HUELVA, 2 de agosto de 2012. Primera de las Colombinas. Tres cuartos largos de entrada. Toros de José Luis Pereda, terciados incluso para una plaza de segunda, de dóciles pero sin poder ni casta. Manuel Jesús El Cid (de tabaco y oro), ovación y una oreja. Iván Fandiño (de esmeralda y oro), silencio y palmas. Daniel Luque (de rioja y oro), silencio y silencio.
La víspera del día grande de estas fiestas, que en la edición de 2012 están a caballo entre los eventos colombinos y la marejada del tomasismo, una mala corrida de José Luis Pereda paró en seco las ilusiones que en teoría aportaban los toreros. Como sería la corrida –con algunos ejemplares que no tenían ni apariencia de novillotes– que sus paisanos dedicaron por cuatro veces pitos muy sonoros al criador al arrastre de sus toros. Algunos en pié casi no se tenían, a todos se les simuló la suerte de varas, pero, eso sí, cumplían con toda exactitud el principio esencial de nuestros días: no molestaban. Tampoco permitían el triunfo, pero todo sea por cumplir el primer mandamiento que siguen una mayoría de criadores. Que luego no hubo emociones en los tendidos, bueno esa ya forma parte de la rutina.
Tuvo un cierto fundamento la faena de El Cid con el que hacía cuarto, uno de los pocos “peredas” que tuvo más recorrido y algo de pujanza. Con la derecha instrumento tres series con un punto de enjundia, llevándolo muy por abajo. Luego cambió a la zurda y cambió el panorama. Cierto que no era el mejor pitón del toro, pero igualmente cierto no era el momento mejor del torero de Salteras con su mano emblemática. A base de descargar la suerte, el tendido entendió pronto que aquello era otra cosa. Con todo, después de dos intentos con la espada se le concedió el único trofeo de la tarde.
La novedad de Fandiño quedó sin despejar. Puso su habitual voluntad y tesón, pero con toros sin poder y colocándose de forma habitual al filo del pitón, la historia tenía poco que contar. Se mostró variado con el capote.
Si todo hubiera acabado con el primer tercio, hoy se estaría hablando de Daniel Luque, cuyos progresos con el capote, en calidad y en variedad, son ya mas que una promesa. Su quite en el tercero fu probablemente lo más sólido de toda la tarde. Luego, con la muleta resultaba prácticamente imposible ir algo más allá. Se hecho, tuvo que acortar sus dos trasteos ante la inviabilidad del lucimiento.
Después de dos horas con un calor de los de no contar, ahora toca esperar al mano a mano de las sorpresas. En Huelva están ya muchos tomasistas, Pero no son menos los partidarios del torero de la Puebla. El “No hay billetes” está ya colocado y la curiosidad se centra a estas horas en eso de cómo saldrá los toros elegidos a la carta por los dos espadas. Una cierta prevención sí que hay.
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