Si estamos de acuerdo en que, dentro del diagnóstico general del momento que vive la Fiesta, una de las grandes carencias radica en el factor mediático, cabría preguntarse, al menos como base para una reflexión, acerca de la viabilidad de contar con un verdadero canal taurino a través del cual se pueda realizar esa tarea de divulgación de todos los valores del arte del toreo.
Hubo un momento, que no del todo positivo, en el que las distintas cadenas de televisión se disputaban las retrasmisiones taurinas. En la época en la que convivían las iniciativas taurinas de la ya desaparecida Vía Digital, con las retrasmisiones de Canal *, Tele 5 y Antena 3, además de las cadenas autonómicas.
Aprender del pasado en lo bueno y en lo malo
Pero debe reconocerse que, en gran medida por responsabilidad de los taurinos, el balance no fue bueno: se quiso ordeñar tanto a esa vaca, que acabó siendo profundamente perjudicial, con la retransmisión de espectáculos bochornosos que, más que difundir los valores de la Fiesta, acabó divulgando sus miserias en no pocas ocasiones.
Ahora, cuando hay que buscar ingresos suplementarios, algunos empresarios han puesto de manifiesto su preocupación por este tema. Con la honestidad de no querer mirar hacia otro lado, entienden que el hecho de que la realidad de esa actividad la haya convertido en el monopolio de una sola cadena, con lo que las opciones se reducen.
Hay que reconocer, porque es de evidente justicia, que el trabajo que han venido realizando en favor de la Fiesta los responsables de Canal + resulta impagable. No sólo han convertido en un arte la retrasmisión taurina –ahí está la Medalla de las Bellas Artes que se le concedió a Manolo Molés–, sino que además han dignificado la Fiesta con un trabajo profesionalmente bueno, ya sea en el propio hecho taurino, como en lo que se refiere a la divulgación.
Ahora las cosas pueden, y probablemente deben, cambiar. Primero, y principal, porque la Fiesta necesita con urgencia un plan de comunicación a gran escala, como antídoto a esa marea, más ruidosa que numérica, que nos acosa en demasiados escenarios. Pero también porque ha llegado el momento de pensar en ese día después que se podría abrir en el momento que los gestores de Digital Plus decidan reordenar sus actividades, forzados por las condiciones económicas.
Sin ir más lejos, se está produciendo en estos días unos cambios muy importantes en el accionariado de esa empresa, en virtud de los cuales sus principales accionistas será de nacionalidad no española. ¿Se le puede pedir con esperanzas ciertas a un fondo norteamericano –caso del denominado "Liberty", que acaba de hacerse con la mayoría de Prisa– que mantenga un esfuerzo empresarial para sostener la política han llevado a cabo hasta ahora con respecto a la Fiesta? Por más méritos que se le reconozcan a los anteriores gestores, esa incógnita pende sobre lo taurino. A lo mejor no es hoy, pero en el momento en que lo exija la crisis económica, no hay empresario responsable que ande con sentimentalismo: sin negocio rentable, cualquier empresa carece de futuro y viabilidad.
Por otro lado, y a la espera de que finalmente ocurra con la proposición no de ley presentada por el diputado Albendea para que RTVE vuelva por sus antiguos fueros, no se dan hoy suficientes esperanzas objetivas para creer que los toros tengan de nuevo un tratamiento idóneo en la televisión estatal. Al menos, se dan en la medida que hoy necesita la Fiesta.
Tampoco se han dado las condiciones necesarias para que prosperara una iniciativa privada en esta materia, conocida sólo en ámbitos muy restringidos del taurinismo y que estaba promovida con un periodista especializado. Su viabilidad económico, a tenor de los costes fijos que exigía y de la merma de las inversiones publicitarias previsibles, lo hacía inviable.
Hoy puede ser distinto
Ahora, sin embargo, podríamos encontrarnos en una situación diferente. En el grupo de las figuras, ese al que Zabala de la Serna denomina con acierto el G-10, se ha abierto paso la idea de modificar la política seguida hasta ahora en lo que se refiere a los derechos de imagen, partida muy importante en el capítulo de los costes. Si los empresarios del circuito grande encontrarán también la fórmula para remodelar sus exigencias económicas, el camino estaría bastante más despejado.
Tecnológicamente a favor de los intereses de la Fiesta trabajan, por otro lado, las opciones que hoy ofrecen las plataformas de la TDT. Y lo hacen en una doble dirección: hoy se han superado las barreras para llevar la señal televisiva a cualquier punto de España, pero además con consecuencia de la crisis económica varios canales de ámbito nacional están disponibles, a un precio competitivo, para quien quisiera alquilarlos, o para pasar a ser el socio tecnológico de una nueva iniciativa empresarial.
Si, además, se pudieran diseñar acuerdos beneficiosos con las cadenas autonómicas –que son el refugio de los aficionados– para reunir en una plataforma unitaria todos los esfuerzos que hoy se realizan individualmente, se tendría gran parte del camino andado. Y eso sin contar que con la hora de las restricciones presupuestarias, se resolvía más de un problema a esas cadenas territoriales.
Las bases de un proyecto
Con toda razón se podría decir que, si se sigue al pie de la letras esta relación de condicionantes, se está planteando un imposible. Es bastante posible, salvo que se cambie de chips. Y ese cambio de chips pasa por que sea la Fiesta en su conjunto quien asuma el papel de promotores de la iniciativa. Una Mesa del Toro, refundada y potenciada, puede ser el instrumento, probablemente no para crear ex novo un nuevo canal taurino, pero sí para ser los dinamizadores de un gran proyecto, en el que se puedan dar cabida a todos los esfuerzos que hoy realizan las actuales cadenas autonómicas y al que se pudiera incorporar RTVE.
Para ello, sin embargo, son dos las condiciones necesarias de manera categórica: que los responsables de todos los estamentos taurinos se impliquen en dar viabilidad a la iniciativa y que se dispongan a dejar trabajar con profesionalidad a quienes asuman la dirección y realización de la misma. Si la primera condición facilitaría la viabilidad económica, la segunda la dotaría de la indispensable credibilidad, sin la cual no hay medio de comunicación que sobreviva. Todo ello partiendo de la base indispensable de la prudencia económica en la gestión, porque no se trata de hacer un 7 en las cuentas de nadie, sino de resolver una necesidad de la Fiesta.
Se podría aducir que una actuación de este género puede repercutir de manera negativa en la asistencia a los espectáculos taurinos. No tiene por qué ser así, si las cosas se hacen bien. Primero, porque los contenidos taurinos no se pueden ceñir de manera exclusiva a las retransmisiones en directo; éstas constituyen un gancho de especial interés para las promociones. Pero es que, a la hora de confeccionar una parrilla de programación, hay otros muchos soportes que interesan al aficionado: las retransmisiones de corridas en el continente americano; la reposición de corridas antiguas –que en los archivos de las televisiones son numerosísimas–; las sesiones cine taurino; los seguimientos de las ferias; las series de TV, que en los archivos las hay de todos los temas posibles; los reportajes de documentación y las entrevistas a personajes de interés, por citar unos pocos ejemplos.
En cualquier caso, lo que está claro es que hoy la tecnología ha puesto mucho más a nuestro alcance este viejo proyecto. La voluntad política y la profesionalidad, así como la firma vocación de servir a la Fiesta, tiene que hacer lo demás.
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