ZARAGOZA. Séptima de Feria. Media plaza. Cinco toros de Valdefresno, bien presentados, pero extremadamente descastados, y un sobrero (6º) de Los Bayones, manejable. César Jiménez (azul cobalto y oro), aviso con saludos y silencio tras aviso. Matías Tejela (rosa y oro), silencio y palmas. Paúl Abadía, Serranito, (azul pastel y oro), silencio tras aviso y silencio tras aviso.
Una corrida puede salir baja de casta, pero no es fácil que todos al unísono y por igual salgan ayunos por completo de casta. Pues esta tarde lo hemos visto, con el lote de Valdefresno que enviaron los Fraile, todos cumplidos de presentación, pero todos también desesperadamente desrazados. Un horror.
En alguna ocasión hemos escrito que a los criadores de bravo se les ha ido la mano con sus apuestas genética. Empezaron buscando el toro suave, que admitiera faenas interminables y sin sombrea alguna de duda. Pues han acabado arruinado más de la mitad de la cabaña de bravo y ahora comienzan a decir que es necesario subir la casta de los toros. A buenas horas mangas verde. Pues ya pueden correr, pero todo esto hace tanto daño o más que la dichosa ley catalana: la ley cierra las plazas; la decadencia en la bravura de los toros, las vacía. No todos los días y por siempre al público se le puede pedir la paciencia infinita que está teniendo la afición Zaragoza, porque llega un día que dice “adiós muy buenas”, y no queda aquí ni la música.
Por eso, ahora que los toros toman el camino de ir al ministerio de Cultura, gracias al ministro Rubalcaba, a lo mejor los criadores se podrían dar un paseo por el ministerio de Ciencias y Tecnología, a buscar unos sabios que deshagan el entuerto genético en el que se han metido.
¿Y de la corrida no dice nada?, se pregunta el amable lector. Es que hay tan poco que decir, y casi nada bueno, que estaba por ahorrarle ese esfuerzo de lectura. Pero, en fin, digamos que la ansiada oportunidad en su tierra que deseaba Serranito –hoy sustituto de Uceda Leal, con hernia discal— ha resultado en la práctica fallida, porque para colmo de males vio como al sobrero de Bayones, que no tenía mal aire, se lesionó con puyazo de espanto en el peor de los sitios posibles, quedando mermadísimo de fuerzas y en ocasiones hasta algo descoordinado. Pese a todo, el aragonés enjaretó algunos derechazos y naturales muy de verdad, adelantando la muleta, embarcando suavemente, llevándolo muy toreado y rematando todo lo atrás que permite el brazo.
Cesar Jiménez y Matías Tejela poco más pudieron hacer que andar por allí sin agobios, tratando de aprovechar una embestida suelta de alguno de sus toros. Pero nada más, era imposible.
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