MADRID. Más de tres cuartos de plaza. Cinco toros de Victorino Martín, desiguales de presentación y muy escaso juego; y un sobrero de San Martín (6º bis), noble pero de poco fondo. Iván Fandiño (de agua de mar y oro), pitos y pitos. Alberto Aguilar (de azul cobalto y oro), silencio y ovación tras dos avisos. Gómez del Pilar, que confirmó su alternativa, ovación y silencio. Entrada: Más de tres cuartos. Saludó en banderillas en el cuarto Roberto Martín
Se guardó un emotivo minuto de silencio en memoria del niño Adrián Hinojosa.
Se anunciaba como tarde relevante y la afición respondió en una gran medida, fuera de los días feriados, una de las mejores entradas en los últimos tiempos. Pero ni la imaginación ni la fuerte apuesta de Simón Casas por ofrecer alicientes tuvieron luego continuidad en el ruedo.
La expectación se la llevó por delante el lote de lo albaserradas que mandó Victorino. Ni la tan desigual presentación –alguno ya fue protestado de salida–, ni sobre todo su deficiente juego permitieron mayores alegrías. No hubo ninguna alimaña, es lo cierto; pero tampoco ese toro que emociona y arrastra el morro. Destacó el 2º y noble sobrero de San Martín. Con la complicaciones propias de la Casa 1º y 3º, bastante deslucido el 5º y sin propósito de humillar el 4º, aunque era más manejable. Decepción, en fin, del hierro de la coronada.
No termina de levantar cabeza Iván Fandiño. Sigue sin verlo claro. No supo entenderse con ninguno de sus dos enemigos. Y, dentro de las complicaciones, tuvo el lote más potable. Le desbordó su primero, al que no supo, o no pudo, esperar con la muleta; con escasa disposición ante su segundo. Muy desvaído el torero de Orduña, que hace ya demasiado tiempo que no encuentra su sitio en el ruedo. Ni siquiera el empeño y la decisión de otros momentos.
Pena del mal uso de la espada con el sobrero que lidió como fin de la función Alberto Aguilar, que había cambiado el orden de lidia, para reponerse del fuerte golpe que recibió con su primero. Si en la hora final hubiera estado acertado, ya tendríamos un primer triunfador, porque impuso su temple a las nobles galopadas del sobrero. Con el deslucido que hizo 3º, cumplió holgadamente. Pero ahí quedó su tarjeta de visita a la espera de mejor fortuna.
No es que le viniera grande la corrida, que nunca se vio desbordado, pero no era la tarde del confirmante Gómez del Pilar. Ni con el de la ceremonia, ni con su segundo –lidiado como quinto—sacó a relucir las esperanzas despertadas por sus triunfos a finales de la pasada campaña.
Y tras el fiasco de Ramos, a esperar que el mano a mano de Díaz y Garrido, con los de Montealto, deparé mejores sorpresas por la Resurrección.
0 comentarios