Una oreja legítima para Talavante, en una corrida sin burbujas

por | 25 Abr 2012 | Temporada 2012

SEVILLA.  25 de abril de 2012. Decimotercera de feria. Casi lleno. Toros de Jandilla, parejos y en el tipo de la casa, la mayoría con clase pero sin fondo alguno; tan sólo el tercero tuvo duración además de un excelente tranco. Manuel Jesús “El Cid” (de grana y oro), silencio y silencio. Sebastián Castella (de nazareno y oro), silencio y silencio. Alejandro Talavante (de violeta y oro), una oreja y silencio.

Un quiero y no puedo. Así discurrió toda la tarde, con el interesante paréntesis del tercero de la tarde. Fue la triste realidad: cuatro toros con clase y muy buen son, que a partir de la primera docena de muletazos ya se amuermaban y quedaban como petrificados; el otro, que justamente fue el quinto, no tuvo ni clase ni bravura. Los dos toros de El Cid, y en especial su segundo, tenían una pastueña embestida, con ritmo, con nobleza; por eso, que duraran tan sólo dos series de muletazos resultó descorazonador. Eran toros de lío gordo, pero imposibles por su escasa movilidad y sus mermadas fuerzas, Algunos, caso del primero, acusaban los kilos; alguno también recibió en el caballo más castigo del que podían soportar., que era prácticamente nada.

Así, con tales limitaciones, por más clase e incluso nobleza que tenga, el toro bravo resulta inviable para la lidia tal como se concibe en la era moderna. Y en cualquier otra. A estas altura no vale la pena preguntarse como si ésta es la realidad, los toreros insisten una y otra vez en disputarse este tipo de corridas. Resulta bien simple: porque en la mayoría de las plazas se pasa por alto este pequeño detalle de que el toro tiene que tener todas esas virtudes, pero también su poder. El precio que pagan es alto, tanto como el triunfo en las plazas que más dan y quitan; pero debe compensar cuando reinciden una y otra vez en tropezar en la misma piedra.  Dicen que es que estos toros “no molestan” al torero; Y en efecto, ocurre así. Lo que  pasa es que exasperan al aficionado y ciegan de raíz las opciones de un triunfo importante. Por paradójico que resulte esta es la ecuación que se repite una y otra vez.

En el caso concreto de esta tarde, El Cid pudo comprobar que hasta ahora la feria le ha aportado lo justo, cuando podría haber sido triunfal. La queda la corrida del viernes, con toros de El Pilar, con semejanzas apreciables en cuanto a encaste con lo lidiado esta tarde. En sus dos jandillas el camino del triunfo quedó parado en seco, a la vez que sus enemigos bajaron la bandera del recorrido. Y hay que ver que el cuarto embestía con clase inusual, pero se le acabaron demasiado pronto las burbujas de la acometividad, sus fuerzas no daban para más. No siquiera la excelencia de la lidia por El Boni y Alcalareño –soberbio con los palos– había servido para añadir un minuto más de vitalidad brava.

A Sebastián Castella se le fue la feria de Sevilla sin resolver su situación. Que el torero no anda en buen momento, es algo que viene arrastrando desde el año pasado. Por más que esta tarde fuera el menos afortunado con el lote que le correspondió puede servir de atenuante, nunca de explicación convincente y rotunda de su situación.  En la Maestranza le queda la feria de San Miguel. Pero eso queda hoy muy lejos, al ritmo que discurre una temporada.

Sin ocurrencias y sin sus “variedades”, sino serio y  muy solvente se vio a Alejandro Talavante con el excelente tercero de la tarde, el más completo de los jandillas. Y caló desde el principio en el tendido, Las series centrales de su faena, una con cada mano, fueron monumentales. Y todo el trasteo muy ligado y macizo sin más tiempos muertos que los que exige la torería. Como además le recetó un señor espadazo, a sus manos fue la única oreja de la tarde, obtenida con fuerza y unanimidad. El que cerraba plaza se apunto pronto a la dichosa fórmula del cansancio prematuro, haciendo inviables cualquiera de los intentos del extremeño.

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Taurología

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