PAMPLONA, 12 de julio de 2012. Sexta de feria. Lleno total. Toros de Victoriano del Rio, –1º, 3º, 4º y 5º con el hierro de Toros de Cortés– , con una presentación impropia de Pamplona, bajos de raza y deslucidos; la excepción fue el que abrió plaza, encastado y bueno. José Pedro Prados “El Fundi” (de tabaco y oro), una oreja y ovación tras aviso. Julián López “El Juli” (de nazareno y ro), silencio y una oreja. Sebastián Castella (de negro y oro), ovación tras petición y silencio tras aviso.
Ni en las cosas del toro, ni en general en el ir por la vida, la demagogia es buena compañía. Y demagogia sería entrar a saco con el tipo de toros que han traído para la primera tarde de figuras. Pero tan mala como la demagogia es no querer ver la realidad. Y la realidad sanferminera es que la mitad de la corrida de Victoriano del Río tuvo sobrados méritos para haber sido rechazada en los reconocimientos previos. 3º, 4º y 5º no eran precisamente toros de Pamplona, ni de ninguna plaza de primera. Lo que pasa es que en Pamplona, con el nivel de toro que suele verse, llamada mucho más la atención. Y no hace bien la autoridad competente aplicando estos criterio de permisividad, por más que el billetaje esté vendido de antemano en su totalidad. Ya son ganas de dejar que se le pierda el respeto a esta plaza y esta feria.
Luego, para colmo, la corrida no salió buena, excepción hecha del que abrió plaza, un cinqueño que fue el único verdaderamente encastado y con recorrido, embistiendo humillado y en la rectitud. El 2º fue un mastodonte, basto y sin clase alguna. El 3º, dentro de esa categoría de medio toro, como sus hermanos 4º y 5º, éste algo más hecho, pero los tres viniéndose a menos. Y deslucido el montado arriba que cerró plaza, incómodo a más no poder. Balance pobre a todas luces, que se acentúa en la comparación con lo que hemos visto en días anteriores.
“El Fundi” venía a Pamplona sustituyendo al lesionado –no se sabe de qué– Juan Mora. Y de paso se despedía de esta plaza, donde tantas corridas duras ha matado. Como en compensación, le correspondió el mejor toro de la tarde. Y lo supo aprovechar, desde luego. Ya con el capote dejo lances con buen sello y con la muleta se le vio muy centrado, buscando siempre llevar al toro por abajo y con suavidad. En los medios se sucedieron las series sobre ambas manos con un nivel notable.
Volvió a estar el Fuenlabrada muy torero con el capote en el cuarto, al que construyó una faena interesante, con unas últimas series de envergadura. El toro le tapaba la salida a la hora de entrar a matar y le dio dos buenos sustos, uno de ellos con un revolcón espectacular, para finalmente meter la espada con habilidad.
Poco se le podía pedir a “El Juli” con el grandullón segundo de la tarde, al que despachó de una entera habilidosa. Salió con raza a por el quinto y ahí sacó todo el poder de su muleta. En especial con la mano derecha. Pero toda ella bajo criterios muy aceptables. “El Juli” que habitualmente vemos. Pinchó antes de dejar una entera, lo cual no fue óbice para que se le concediera una oreja.
La polémica de la tarde vino con el tercero: ¿había que concederle la oreja, con petición mayoritaria, a Castella? La Presidencia decidió que no, con la misma tranquilidad que en otras tardes los pañuelos blancos habían salido a relucir con manifiesta generosidad. La faena, es la verdad, había ido a más, hasta acabar con muletazos muy reunidos y, sobre todo, con el mérito de traerlo muy toreado desde adelante. Media en buen sitio tuvo un efecto inmediato. Con el sexto, siempre con la cara por las nubes, solo se podía estar por allí, tratando de sacar agua de un pozo que estaba seco.
El encierro
Otro encierro rápido y limpio el protagonizado por los toros de Victoriano del Río. Aunque la manada no se mantuvo agrupada, los toros iba a plena carrera, sin distraerse a los lados.
Por fortuna, no se produjeron heridos por asta de toro, aunque sí los habituales contusionados, seis de los cuales recibieron asistencia medica.
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