MADRID. Novena de la Feria de San Isidro. Dos tercios de entrada. Toros de Fermín Bohórquez, reglamentariamente despuntados, manejables pero también mansotes, especialmente 2º, 3º y 6º. Diego Ventura, ovación y una oreja. Leonardo Hernández, ovación y una oreja; Andrés Romero, que confirmó la alternativa, silencio y ovación tras aviso
Aunque los toros tenían una dosis nada despreciable de nobleza, el fondo de sosería, en unos casos, y de mansedumbre, en otros, exigió a los tres rejoneadores un buen ejercicio de la lidia. Y todo ello se tradujo en un espectáculo, que sin perder ese punto de espectacularidad –que tanto gusta a ese sector de público se mantiene fiel a estos festejos–, se desarrolla de una forma ágil, sin parones innecesarios. De hecho, en poco más de dos horas había concluido.
Sin ser su tarde soñada, Diego Ventura dejo claro por qué anda encaramado en la cabeza de este escalafón. Especialmente con el 4º, el rejoneador de la Puebla dejó cumplida explicación de cómo mantiene en plena forma a una cuadra, a la que tiene en permanente renovación. De hecho, en Madrid sacó un nuevo y joven caballo, “Mandela”, que dejó la mejor impresión.
Recuperado ya de su lesión, Leonardo Hernández mantiene su trayectoria ascendente. En su comparecencia en Las Ventas pudo abrirla Puerta Grande, si no hubiera descordado a su primero con el rejón de muerte. Sin más alardes de los necesarios, con sobriedad llevó bien una lidia meritoria ante el peor lote.
Confirmó alternativa el onubense Andrés Romero, que cumplió bien en tarde de compromiso. Dejó unas ciertos momentos más bajos, pero hubo fases de sus dos tercios de banderillas logrados. Luego se demoró con los hierros de muerte el ambiente se enfrió.
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