Una oportunidad fallida por las circunstancias

por | 8 May 2018 | Temporada 2018

MADRID. Primera del abono de San Isidro. Tarde de viento y agua, incomodidad añadida en los tendidos. Dos tercio de entradas vendidas: 16.371 (69,3% del aforo); en los tendidos parecía que algo menos. Novillos de Guadaira, tres presentados muy en lo que era: una novillada, los otros tres muy hechos; de desigual juego. David Garzón (de grana y oro), silencio y silencio. Carlos Ochoa (de celeste y oro), silencio tras un aviso y silencio. Ángel Téllez (de blanco y oro), silencio y silencio tras un aviso.

 

Hay algo que resulta evidente en estas novilladas feriadas, sobre todo en Madrid. Comentar el futuro de un torero que comienza en dar un aldabonazo en Las Ventas y cuando aún anda dando sus primeros pasos, pesa mucho, se diría incuso que demasiado, porque la alternativa a no triunfar va por el derrotero de quedarse parado. Pero con la estructura que hoy tiene la Fiesta, para la inmensa mayoría es lo que hay, aunque se corra el riesgo cierto de frustrar más de una carrera. Ya no hay paciencia ni propósitos de que un novillero se haga por plazas menores;  se dan demasiadas prisas para lo que tiene que ser una etapa de aprendizaje.

 

Se comienza por la costumbre de convertir a las novillada en una corrida de toro pero algo disminuida. Si no tienen mucho cuajo, no faltan quienes protestan.  Recordemos como clamó Simón Casas contra Taurodelta, allá por la temporada de 2016, por lo fuerte y duras que era las novilladas que traían a Madrid. Pues a la vista de los últimos festejos, va camino de incurrir en la que tanto criticaba. Ya hasta algunos aficionados desconocen que las novilladas siempre fueron “desecho de tienta y cerrado”; en estos tiempos sale uno de esos y se forma la marimorena. Hoy hasta entraron dudas porque uno de los de Guadaira pesaba “sólo” 460 kilos. Y luego parecía normal que al que cerraba la tarde tuvieran que ponerlo hasta tres veces ante el caballo, algo que no aguata la inmensa mayoría de las corridas de toros que veremos en este San Isidro en los llamados “carteles rematados”.

 

Para colmo, la novillada de Guadaira no resultó buena. Es cierto que se trata de un factor que no deja de ser un accidente del camino: unas veces salen bravos y otras no. Lo de bravo, es así. Abundaron los que tienen un molinillo en la cara, de tanto como la movían en sus embestidas. No ofrecieron un recorrido largo, ni menos duración. Sí tuvieron movilidad, pero no raza de la buena, ni menos celo. En suma, ninguno traía colgado de los pitones un cortijo.

 

Lo poco apropiado de situaciones como las de hoy quedó patente en la actuación del ecuatoriano David Garzón, demasiado nuevo para tanto compromiso. Una presentación precipitada. Probablemente porque no tenia otra alternativa. Y no tiene mal aire, ni le falta decisión. De lo que carecía es del oficio necesario para salir con bien de semejante compromiso.

 

Ángel Tellez tuvo sus detalles

Más debiera preocupar que dos toreros que en Madrid y fuera de Madrid habían dejado una buen recuerdo, como Ochoa  y Téllez, tengan como premio tardes de este porte. Es cierto que desde el comienzo, andaban con el motor demasiado acelerado, pero que la el concepto actual de la Fiesta necesitaban eso que llaman  “un aldabonazo grande” para poder vestirse más veces de torero. Precisamente por eso, se escapó de mayores glorias el 2º, que era el único que apuntó un poquito de clase; pero sin sosiego difícilmente se torea con el alma, que el madrileño Ochoa la tiene. Sin embargo, los dos apuntan cosas buenas, como para cuidar estos comienzos. Ochoa con su punto de regusto en el manejo de las telas; Téllez, con una encomiable firmeza y con un buen bagaje.

 

En suma, una oportunidad fallido. Por no darse no se quisieron asomar por Las Ventas ni al menos una climatología algo más de primavera.

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Taurología

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Portal de actualidad, análisis y documentación sobre el Arte del Toreo. Premio de Comunicación 2011 por la Asociación Taurina Parlamentaria; el Primer Premio Blogosur 2014, al mejor portal sobre fiestas en Sevilla, y en 2016 con el VII Premio "Juan Ramón Ibarretxe. Bilbao y los Toros".

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