Un punto de apoyo a nuestros planteamientos se genera en San Luis Potosí en 1863. Sucede que a raíz de la avanzada francesa que ocupa finalmente la ciudad de México, Juárez y su gente se dirigen hasta territorio potosino, donde se establece provisionalmente la capital de la república.
La penuria financiera del gobierno de Juárez se agrava al ocupar las fuerzas navales francesas el Puerto de Tampico el 7 de agosto de 1863, por lo cual el gobierno de la República dejaba de percibir el pago de los derechos sobre el comercio exterior, que en cantidades importantes se recaudaban en dicho puerto. Las pugnas en las huestes juaristas continuaban, por una de ellas renunció Luis Couto al gobierno de Michoacán; la disciplina se quebranta por acciones de algunos gobernadores.[1]
¿Qué tiene que ver lo anterior con Gaviño? Mucho, como se verá. Resulta que fue desterrado de México por los disidentes (o lo que es lo mismo, republicanos a decir de El pájaro verde), pasó a la Habana, de allí se dirigió a Tampico para internarse a Durango, en donde se había contratado para dar corridas; pero al pasar por San Luis le aprehendieron y encerraron en un fétido calabozo, en donde por espacio de tres meses no vio la luz del sol. ¿Quienes le aprehendieron? Fue la legalidad juarista que lo reputó como sospechoso y lo tuvo en prisión de dos a tres meses, con tal rigor, que hasta se llegó a temer por su vida.[2]
Tales testimonios fueron recogidos de El Pájaro Verde, tanto de octubre como de noviembre de 1863. El referido a octubre y con fecha del 31 nos provee de todo lo sucedido en agosto. En dicho mes llegó Bernardo a San Luis, y el día 7 las fuerzas navales francesas ocupan Tampico. La sospecha no es oculta. Todos los cabos se juntan y, seguramente al enterar a la legalidad juarista de la llegada de Bernardo Gaviño de Durango, con procedencia de Tampico, nada difícil es que aquello se convirtiera en una detención aduciendo al gaditano ser algún enviado secreto de los franceses o cosa por el estilo. Sin embargo, hemos de recordar que al paso del tiempo, Juárez y Gaviño se encuentran de nuevo. Ello ocurre el 3 de noviembre de 1867 y en un festejo benéfico, participando ambos en una causa humanitaria.
Tal planteamiento, por meras causas particulares merece ser considerado pues allí es donde puede estar un pretexto que sirviera para que Juárez se prendiera de él y no pusiera punto final, hasta no ver culminada la “Ley de Dotación del Fondo Municipal de México” con fecha del 28 de noviembre de 1867.
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CON LA REAFIRMACION DE LA SEGUNDA INDEPENDENCIA, ¿SUCEDE LA RUPTURA?
En el ya famoso Manifiesto de Benito Juárez con fecha del 15 de julio de 1867, con el cual se celebra la entrada de su gobierno a la capital y con ello la restauración de la República, afirma al final del documento:
Por las características en que España sometió a la colonia mexicana las condiciones en 1810 para una revolución estaban dadas. Si bien, con los fines bélicos y destructivos que acarrea un proceso de esa magnitud, no deben ser más que muestra de que hubiera conciencia en la sociedad de cuanto ocurría y de que este pueblo se transformara mentalmente, único medio posible de desvincularlo de las costumbres que la tradición española le había impuesto.[4]
Por todo cuanto hemos visto, la “diversión compensadora” no resultó afectada en ninguna de sus partes y siguió su curso sin novedad alguna. Parece encajar esa significación en una idea lanzada por Leopold Von Ranke en el siguiente tenor:
(…)no hay problema más importante en el campo de la historia universal que el de saber cómo este elemento de la cultura, ya de suyo desarrollado, pero vinculado siempre a una determinada existencia política, ha podido conservarse y trasplantarse a través de las vicisitudes de los destinos de los pueblos, sus titulares y exponentes, cómo ha sido capaz de perdurar por sobre todas las sangrientas destrucciones de estados antiguos y las violentas instauraciones de otros nuevos.[5]
Respecto al pronunciamiento de Juárez mostrado a la entrada del presente apartado, se me ocurre pensar, si se habla de una “segunda independencia”, que si los toros como diversión popular heredada por España se convierten en “último reducto” entre una notable serie de valores e ideologías, amen de moldes que quedaron y aun circulan -que son valores propios de la colonia, se prestaba ese momento para sacudir los viejos esquemas con ese nuevo empeño que arrancaba en razón paralela con los principios bien establecidos del orden y progreso.
Al respecto nos dice Edmundo O’Gorman lo siguiente:
la significación del “Triunfo de la República” en el ámbito de nuestra historia consiste en que fue consumación de la independencia nacional respecto al dilema en que se hallaba el ser de la nación al surgir en el escenario histórico. Fue, por lo tanto, el triunfo de la posibilidad de ser republicano sobre la del ser monárquico; pero más profundamente, fue la conquista de la nacionalidad misma, entendida como una suprema responsabilidad hacia la patria en su pasado, su presente y su porvenir.[6]
Si esto fue así, ¿se propondrían los fines liberales o la prensa o quien fuera a cancelar la diversión popular de los toros en 1867? ¿Por qué tuvo que ser precisamente el de la restauración de la República y no antes o después?
Tales preguntas no tienen respuesta más que con la intervención de la prensa (cuyo sentido de peso sigue influyendo, como influyó e influyen -ya lo he dicho- en su medida proporcional cada uno de los aspectos planteados aquí), de la ideología liberal al servicio de mejores etapas y a los resortes con que hemos venido manifestando el esquema. Pero por otro lado no basta la pura significación por haber obtenido esa deseada “segunda independencia”. En el fondo, se manifiesta una abierta pugna entre liberales y conservadores en pos de esa anhelada meta.
¿Qué hay en el fondo de esa interna lucha entre puros y moderados? ¿Qué, detrás del dilema que los dividió en el congreso? ¿Qué, en fin, por debajo de la pugna entre restaurar el código de 1824 o adoptar una nueva ley fundamental?
(…) bases de la reforma que en vano se había intentado antes. Pero, ¿reforma de qué? Obviamente de la sociedad mexicana. He aquí al descubierto el fondo de la cuestión. En efecto, ESTA CLARO QUE LOS MODERADOS TAMBIEN QUERIAN ESA REFORMA, PUES DE LO CONTRARIO NO ESTARIAN INCLUIDOS EN EL PARTIDO LIBERAL; PERO LA QUERIAN COMO SIEMPRE LA HABIAN QUERIDO, NO A BASE DE MEDIDAS DRASTICAS Y ENERGICAS DE EFECTOS INMEDIATOS Y FULGURANTES, SINO PAULATINA, ES DECIR, UNA REFORMA TIBIA Y CONTEMPORIZADORA, TEJIDA DE CONCESIONES Y RESPETOS HACIA LAS COSTUMBRES Y LOS HABITOS HEREDADOS DE LA EPOCA COLONIAL. El nuevo dilema era, pues, o reforma o transacción; pero, a enorme diferencia con el falso dilema entre régimen central o federal, el liberalismo se enfrentaba, por fin, a la auténtica disyuntiva que debía resolver, porque en la alternativa de aquellos extremos se ventilaba, ni mas ni menos, la posibilidad misma de realizar su programa o dicho en nuestros términos, estaba en juego la actualización del ser republicano para México.[7]
Es muy importante recoger de la cita anterior el concepto que aplicaron -a los ojos de O ‘Gorman- los liberales; esto es ejerciendo “una reforma tibia y contemporizadora, tejida de concesiones y respetos hacia las costumbres y los hábitos heredados de la época colonial”. Ello nos muestra no más que un alejamiento respetuoso de las costumbres y los hábitos heredados de la época colonial, para que en el momento más oportuno se decidiera una intervención a nivel del discurso político para derrumbar toda presencia en los órdenes ya vistos y poner en marcha el sistema óptimo y deseable a partir de 1867, año en que concluyen además de una serie de guerras internas e invasiones extranjeras, y en cierta manera las pugnas entre puros y moderados. El plan de avanzada total encontró entonces el campo libre para sembrarlo de aspiraciones que en Juárez tuvo a su mejor cultivador.
Así, Juárez mismo encuentra una probable salida al destino de México: el “ser” de la nación. Esto, bajo un tratamiento historicista nos conduce a la siguiente reflexión planteada por José Ortega y Gasset:
el prototipo de este modo de ser, que tiene los caracteres de fijeza, estabilidad y actualidad (=ser ya lo que es), el prototipo de tal ser era el ser de los conceptos y de los objetos matemáticos, un ser invariable, un ser siempre lo mismo.[8]
Esto es, mantener la identidad con la que se forma y/o concibe una entidad “X”; nace, crece y se desarrolla tal o cual razón viva; sin intervención ajena de algo, de alguna cosa.
LA MASONERIA: ¿INTERVINIERON SUS IDEALES EN LA PROHIBICION?
Aquí se pretende conocer un par de situaciones:
1.-La forma (muy generalizada) en que la masonería tuvo origen, desarrollo en influencia entre la sociedad decimonónica mexicana, y
2.-si tales comportamientos de carácter ideológico afectaron en mayor o menor medida el desarrollo de las fiestas taurinas del mismo siglo.
No es este, por supuesto un estudio a fondo de la masonería. Por el contrario, se pretende explicar con ella como instrumento ideológico la aportación hacia el significado de estudio, sin desprenderse por supuesto de la historia de México en su periodo de 1821 a 1867.
Luego de que se obtuvo la categoría de nación, intereses de distinto orden, surgidos de su propio seno o del extranjero, ocasionaron un dislocamiento que marchó por rutas de diverso sentido. Encaminaron el destino:
La iglesia, los masones, los liberales, los conservadores, los federales, los centralistas, los monárquicos, los republicanos, en suma, los que dejaban de lado la preocupación nacional desde el punto de vista interior, (ellos) eran los elementos que rivalizaban en la pugna por definir la evolución de México.[9]
La novedosa situación del país quedó sometida a aspectos muy dispares. Dejaba de ser lo que fue durante tres siglos, según la opinión optimista de liberales y se resistía a un nuevo concepto, que atentaba el sistema establecido; que así puede entenderse la visión de los conservadores.[10]
Ante esos dos frentes de lucha se incrustaron esquemas que aprovechaban el caos para influir ideológicamente entre la sociedad. Desde 1806 hay indicios de la masonería en México, pero es hasta la llegada de Joel R. Poinsett cuando esta acaba por tomar una fuerza notable. Recordemos que el fin de la masonería es y ha sido llevar la razón del concepto, luchar contra la ignorancia, el fanatismo y el dogmatismo.
Génesis de la masonería en México.
“La separación de España y la independencia se suponían sinónimos -apunta Timothy E. Anna-, lo cual ayuda a explicar por qué pocos autores han observado que el resultado del Tratado de Córdoba no fue la independencia, sino la autonomía”.[11]
Independencia, autonomía, emancipación fueron los signos con que se manifestó la presencia de un cambio en el camino de la búsqueda por la nación. Los años iniciales del siglo XIX y los que le siguieron se significaron como el caldo de cultivo a sinfín de intentos contradictorios. Llama la atención que hombres convencidos del progreso y no del regreso (en todo caso rechazado); de continuo no dejaban de aparecer en la línea de batalla, enfrentándose con el sistema tradicional.
Por otro lado, no sabemos cual sea el delito de Juárez al haber abrazado ideas formalmente progresistas que ya no compaginaban con el viejo sistema. Es claro el hecho de que durante buena parte del XIX se rehace al mundo señorial con la manera o intención de mantener el régimen conservador, el sentido colonial en consecuencia. Aunque Gibaja y Patrón llega a decir de Juárez que era variable en sus creencias; “fue cristiano católico, luego masón anti-cristiano, después fundó la secta cristiana protestante: la Iglesia Mexicana”.[12]
Se logra alcanzar una nueva etapa si se sabe romper frente al viejo esquema que empuja al siguiente nivel.
Concretando las intenciones a las que sometí estos apuntes, se pueden establecer ciertos márgenes con los cuales se arrojan respuestas sobre la participación o no de masones en el espectáculo de toros, más que el de esbozar un resumen a la visión histórica sostenida hasta el momento.
Sabemos sí, de la presencia de masones en torno a la fiesta. Alfredo Chavero, Ignacio Manuel Altamirano, Sebastián Lerdo de Tejada, Juárez y todos aquellos que, estando involucrados, deben responder a nuestra pregunta de si su participación o su idea concreta -como masones- y a ello agregado el espíritu liberal, decidieron en el bloqueo a la fiesta de toros en 1867.
Quizás en lo que a continuación se exprese podremos entender una de las verdaderas fuerzas de impulso que quedaron de nuevo en reposo y que, hasta la “Restauración” se pondrían en práctica. Juárez expide, luego de las insistencias tanto de Lerdo como de Santos Degollado una ley, “El Manifiesto del gobierno constitucional a la nación” (julio, 1859) donde se marcan los linderos definitivos entre la iglesia y el estado. Como reforma, tiene de suyo un planteamiento: manifestar el alejamiento de los sustentos tradicionales que la sociedad ha mantenido, como producto de las secuelas colonialistas. Por eso, no hay como las Leyes de Reforma, con cuya mezcla, desterraría viejos cuadros que la iglesia tenía bien establecidos. Y no es solo la iglesia; es el poder social y político del clero, de sus representados el que detenta la situación. No es ese gran entorno el solo punto de ataque. Lo es, también la tradición, la costumbre que el mexicano -como un ser independiente al español- hizo propio luego de tres siglos de control, que no son fáciles de sacudir inmediatamente. He allí la gran posibilidad de hacer del México conservador un México metido en cambios y en progresos. Es significativo el contraste.
El espíritu de la época influía en gran medida. Propósitos muy firmes por la personalidad auténtica de México en aras del progreso y las ideas liberales, iban dándole perfiles diversos con objeto de desbastar las fisuras e imperfecciones propias de un pasado al que se combatía. Es lógico que ese pasado es la herencia española misma, la cual ni un movimiento emancipador (1810) ni leyes de todo peso y tipo (1824, 1857, 1859 v.gr.) lograron restarle a esta conformación y sociedad civil, religiosa y por qué no decir política que la representaba, su natural arraigo. Sufrió alteraciones y afectaciones también, pero no se trata de un peso específico posible de variar, sino de uno absoluto que debe y precisa llegar hasta sus propias raíces.
Abundando sobre la masonería, es muy factible que haya participado, aunque realmente no sabemos si la postura de los masones, es por masón auténtico o por protestante. El masón concilia con las cosas del progreso y de la razón y es muy seguro que hasta aceptara el contexto del espectáculo. Por su parte, los protestantes odian la fiesta (matan cristianos y árabes, pero defienden animales). Pero no olvidemos que su esquema -el de los masones- se mueve gracias a la acción de otros elementos. Si resolvemos esto por una sumatoria, resolvemos parte de nuestra duda.
Las tendencias de los fundadores de la masonería en México, eran liberales; pero lo eran en el sentido español, es decir, excusándose de dar parte á los mexicanos, y los pocos que eran admitidos, se puede asegurar, sin temor de equivocarse, que pertenecían a familias nobles y españolizadas (…).[13]
Decir que Juárez fue masón es estar en lo cierto. Pero, ¿en qué medida el oaxaqueño proyectó esa mentalidad hacia el toreo -en concreto-, en el momento de dar marcha a la “república restaurada” con todo lo que ella, en sí misma implicaba?
Esto es, si el objetivo de la masonería: llevar la razón del concepto, luchar contra la ignorancia, el fanatismo y el dogmatismo, bajo esta premisa se entiende entonces la posible negativa hacia el espectáculo de toros, por considerarlo contrario en todo sentido a los principios establecidos por las logias. Pero Juárez siendo un miembro del Rito Nacional Mexicano era preciso que se sujetara a un principio donde fijaron (los fundadores del rito) el principio de que “no es cordura atacar hábitos y costumbres, respetadas por los hombres más sabios de todo el mundo, y ponerse en hostilidad con las reglas seguidas hasta entonces por la fraternidad, y sobre todo, que una innovación de la naturaleza que tenía la de que se trataba, y sin saberse positivamente hasta donde podía tener su punto de contacto con la masonería antigua, producía desde luego una alarma que era preciso calmar”.[14]
Con lo anterior tengo que caer en la cuenta de que masón o no; centralista o republicano; militarista o no, el hombre público o el hombre común acudían a la plaza sin tener que ostentar dentro de ella su bandera ideológica o partidista. Entendamos al toreo como un espectáculo simple y sencillamente y no un punto de influencia para la actividad política de esta índole.
En conclusión, la masonería entendemos que participó de forma parcial en este acontecimiento con sus ideas (la tregua constante de la modernidad política mexicana con el pasado así nos lo muestra). Sólo que el carácter económico que de suyo tuvo el hecho de la prohibición, de pronto descarta y resta responsabilidad a la participación masónica.
Ya sabemos que hubo medidas previas de dotación al fondo municipal en abril de 1865 al duplicarse el impuesto de beneficio que evitó la solicitud de prohibición a las corridas de toros en esos mismos momentos. Es importante considerar que entre 1863 y 1867 imperó -a decir de Gibaja- una pro-libertad nacional contra el monarquismo:
-Republicanos (liberales y algunos conservadores);
-monarquistas (conservadores y muchísimos liberales).
Pero fundamentalmente, y para terminar, se da en 1867 la ruptura del monopolio político, militar y en consecuencia con las costumbres. En el fondo, el gobierno de Juárez rompe con el viejo régimen. Solo que esa ruptura para con las costumbres se dio en el papel, mas no en la práctica, y fuera de los principios de la masonería que ya vimos párrafos atrás. Las tradiciones y su profundo arraigo si bien fueron disminuidas en la capital y desplazadas a provincia, allí encontraron espacio para mantenerse; no tanto para evolucionar, que eso ocurriría -para los toros- al reanudarse en la capital en 1887. Como vemos este punto geográfico de nuestro país mantuvo su influencia hegemónica a partir de un vigoroso modelo centralista, rezago y herencia de todo aquello que repudiaron los liberales al confrontar su posición con la presencia de los siglos coloniales en México, y que tanto cuestionaron.
___________________
[1] Jorge Fernández Ruiz. Juárez y sus contemporáneos, p. 284-5.
[2] Lanfranchi, ibid., p. 168-9.
[3] González, Galería…, op. cit.
[4] Gloria Villegas. “Reflexiones en torno al motor de la historia”, p. 60-1.
[5] Leopold Von Ranke. Pueblos y estados en la historia moderna, p. 475.
[6] O’ Gorman, La supervivencia política…, p. 88.
[7] Ibidem., p. 55-6.
[8] José Ortega y Gasset. Historia como sistema, p. 29.
[9] Carlos Bosch García. Historia diplomática de México, p. 10.
[10] O’ Gorman, México. El trauma…, op. cit., p. 32. Nos interesa sobremanera y particularmente este enorme problema. O’Gorman resume magistralmente estos enfoques, confrontando las posibilidades a que se orientan cada una de las vertientes: la liberal y la conservadora. De esa forma conviene remitirse a la válida visión de nuestro historicista, quien postula:
Dos frentes de lucha ideológica aparecían en la liza. Sin embargo, los fines y objetivos de cada uno de ellos es como pensar en prácticas de laboratorio: en permanente mezcla.
[12] Gibaja, Ibid., T. V., p. 331.
[13] José María Mateos. Historia de la masonería en México desde 1806 hasta 1884. Por (…) fundador del rito nacional Mexicano G.I.G y VEN. MTRO. DE LA R.L. FORTALEZA No. 6. Publicada con autorización del SUP.GR.oriente del mismo rito en su periódico oficial “La Tolerancia”. México, 1884, p. 13.
[14] Op. cit., p. 47.
►Los escritos del historiador José Francisco Coello Ugalde pueden consultarse a través de su blogs “Aportaciones histórico taurinas mexicanas”, en la dirección: http://ahtm.wordpress.com/
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