VALENCIA. Séptima del abono de Fallas. Casi lleno, en tarde con viento inoportuno. Toros de la famila Hernández, con los dos hierros de la Casa: Domingo Hernández (1º, 2º y 3º) y Garcigrande (4º, 5º y 6º), desiguales de presentación y juego; 1º y 2º cinqueños. Enrique Ponce (de tabaco y oro) vuelta al ruedo y dos orejas tras aviso. Alejandro Talavante (de grana y oro), silencio y silencio. Paco Ureña (de blanco y oro), ovación tras aviso y una oreja.
Más allá de la polémica presidencial, ha sido una tarde memorable para Enrique Ponce. Salió por la puerta grande, tras cortarle las dos orejas al 4º, pero pudieron ser tres o cuatro si el Sr. Merenciano hubiera andado más ecuánime desde el Palco: si el motivo del no premio con el que abrió plaza fue el descabello, en el cuarto sacó los dos pañuelos después de un pinchazo en los bajos. Sin hacer de menos la valoración que merece el manejo de los aceros, el protagonista real fue Ponce, que cuajó dos actuaciones soberbias; lo demás, simples obstáculos del camino.
Pero no puede obviarse que el camino ganadero de estas Fallas viene siendo turbulento: todo se ha ido hasta ahora en el jaleo de los corrales, del que al final el único beneficiario ha sido la empresa transportista, que ha doblado sus ingresos. Cuando Simón Casas alcanzó su sueño de Las Ventas se apresuró a decir, casi antes de que le preguntaran, que ya sabia que “el toro de Valencia no es el toro de Madrid”. Pues visto lo visto en hasta la fecha en la capital del Turia, resulta que aquel “toro de Valencia” tampoco sirve para ….Valencia. Una de dos: o todos los hados malignos del universo se han alineado alevosamente contra Casas, o el empresario se ha equivocado de medio a medio al seleccionar los toros en el campo. En cualquier caso, un espectáculo lamentabilísimo en una plaza de primer orden, que deja en entredicho al activo productor de espectáculos y eventos.
De hecho, si los que se vieron lidiar este sábado eran los más presentable de los 13 toros que acabó trayendo Justo Hernández, ¿cómo serían los que no se aprobaron?. Y a más a más: si el metro de medir trapío es el que dicen, ¿quién hizo la vista gorda para que el 3º acabara apareciendo por chiqueros? Un despropósito mayúsculo todo este lío. Y además para más bien poco. De los seis aprobados sólo dos dieron opciones a los toreros aunque con sus matices: el 1º con mejor son, el 4º exigiendo; los otros cuatro, rebrincados, con genio, sin alargar su viaje, con la cara suelta, sin clase alguna y un par de ellos con un peligro nada sordo. Por cierto, el que hizo 6 º –que tampoco era precisamente ”un dije”– resulta que fue el único de los elegidos inicialmente por la empresa que pasó el examen preliminar. Lo presupuesto: Alguien tiene que ir al oculista.
Cerremos la parte lamentable. Vayamos a lo bueno. Enrique Ponce llevaba unas temporadas buscando un triunfo rotundo en su tierra, pero las cosas se le solían torcer. En este sábado de Fallas ha cortado tal maleficio. Y lo ha hecho con estruendo de mascletá. Ya apuntó unos trazos muy templados con el capote en el que abrió plaza, en el que luego compitió con Talavante en quites. Toda la faena de muleta fue un dechado de suavidad y de temple. Muleta arrastrada, sometiendo con mucha clase, en series de calidad sobre ambas manos, como prólogo a las poncinas habituales. Los tendidos, entregados. La espada quedó con sones rondeños y requirió de un descabello. A partir de ahí, la mundial contra el Palco que se negó a sacar al menos un pañuelo. Cosa tan simple enrareció el ambiente.
El 4º tenía su punto de agresividad, aunque respondía bien a los toques suaves de Ponce. Todo discurrió en un de menos a un mucho más, con un torero hasta creativo, que cuando lo consideró pertinente le endilgó al garcigrande tres molinetes de rodillas muy airosos. Faena toda ella reunida y bien pensada, como paso a un pinchazo –nuevamente muy rondeño– antes de la estocada. Como compensación o por convencimiento, ahora el Palco estuvo raudo para sacar los dos pañuelos, que el de Chivas paseó en medio de una enorme ovación.
Nadie pone en duda que Ponce esta hoy en una etapa magisterial, por lo que es una primera figura que no se discute. Hoy lo dejó bien claro a los sones, solemnes y alegres, del himno de su tierra natal. Lo malo es que ahora habrá que aguantar la matraca de los apologetas del poncismo, que suelen ser muy cansinos sus loas.
Sin suerte en el sorteo, desde luego, pero también con algo muy suyo: Talavante no sabe estar mal, es el papel que peor interpreta de todo el repertorio. Si fuera por las dos series que abrieron la faena de muleta en el 3º, parecía que el toro iba a desarrollar a más. Un fiasco: se puso a la defensiva y todo quedó en un intento frustrado. Suave parecía en sus primeros compases el que hizo 5º; en realidad, no tenía una pizca de raza, ni de clase. En consecuencia, doble turno en blanco.
Para un día, en fin, que a Paco Ureña le hacen un sitio en la mesa de los ricos, las bolitas del sorteo no le fueron propicias. En ambos turnos sacó a relucir su buen manejo de la capa. Frente al terciado y rebrincado que salió en 3º lugar, el de Lorca se entregó hasta más allá de la lógica, haciendo todas las cosas con mucha verdad, sin guardarse nada. Puso al personal en un ¡ay!. Se la volvió a jugar con el 6º, que era mucho más que una broma de mal gusto. Estuvo heroico, mientras los pitones pespunteaban sus muslos. No se puede estar más valiente y más responsable. Pero al final, el de Garcigrande le entrampilló por la rodilla y le recetó una paliza tremenda, de la que quedó grogui. Pese a todo volvió de nuevo a la cara de su enemigo y le recetó una estocada eficaz. Merecidísima la oreja que le concedió el Palco. La épica también debe tener su premio.
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