BILBAO. Primera de las Corridas Generales. Menos de media plaza, en tarde calurosa. Toros de La Quinta, correctos de presentación y ofensivos de cara, de aceptable e interesante juego; destacaron 2º y 4º, y con problemas el 5º. Manuel Escribano (de azul turquesa y oro), ovación y una oreja. Luís Bolívar (de grosella y oro), una oreja y silencio. Rubén Pinar (de verde hoja y oro), ovación y una oreja.
Cartel de domingo. Pero de domingo en el inicio del ciclo feriado. Si se tira de hemeroteca, no se diferencia mucho de los que siempre han sido en Bilbao, porque el domingo final habitualmente se destinó al plato fuerte torista, mientras que en el inicial se medía mucho el esfuerzo presupuestario. La diferencia, la gran diferencia, estriba que en esta ocasión los toros son los “santacolomas” que se anuncian con el hierro de La Quinta. De inmediato la memoria se va hasta los años grandes de Manolo Chopera, cuya figura crece con el paso del tiempo. Las camadas enteras de lo que entonces eran una especie de 3 en 1: Joaquín Buendía, Herederos de Felipe Bartolomé y La Quinta, se lidiaban en las plazas de Chopera. Claro está, jamás faltaba en las Corridas Generales, incluidas en ocasiones por partida doble. Bien es cierto que en aquellos tiempos había toreros importantes –Paco Camino, sobre todo–, que siempre las pedían. Era el toro cárdeno y bajito de siempre, con más cara en el caso de Bilbao y Logroño; pero siempre con esa singular sangre de lo santacolomeño, que a más de un torero y a algún apoderado se le ha atragantado siempre.
De aquellos tiempos, de aquellas nostalgias, lo que queda directo de este encaste ahora se ve encasillado en carteles toristas, para espadas que matan lo que se anuncie, porque lo importante es tener fechas ocupadas y no se puede andar con exigencias. Y todo hasta con visos de una cierta heroicidad. Es lo que va del ayer al hoy. Pues bien, en el hoy de 2013 se ha visto una corrida en el tipo propio del encaste, pero con más trapío y muchísimo más ofensiva por delante. Para parecerse a aquellas de hace más de 30 años les ha faltado a todos el temido venirse arriba conforme avanzaba la lidia; los de hoy, iban a menos.
Con todo, la Casa de los Martínez Conradi puede sentirse satisfecha: 3 de 6 no es mal balance. El lunar principal, la falta de fuerzas del que abrió la tarde y las complicaciones que acumulaba el que hizo 5º. Con clase 2º y 4º, dos buenos toros, y muy enrazado el que cerraba plaza, aunque siempre con la cara muy suelta. Vulgar el que salió en tercer turno. En cualquier caso, una corrida con mucho que torear, como bien experimentó Bolívar: las dos veces que se quedó al descubierto, por los aires fue. Semejante material dio bastante de sí, hasta completar una tarde entretenida, en la que lo peor fue la flojísima entrada.
Como se dice en el habla educativa, Manuel Escribano progresa adecuadamente. Este domingo ha tenido momentos importantes, trayéndose muy toreado al 4º, para llevarlo luego templado, largo y por abajo. De hecho, resultó la faena más sólida y con más clase de las seis que se vieron y también la oreja más meritoria de las tres cortadas. Ante el toro que abría plaza apenas pudo hacer nada: el animalito no se tenía de pie y más que noblote era una sosería. Con la espada se entregó en sus dos toros. En cambio, salvo en las largas de salida –la de su segundo aguantando una barbaridad en la puerta de toriles– y los galleos para ir hasta el caballo, por la condición de salida de sus toros quedó inédito con el capote.
No se acierta a entender demasiado por qué ese empeño de la puerta de toriles y, sobre todo, de los intentos con las banderillas, con las que aporta muy poco, cuando además siempre anda en el límite del percance con ese par al quiebro metido en tablas, que puede ser emotivo pero es poco estético. Su corte de torero y su clase en el manejo de las telas no necesita de tales recursos, sobre todo en plazas de relevancia. Pero el torero y sus administradores sabrán lo que se hacen.
Cuajado y decidido, Luís Bolívar se ha consolidado como un torero ya muy hecho y con un buen oficio. Quedó patente en toda la faena con el buen 2º, ante el que dejó la estela de unas de series muy sólidas, en especial con la mano derecha. Y hubieran sido mejores si no dejara siempre tan retrasados los engaños, en especial en toros como los de hoy, que piden ser recibidos en la distancia justa. Con todo, nada que objetar al trofeo que obtuvo. Frente al complicado 5º mantuvo su firmeza, bien que a la defensiva, como correspondía a la ocasión. Y ambos se mostró eficaz con los aceros.
Cuando el agua llega al cuello, Rubén Pinar ha comenzado a apretar el acelerador. Estuvo en los carteles de lujo y ahora que anda toreando lo que sale resulta que es cuando está dando su mejor dimensión de torero. Su faena con el toro que cerró esta tarde dominical tuvo su aquel. Era un toro encastado, que se arrancaba con fuerza, pero siempre con la cara muy suelta. El de Albacete lo aguantó bien por abajo, firme la planta, hasta redondear un trasteo meritorio que llegó a los tendidos, en los que no hubo dudas a la hora de solicitar la oreja. Frente a su primero, sin emoción y siempre con la cara por las nubes, se mostró voluntarioso y aseado. Como sus compañeros, a los dos los finiquitó con eficacia.
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