MADRID. Corrida de la prensa, fuera de abono. Tres cuartos de plaza, en tarde otra vez ventosa, con la temperatura bajando. Dos toros con el hierro de Vengahermosa (1º y 2º) y cuatro con el de Jandilla, de deficiente presentación y juego. Miguel Abellán (de terciopelo morado y plata), silencio y ovación. David Fandila “El Fandi” (de blanco y plata), silencio y silencio. Manuel Escribano (de arropía y oro), silencio y ovaciòn.
Desde la meseta de toriles asistió al festejo S.M. don Juan Carlos, que fue recibido con una gran ovación. Le acompañaban el subsecretario de Educación, Fernando Benzo, y la presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid, Carmen del Riego.
En tardes con demasiados espacios para el bostezo, da tiempo a plantearse esas pequeñas quisicosas, a lo mejor con una visión un poco rejoquinca, pero que no pasan de ser probablemente absurdas ocurrencias. Un suponer. Por más que los usos de otras épocas fueran esos, ¿Madrid es la plaza más adecuada para que el ganadero seleccione su corrida bajo el criterio de 3 y 3? Ya se sabe: tres terciaditos y tres con algo de mayor presencia. Otro suponer. ¿La calidad de las embestidas puede darse por buena cuando el animal tiene menos fuelle que un globo de feria?. Uno creía, sin duda desde una absurda ingenuidad, que la calidad y la pujanza, el poder, eran elementos inseparables, cuando del ganado bravo se trata.
Hay un tercer suponer que ya desquicia un poco más. Conocido el valor que la afición le otorga a la ligazón en el toreo, ¿resultan ser términos sinónimos el de ligar los muletazos y el de empalmar uno con otro sin solución de continuidad ni de respiro? O dicho de otro modo: ¿las reolinas en régimen de continuidad son sinómimo de la ligazón de una faena?
Pero no hay que hacerles caso. Seguro que todos estos suponeres tan solo tienen su origen en la falta de aggiornamento de esos aficionados “integristas” que Simón Casas –qué días aquellos de vinos y rosas con los mexicanos de la FIT– predicaba que había que echar de las plazas; todos esos que se empeñan en la antigualla de que al toro hay que recibirle dandole el medio pecho, no metido en los costillares; que la falta de fuerzas resulta mucho más que una circunstancia sobrevenida y adversa y que en la primera plaza del mundo el 3+3 no tiene pase.
Pero habrá que dejarse ya de suponeres, que se acaba la crónica y no se ha dado cuenta de la historia, poca historia, de esta nueva Corrida de la Prensa. Borja Domecq se apuntó al 3+3 en lo que a presentación se refiere. En cuanto calidad verdadera, esa en la que va unida con la raza y el fondo, la cosa fue de goleada: 1 de 6. Impropios de Madrid los lidiados en los primeros lugares: hipotéticas virtudes sobre unas carrocerías que hacían aguas por todos los lados. Y de los otros tres que estaban más desarrolladitos de hechuras, tan sólo uno compaginó calidad+fortaleza, que fue el 4º, un buen toro, mientras que el 5º resultó muy deslucido y el 6º presentaba complicaciones, además de ser exigente.
Es como si hubiera hecho una promesa. Pero Miguel Abellán lleva ya cuatro toros en Madrid y a los cuatro los recibió en la puerta de toriles. Mientras que con su endeble primero poco hay para valorar, estuvo entregado frente al más pujante 4º, con momentos que llegaron con fuerza al tendido, aunque no fueran los más ortodoxamente explicados muleta en mano, pero que iban entremezclados con otros de mano bajo y trazo largo. Un esfuerzo apreciable, desde luego, pero también una faena que careció de la rotundidad necesaria para poner a todos de acuerdo.
Para un torero de facultades, como El Fandi, las labores asistenciales que exigía el 2º le estaban vedadas. Y poco cabía con las descompuestas embestidas del 5º. Eso sí, dejó en el ruedo madrileño siete alardes en forma de pares de banderillas, que encantaron al tendido. Como demostración de sus condiciones atléticas, de sobresaliente. Sin embargo, los amigos integristas de Simón Casas se empeñan en repetir que bueno, pero que mejor si hubiera cuadrado en la cara.
Lo más relevante de la tarde se vio con el muy exigente 6º. Le plantó cara con gran firmeza Manuel Escribano, que consiguió momentos muy interesantes. Pero sobre todo porque ha dejado entrever que en su fondo de armario hay más que voluntad y valor. Si un toro de los que le quedan le mete la cara en la muleta, Madrid va a descubrir al torero de Gerena.
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