VALENCIA. 13 de marzo de 2012. Cuarta de feria de Fallas. Un cuarto de plaza. Novillo de El Parralejo, bien presentados y con interés; a 3º y 4º se les dio la vuelta al ruedo. Conchi Rios (de violeta y oro), silencio y una oreja tras aviso; Fernando Adrián (de verde manzana y oro), vuelta tras aviso y vuelta. Román (de rosa y oro), una oreja tras aviso y vuelta.
Una muy puntuable novillada de El Parralejo, la sorpresa de un novillero-novillero desconocido hasta la fecha y la confirmación de los valores de Conchi Ríos y Fernando Adrián. El balance no pudo ser otro que una tarde muy entretenida, en la que el aficionado disfrutó.
La novillada de El Parralejo era, desde luego, de lujo. Todo ella muy bien hecha y pareja. Mejor el cuarto que el tercero; ambos muy buenos, aunque fueran mas discutibles las vueltas al ruedo. El primero, lesionado ya de salida, debió ser devuelto, pero le mantuvieron en el ruedo. Y cumplidores los otros tres, si bien el sexto con más defectos que sus hermanos.
De imposible lucimiento alguno su lesionado primero, en el cuarto Conchi Ríos dio muy buena dimensión. Muy asentados sus lances de recibo, con la muleta se la vio muy centrada, llevando siempre al novillo por abajo y con cierta largura. En especial, con la izquierda se siente verdaderamente; la vimos incluso que mejor en Madrid el día de las dos orejas. Por eso, si no llega a pinchar habría cortado en este novillo las dos orejas.
A Fernando Adrián le puede perder lo fácil que se le ve con los novillos. Siendo un torero espigado, no le vendría tampoco de más cuidar un poquito la estética. Pero pegas a parte, se le ve rodado, con oficio y con buen criterio a la hora de moverse en la cara de sus enemigos. Esta tarde, en comparación con otras, quizás un poquito mecánico en el manejo de las telas. Nada que no se pueda corregir, porque tiene solvencia como para ir a más.
La sorpresa de la tarde se llama Román. Así, a secas. Mereció que se le abriera la Pueta Grande, pero el presidente de turno no se sabe por qué estuvo tan cicatero en el tercero de la tarde. Era su segunda novillada con picadores y puso a los aficionados de pié durante la faena de muleta a su primero. Era una mezcla de la frescura de la inocencia con un sentido innato del temple; el resultado fue sorprendente. Como además está en novillero-novillero y se va detrás de la espada como un cañón, la verdad es que el personal salió de la plaza hablando de él, con ganas de volver a verlo anunciado. Incluso con el más deslucido sexto se le vieron cosas nunca esperadas en un torero tan tierno. Un detalle basta para alumbrar la esperanza: cómo le echa a los novillos las bambas del capote. El valenciano ha caído de pie en el taurinismo. Ojalá lo lleven con cabeza, porque reúne condiciones para ser alguien.
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