“La muerte y la tortura no es arte ni cultura”, reza el slogan que los animalistas y/o abolicionistas repiten contra la Fiesta de los toros. Si le preguntamos al buscador de Google, nos aparecen 93.100 referencias distintas sobe el mismo tema. Por eso, podríamos pedirle prestadas a Felipe II sus célebres palabras para afirmar que sobre ese slogan “no se pone el sol”: lo encontramos de Oriente hasta Occidente, en todas las latitudes, incluso en las más insospechadas.
Cuando se estudia, siquiera sea someramente, el desarrollo de los movimientos verdes y afines, hay que reconocerles un acierto: consiguen siempre adoptar mundialmente un slogan, que luego se repetirá sin descanso ni límite de tiempo. En este sentido, un caso clamoroso fue el de la energía nuclear: cuando auspiciada por gentes muy diversas –incluidas industrias afines— lanzaron los primeros brotes de su campaña en contrario, lo primero de todo fue acuñar su “Nucleares, no, gracias”, que transcurridas muchas décadas sigue utilizándose en todo el mundo.
Ahora viene ocurriendo lo mismo, pero referido a la lidia y el toreo, de forma que su slogan lo encontramos hasta en personas que en su vida les había ocurrido pensar en las corridas de toros, e incluso ni sabían de su existencia: lo han sabido por el slogan de los verdes y sus afines.
La eficacia del uso universal de un slogan está más que probada. No deja de ser llamativo, por ejemplo, que 24 horas después del debate catalán proliferaran como hongos brotes animalistas idénticos en su forma y su fondo en todo el planeta, de manera que en cuestión de horas estas posiciones contrarias estaban ya presentes en toda la América de habla española, por ejemplo. Curiosamente, el único espacio que parece vacunado frente a estas tesis es hoy por hoy Francia.
No solo por razones de orden estratégico, sino por motivos de fondo, constituye un error monumental tratar de desmontar este slogan acusando a sus organizadores de practicar a la ya manida frase de Goebbels a la hora de definir la sistemática seguida por la propaganda hitleriana: "Si una mentira se repite las suficientes veces, acaba convirtiéndose en la verdad". Y es un error porque antes que otra cosa es incierto y además imposible: una de las ventajas, entre otras muchas, de nuestra sociedad de la comunicación planetaria y en tiempo real es que impide que se consoliden estrategias de semejante catadura moral, precisamente porque un diálogo permanente entre sociedades e individuos de todas las latitudes es justamente lo contrario a ese pensamiento y esa información única, como practicaba el dirigente nazi.
De forma completamente opuesta a ésta, quienes defienden las tesis contrarias al mundo de los toros –como, en general, ocurre con todos los slogan verdes—no buscan ni tratan de imponer un pensamiento único. Lo que hacen, siguiendo las propias leyes que rigen en la comunicación social a gran escala, es tratar de sacar adelante sus puntos de vista, para lo cual toman parte muy activa en este diálogo multilateral, en unas ocasiones para explicar sus puntos de vista y en las más para rebatir las tesis taurinas. Lo que ocurre es que ese modo de actuar lo siguen sin descanso y en todos los foros, ya sean importantes o ya aparentemente irrelevantes. Por eso, y aunque sea duro reconocerlo, nadie les regala nada en los avances que van obteniendo en la expansión de su modo de pensar: lo que consiguen es fruto de su trabajo.
He aquí la primera lección que los que amamos la Fiesta debiéramos aprender de nuestros contradictores: a todos –grandes y pequeños, importantes o no, populares o desconocidos— nos compete acudir a explicar la verdadera realidad del toreo como expresión de un Arte reconocido. Si se analiza en toda su dimensión, esta concepción no es precisamente una expresión de orden poco menos que folklórica.
Un ejemplo. Uno de nuestros intelectuales con más prestigio internacional en su diálogo con un colega japonés, explicaba a este respecto: “debo admitir que no me gustan las corridas de toros, una actividad que muchos de amigos extranjeros consideran espantosa. Los españoles no asisten a las corridas porque les encante la sangre y la muerte (…). Creo que los españoles consideran las corridas una forma de arte, un ballet a vida o muerte entre el torero y el toro”[i]. Quiere ello decir que, aún desconociendo los aspectos básicos de la Fiesta, quien se acerca a ella con rigor intelectual y sin juicios preestablecidos es capaz de llegar a una conclusión de este porte. Por tanto, no es precisamente una simpleza tratar de explicar, con idoneidad de palabras y argumentos, los valores artísticos del toreo.
Y como se dice este argumento del Arte, cabría citar otros argumentos de fundamento, porque razones para sostener la validez de las tesis pro taurinas hay muchas y sólidas. Lo que nos falta es conseguir plasmar con todas ellas ese slogan que sirva de bandera para que también de nuestras razones se pueda afirmar aquello de que sobre ellas “no se pone el sol”. Aquí radica a nuestro entender la gran tarea que tenemos pendiente y que compete absolutamente a todos, a cada cual desde su posición y en su medida.
[i]“Un diálogo entre Oriente y Occidente. En busca de la revolución humana”. Daisabu Ikeda –presidente de Soka Gakkai International– y Ricardo Díez Hochleitner –presidente de honor del Club de Roma–. Ed. Círculo de Lectores, 2009.
Portal de actualidad, análisis y documentación sobre el Arte del Toreo. Premio de Comunicación 2011 por la Asociación Taurina Parlamentaria; el Primer Premio Blogosur 2014, al mejor portal sobre fiestas en Sevilla, y en 2016 con el VII Premio "Juan Ramón Ibarretxe. Bilbao y los Toros".
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