SEVILLA. Undécima de feria. Casi lleno. Toros de Torrestrella, el 1º devuelto y sustituido por otro del mismo hierro; una corrida bien presentada y con toros muy manejables y nobles, aunque tendían a desfondarse pronto. Manuel Díaz “El Cordobés” (de champán y oro), vuelta y silencio. Juan José Padilla (de grosella y oro), ovación y silencio. David Fandila “El Fandi” (de coral y azabache), silencio y palmas.
La corrida sabatina de la feria, pensada desde luego para un público distinto del habitual, tiene la buena virtud de llevar mucha gente a los tendidos. De hecho, a la Maestranza poco le faltó para un lleno total. Por algo, la Empresa repite año tras año la fórmula con modificaciones puntuales.
La tarde luego tuvo la historia justa, es decir más bien poca, aunque muchos momentos en el que el personal se entretuvo sobradamente. Pero habría que preguntarse si la corrida de Torrestrella no permitía, si no pedía, algo más. Desde luego, hubo toros para hacerle el toreo profundo, el de verdad. Sin embargo, si exceptuamos unos naturales de Padilla, no se alcanzó el nivel que podría exigirse. Mucho toreo bullidor y entregado; menos del otro.
Álvaro Domecq pasó con buena nota en cuanto a la presentación de su corrida se refiere. Un conjunto parejo, bien hecho, variado de capas, encastados y que luego dieron un juego razonablemente bueno, si no fuera por el poco fondo de varios de ellos. Quizás de forma prematura, la Presidencia devolvió al toro que abría plaza por su escasez de fuerzas; pero no más energías tenía el muy noble sobrero, también de Torrestrella que le sustituyó. También noble fue el 2º, aunque se apagó pronto. Las pocas fuerzas del 3º no permitieron que desarrollara lo que llevaba dentro. Con recorrido y buen son salió el 4º. Bravo en el caballo resultó el 51, que luego tuvo poca duración. Y cerró el sexteto, un colorado de muy bonita lámina, castigado en varas, algo que luego acusó.
“El Cordobés”, que abría la terna, a punto estuvo de cortarle una oreja a su primero, con una faena en dos partes: una primera, templada y dentro de la ortodoxia; una segunda, para su público. Gustará más o menos, pero el público estaba mayoritariamente con él. de hecho, cuando le recetó una estocada que fue suficiente, se pidió la oreja con fuerza, a lo que el palco no accedió. En cambio, no terminó de entenderse con el 4º, noble y con calidad en sus embestidas. El largo e insulso trasteo en ningún momento llegó a romper.
También Juan José Padilla pudo haberle cortado una oreja a su primero, con una petición más que suficiente, que sin embargo no estimó como tal la Presidencia. Ya con el capote, el jerezano supo aprovechar la nobleza de su enemigo, consiguiendo un tercio variado y de limpia ejecución. Tras cumplir con los palos, Padilla estuvo centrado y con series estimables sobre ambas manos, como preparación a una gran estocada. Volvió a estar muy entregado con el también noble 5º, al que recetó una faena quizás excesiva en largura, pero sin terminar de cogerle el son al toro. Otra estocada buena prologó el silencio del respetable.
Como era de esperar, “El Fandi” removió los tendidos con sus dos tercios de banderillas, más que nada espectaculares. En ambos, ya con el capote, ya con la muleta, prodigó el toreo de rodillas, pero en los últimos tercios la cosa se fue apagando paulatinamente, sin terminar de alcanzar el beneplácito de los tendidos.
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