectación.
Dos frentes de lucha ideológica aparecían en la liza. Sin embargo, los fines y objetivos de cada uno de ellos es como pensar en prácticas de laboratorio: en permanente mezcla.
68(a) Manuel Esteban Ramírez. Apuntes sintéticos sobre la masonería en México, p. 5. En el año de 1806, fué fundada una Logia Simbólica en la calle de las Ratas, No. 4, hoy séptima de Bolívar No. 73, casa en que vivía el regidor del Ayuntamiento de México, don Manuel Luyando: esta Logia fué establecida por don Enrique Muñiz, a la cual pertenecieron algunos regidores del Ayuntamiento de México, entre los que se encontraban don Manuel Luyando, el Marqués de Uluapa, el licenciado Verdad y otros del mismo Ayuntamiento, que ya trabajaban en secreto por la Independencia de México. En dicha Logia aparecen los nombres de Fray Melchor de Talamantes, de don Gregorio Martínez, don Feliciano Vargas, don José María Espinosa, don Miguel Betancourt, don Ignacio Moreno, don Miguel Domínguez, don Miguel Hidalgo y Costilla y don Ignacio Allende, estos dos últimos proclamaron la Independencia de México el 15 de septiembre de 1810; vinieron expresamente a recibirse masones antes de la Independencia y posaron en la casa No. 5 de la calle de las Ratas, en que vivía un señor de apellido Lindo. La logia llevaba el nombre de Arquitectura Moral y se ignora bajo qué auspicios trabajaba, pues no existe documento oficial que dé una idea, de su origen y dirección.
68(b)  Enciclopedia “Monitor” T. 8. p. 4084. Se llama logia  a la  agrupación  de  masones  que  se  reúnen  en  el
templo, lugar en el que habitualmente llevan a cabo sus trabajos. Cada logia está dirigida por un presidente, que tiene el grado de maestro y el título de Maestro Venerable, al que ayudan el primero y segundo vigilante, el creador, y el secretario. En escala descendente están el tesorero, el hospitalario, el experto, el maestro de ceremonias, el primer diácono, el segundo diácono y el cobijador interno.
68(c)  Op. cit. Sociedad secreta cuyos miembros afirman la existencia de Dios, se reconocen entre sí por medio de signos y emblemas y están divididos en grupos llamados logias. La leyenda atribuye a Hiram, arquitecto de Salomón, la fundación de la masonería, pero en la actualidad se piensa que tuvo origen en las corporaciones de los albañiles ingleses, que se reunían en logias con el objeto de mantener en secreto las peculiaridades de su oficio.
68(d)  Lorenzo Frau Abrines. Diccionario enciclopédico abreviado de la masonería, p. 165-6. Escocés. Nombre de varios ritos de la Masonería que se descomponen en las siguientes denominaciones: Escocés filosófico, en 15 grados; Escocés Primitivo, en 25 grados; Escocés Primitivo, en 33 grados; Escocés Reformado, en 7 grados; Escocés filosófico, en 18 grados; Escocés Antiguo y Aceptado, en 33 grados. El Rito Escocés Antiguo y Aceptado en 33 grados constituyó una reforma realizada por el rey de Prusia Federico II sobre la base de todos los demás Ritos llamados Escoceses. El verdadero origen del título del Rito llamado Escocés Antiguo y Aceptado se remonta a una disidencia surgida en 1739 en la Gran Logia de Inglaterra, a la que se acusaba de haber suprimido muchas de las antiguas ceremonias y de haber alterado los Rituales e introducido innovaciones, injiriéndose en las ciudades que se hallaban bajo la jurisdicción de la logia de York. Los disidentes se acogieron bajo la bandera de York y formaron una nueva Gran Logia de Inglaterra con el nombre de Régimen Escocés Antiguo, dando a la Madre Logia de donde procedían el título del Régimen Moderno (…) Por otra parte, hacia 1802 surgió en América un nuevo régimen bajo el título de Rito Escocés Antiguo y Aceptado, en 33 grados, Rito que ha promovido grandes controversias, siendo considerado dentro de la Orden masónica. Además de los anteriores Ritos, llevan el nombre de Escocés muchos grados de los mismos y de otros Ritos.
68(e)  Op. cit., p. 608-9. York. Ciudad de la Gran Bretaña, célebre en los fastos de la Masonería. Fué construida, según se consigna en los mismos, con el nombre e Eboranum, un siglo antes del nacimiento de J.C., por las sociedades de constructores que acompañaban a las legiones romanas y que la convirtieron en centro de las célebres Confraternidades de constructores, las cuales encontraron en ella seguro refugio y se conservaron intactas, salvándose de la ruina y descomposición a que llegaron en diferentes épocas las corporaciones del continente. Carta de York. Documento histórico, cuya autenticidad ha sido puesta en duda por algunos investigadores, que constituye uno de los Códigos más antiguos de la Masonería y sobre el cual se han basado las principales Constituciones que se conocen.
68(f)  David Brading. Los orígenes del nacionalismo mexicano, p. 130-1.
“…importante resulta señalar que los yorkinos representaban el primer intento por destruir la perpetuación del sistema colonial que encerraba el Plan de Iguala. Muchos españoles peninsulares mantuvieron sus posiciones influyentes en el ejército y la burocracia; los comerciantes gachupines eran numerosos y muy importantes. ¿Qué era la independencia si no liberarse de la presencia de los españoles? Doblegándose al expresivo antiespañolismo de antiguos insurgentes y de la gran mayoría del pueblo, los líderes yorkinos votaron sucesivamente dos leyes, en 1827 y 1829, que estipulaban la expulsión de casi todos los españoles del país.
68(g)  José Fuentes Mares. Poinsett. Historia de una Gran Intriga, p. 54. Ya en México, Mr. Poinsett se revistió, alternativamente con los diversos caracteres a que se prestaba su ambigua condición viajera: algunas veces como representante semioficial de su gobierno, y otras las más, como un simple viajero particular. Iturbide, por otra parte, fue informado de la visita de Mr. Poinsett, e inmediatamente se propuso evitar su desembarco, mas la orden imperial o no llegó a tiempo o no fue obedecida, ya que Santa Anna, jefe de la guarnición en el puerto, no sólo no opuso reparos al desembarco, sino que agasajó al recién llegado con la mayor efusión. Pese a los deseos de Agustín I, el 19 de octubre de 1822 era ya Poinsett un huésped inevitable.
68(h)  Op. cit., p. 11.
68(i)  Anna, op. cit., p. 70.
68(j)  Juan Antonio Ortega y Medina. Destino Manifiesto, p. 120 y ss. El legado puritano adquirió naturalmente entre los estadounidenses sus características peculiares hasta encontrar históricamente su propia consagración y fórmulas agresivas: destino manifiesto. Es a saber, misión regeneradora, libertaria, democrática y republicana sobre todo el continente… y sobre el mundo entero. Si los Estados Unidos se convertían en el santuario de la libertad y de la democracia, ello era debido al indiscutible y heredado designio providencial y no por mero capricho o contingencia. La economía divina dirigía de tal modo la marcha de la historia (aquí la idea de progreso espiritual-material peregrino queda subsumida en la de progreso ilustrado) que el fanal americano alumbraría los
inciertos pasos de los hispanoamericanos por el camino de la independencia, del progreso y de la libertad. La regeneración se proyectaba, por consiguiente, a escala continental; pero se aspiraba incluso a una escala mayor, universal. La extensión del área de la libertad, como lo pensaron y expresaron los norteamericanos más audaces, ambiciosos y prominentes, viene pues a ser, ni más ni menos, que la secularización de la vieja idea original de la regeneración espiritual.
La imaginación norteamericana se calenturaba con las míticas riquezas de México y soñaba con penetrar en un no lejano día “in the Hall of Montezuma” (expresión que casi se convierte en atractivo eslogan de la época) y de paso dedicarse al depurador y purificante deporte de saquear conventos, iglesias y catedrales atiborradas de oro y plata mal habidos. En 1853 la razón que se daba para extender la Unión Americana hasta Panamá era la existencia de las riquísimas minas de plata mexicanas y centroamericanas, que así pasarían a poder de un pueblo más industrioso e inteligente.
Como puede verse, el argumento de la tan manoseada regeneración es utilizado eficazmente por los norteamericanos para excusar doctrinal, religiosa e históricamente su intervención no sólo en México sino también en el resto de Hispanoamérica: “La inspiración moral de los expansionistas -escribe Justin H. Smith- se derivó de la concepción de un deber religioso capaz de regenerar al pueblo infortunado del país enemigo, atrayéndolo hacia el vivificante santuario de la democracia americana.” Y sobre el mismo tema de la regeneración, pero en términos ya de ecuación secular (evangelización = civilización = democratización), como en el caso anterior, tenemos este piadoso-político consejo del Heraldo de Nueva York (15 de mayo de 1847): “La universal nación yanqui puede regenerar y emancipar a ese hermoso país y facilitar a sus habitantes el modo de apreciar y disfrutar algunas de las muchas ventajas y bendiciones de que nosotros gozamos”. No creemos que violentemos demasiado los textos por el hecho de querer detectar en ellos la tradicional corriente regeneratriz anglosajona, cuyas fuentes reformadas (anglicanismo, puritanismo) ya conocemos.
68(k)  Anna, ibidem., p. 193. Cfr. Benson, Nettie Lee. “The Plan of Casa Mata”. Hispanic American Historical Review 25, 1 (febrero de 1943): 45-46.
68(l)  Ibid.
68(m)  Ib., p. 195-6.
68(n)  Ib., p. 101-2. Refiriéndose en concreto por cuerpos militares clave, como el Décimo Primer Regimiento de Caballería, que había lanzado una representación antimonárquica ante el congreso el 6 de mayo de 1822.
68(o)  Enrique Plasencia de la Parra. Independencia y nacionalismo a la luz del discurso conmemorativo (1825-1867), p. 41.

[12] Gibaja, Ibid., T. V., p. 331.

[13] José María Mateos. Historia de la masonería en México desde 1806 hasta 1884. Por (…) fundador del rito nacional Mexicano G.I.G y VEN. MTRO. DE LA R.L. FORTALEZA No. 6. Publicada con autorización del SUP.GR.oriente del mismo rito en su periódico oficial “La Tolerancia”. México, 1884, p. 13.

[14] Op. cit., p. 47. 

Los escritos del historiador José Francisco Coello Ugalde pueden consultarse a través de su blogs “Aportaciones histórico taurinas mexicanas”, en la dirección: http://ahtm.wordpress.com/

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