En su taller de la Ciudad Lineal todo tiene cabida, conviven en armonía Bailaoras, Maternidades, con piezas dedicadas a la música. Flores frescas recién cortadas del jardín con otras marchitas, pero no por ello menos bellas -´La belleza de la muerte es más duradera que la de la vida´, dice en ocasiones Venancio-.
Sobre el caballete, siempre hay un papel en blanco dispuesto a ser ennoblecido por un trazo y junto a las planchas de cera y al hornillo de gas, miles de ideas en su mente dispuestas a cobrar forma.
En su estudio todo está dispuesto, todo está a punto de ser atendido por el Maestro para inmortalizarlo, bien sea en bronce o en dibujo. En este lugar de magia, cada día es una sorpresa, no hay nada premeditado de antemano y es precisamente esto lo que lo hace tan necesario e interesante. Las mañanas suelen ser claras y luminosas, llenas de proyectos pendientes de ser realizados; pero son las tardes, sosegadas y silenciosas, en las que Venancio, sumergido en la ´soledad´ del taller, hace realidad los sueños convertidos ya en materia. Hay en todo este acto creativo un sentido de responsabilidad y de disciplina enorme porque no todos los días dan fruto y sin embargo, el artista debe de acudir a diario al estudio para entregarse en cuerpo y alma a la Idea, a la que Venancio califica con acierto de caprichosa; y es deber de todo artista prestarle a ésta, la atención que necesita, atendiéndola en todo momento.
La diversidad temática es consecuencia directa del profundo conocimiento que tiene Venancio del Dibujo. Es éste, el que le permite trasladar a la materia definitiva la Idea. Es además, el que le lleva a observar la Realidad de una manera profunda y analítica, a la vez que sincera, sin disfrazarla con ropajes que la confundan. De ahí, que cualquier motivo, más allá de la temática, le atrape y le interese plásticamente. Porque todos proceden de la Naturaleza que es una sola y es únicamente el espíritu intrínseco en cada una de las formas, las que las diferencia y las identifica.
Junto al tema religioso, el otro gran referente ha sido el mundo taurino. Desde el toro en el campo, con el que Venancio pasó sus primeros años en la finca que la familia Pérez Tabernero tenía en Matilla de los Caños del Río (Salamanca) hasta llegar a la Plaza, donde el animal es analizado ya, con mirada de escultor. Atrapa en éstas sus movimientos con trazos rápidos, esenciales, para llevarse consigo lo mejor de cada faena. Ha conseguido captar la bravura y la nobleza del toro como nadie, siempre bajo un análisis sincero y desde el respeto que siente hacia el animal, sin recrearse en la anécdota o en lo accesorio. Pero no sólo nos deleita con el toro, también el torero, el picador o el caballo en sus ´soñadas Suertes de Varas´ -digo ´soñadas´ porque va más allá del encuentro entre el toro y el caballo. Se permite imaginar, ya en su estudio, embestidas imposibles en las que la Suerte se ha convertido en excusa para llevar al máximo de sus posibilidades la idea de movimiento-. Convierte este ´encuentro´ en un alarde plástico donde es Venancio el que ´embiste´, en este caso sobre el papel o la cera, para dar forma a la esencia. Un ejemplo lo tenemos en Sevilla con el Monumento a Juan Belmonte donde concreta el retrato, acentuando los rasgos que caracterizaban al torero con unas soluciones novedosas combinadas de manera que el que lo observa, es capaz de percibir de una sola vez, lo mejor del Torero. Conjuga magistralmente el vacío con las planchas de escayola en las que fue modelada la escultura, para potenciar el juego de volúmenes. Se trata de una obra realizada en 1972 y que, a pesar de los años transcurridos, no ha perdido en absoluto el sentido de monumentalidad y de contemporaneidad. Lo mismo sucede con la mayoría de sus Toreros -Torero Nº1 (1960)- o en obras como Tauromaquia (1989) o Adorno (2002).
El mundo animal -más allá del caballo y del toro- ha sido también atrapado por su escultura. En 1971 participa en Budapest en una Exposición de carácter Internacional sobre La Caza y obtiene el Primer Premio. Sorprende la capacidad de análisis en esculturas como León (1966), Ciervos (relieve, 1966) o Loro (1966) y la síntesis conseguida en animales tan originales como el Avefría (1966) donde crea un interesante juego de contraste entre las formas lineales de las patas y el desarrollo geométrico con el que resuelve el volumen del cuerpo.
Al deporte también le ha dedicado su espacio. Durante los años en los que se celebraron en España las exposiciones sobre El deporte en las Bellas Artes, Venancio siempre estuvo presente. Fue galardonado con el Gran Premio de Escultura en el Concurso Internacional del Deporte en las Bellas Artes con un relieve dedicado al Ciclismo (1964) y que sirvió de boceto para otro de mayores dimensiones que hoy se encuentra en el Velódromo de Anoeta en San Sebastián. Participa en 1967 en la primera Bienal dedicada al Deporte que se celebró en Barcelona. Allí, fue premiado por un relieve fundido en bronce titulado, Baloncesto (1967). En 1977, se presenta a la VI Bienal y es galardonado de nuevo con una de las esculturas que modela en homenaje al piloto Tom Pryce, Fórmula I (1977). En ésta, las formas del vehículo se descomponen y se organizan en el espacio. Ha desaparecido casi por completo el sentido figurativo y prima sin embargo, lo espiritual. Recuerda esta escultura a otras anteriores, como Pureza o Espíritu Santo -ambas de 1974-, en las que se acerca a la abstracción formal, en la búsqueda de emoción plástica. Los deportes le siguen interesando y son muchos los apuntes que realiza a plein air, en sus ratos de descanso en las playas de Campoamor, disfrutando de una carrera de ciclismo en la televisión o transcribiendo lo que siente, ante el caballete -Ciclistas (2003), Juego en el mar (1992)-.
El flamenco, será también motivo de análisis. Desde los pequeños apuntes que realiza cuando disfruta de alguna actuación en directo, a estudios ya elaborados en su taller. En su colección aparecen El Baile, el Cante, La Guitarra. Hay en todas éstas una presencia necesaria del dibujo que es el que le permite contar lo esencial de cada motivo. Los trazos en el aire se suceden cuando intenta modelar la expresión del baile, o en el Cantaor, concentrando toda la tensión en el gesto de las manos y de la boca mientras vacía de forma los pulmones que se han de cargar de aire. Debo destacar una de las series más interesantes que ha modelado sobre este tema. Se trata del Apostolado Flamenco, son esculturas que a pesar del formato, -no alcanzan los treinta centímetros de altura- transmiten, sin embargo, una monumentalidad y una fuerza impresionante. Son verdaderos dibujos en el espacio, concentradas en lo esencial. Son esculturas ágiles, que nacen todas ellas en apenas una semana. Es de nuevo el creador, al servicio de la Idea, que fluye en su mente como un caudal de agua fresca y que ofrece sus manos maestras para definir con caricias -parafraseando el título de la serie modelada en barro en 1981, caricias romanas- lo que aquella le dicta.
La naturaleza humana en general también capta la atención de Venancio. Siente enorme interés por el Desnudo, como ejercicio de análisis de las formas y máximo exponente de belleza. Realiza a lo largo de toda su vida, gran cantidad de dibujos tomados del natural en los que estudia a fondo la figura.
Será, sin embargo, en la obra dedicada a la Música, donde se enfrente más directamente con la abstracción. Haydn, Mozart, Häendel o Brahms, son algunos de los grandes compositores a los que les ha dedicado a través de la plástica, su personal homenaje. Es una interpretación formal de lo que las distintas audiciones le han sugerido. En cada una de éstas, describe con maestra originalidad -a partir de la sucesión de elementos verticales y horizontales- cada uno de los tiempos de la Sinfonía.
No hay, por tanto, en el recorrido de su obra dilema entre abstracción y figuración. Ambas cualidades van siempre unidas y son inseparables. La realidad nos presenta formas, aparentemente ´comprensibles, tangibles´ pero que portan consigo un componente de abstracción que es el que las distingue y las individualiza. Por eso, cuando disfrutamos de la obra de Venancio podemos vislumbrar en ella, algo más que se esconde detrás de la superficie. Un gesto, una textura, el trazo intenso realizado con el carbón. Son los que convierten al dibujo o a la escultura en algo que trasciende la materia. Es lo que nos conmueve y nos emociona, nos transmite Verdad, Bondad y Belleza tres cualidades implícitas en cada una de sus piezas independientemente del tema que sea.
Las líneas anteriores, son una breve semblanza de la obra del escultor. La exposición del Museo Tiflológico, es muestra de ello. El reto para la Fundación Venancio Blanco con la inestimable ayuda de los técnicos de la ONCE, ha sido seleccionar de entre las obras fundamentales, aquellas que recojan en sus formas el lenguaje amable a la caricia del público.
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