Madrid. Corrida Goyesca, en el Día de la Comunidad. Menos de dos tercios de entrada. Dos toros de El Cortijillo (3º y 4º) y cuatro de Lozano Hermanos (1º, 2º, 5º y 6º), desiguales de presentación y abundando la mansedumbre. Antonio Ferrera (de blanco y pasamanería azabache), silencio y palmas tras dos avisos. Diego Urdiales (de grosella y pasamanería blanca), vuelta al ruedo y silencio. Arturo Saldivar (de verde hoja y pasamanería dorada), silencio y silencio.
Salvo en la fecha centenaria, nada que ver este 2 de mayo del 2014 con el que 2 de mayo de 1914 que se conmemora. Resulta de toda lógica. Ni aquella Fiesta es la de hoy, ni aquel toro es el que ahora sale por los chiqueros. Unos simples datos objetivables: hace un siglo, los toros de Contreras necesitaron de 26 puyazo, a los que ha enviado la Casa Lozano este viernes les ha bastada con 13 y sin pasarse; cien años atrás los tres espadas dieron 123 muletazos; en esta ocasión nos han endosado 267, más del doble.
A partir de esta realidad nos equivocaríamos si uno se dedica a hacer comparaciones y a relatar añoranzas. Nada que ver una cosa con otra. Por eso, ha acertado el Centro de Asuntos Taurinos en sacar rédito cultural del centenario de aquella tarde de Juan y de José, pero sin meterse en el jardín de comparar carteles y hasta competencias; para eso ya vale con el error malagueño del domingo de Resurrección, que para colmo en La Malagueta se equivocaron hasta en la fecha: aquel otro centenario se ha celebrado con un año de adelanto.
Abandonando, pues, toda nostalgia, la realidad de lo ocurrido en este 2 de mayo en Las Ventas tiene a sus espaldas una historia más bien escasa en contenidos. Y es que el lote enviado con dos de sus hierros por la Casa Lozano quedó muy lejos de otras ocasiones. Bien presentados, pero desiguales en tipo, su componente común fue la mansedumbre y la dureza. En unos casos, a secas; en otros, con complicaciones añadidas. Y ninguno como para que los criadores se sientan satisfechos.
Se podría endulzar la cosa con ese recurso, tan socorrido, de recordar que ha sido esta una tarde muy ventosa, de las que nos regala con frecuencia Las Ventas. El argumentario sigue, como es habitual, justificando que si la corrida se hubiera podido lidiar en los medios… Y en efecto, el viento impidió todo intento de salir de las dos rayas. Pero aunque se hubiera podido hacer, lo manso no se habría mutado en bravo, que en esto no hay ni hada madrina, ni varita mágica. Habría dado alguna facilidad más a los toreros, pero pare usted de contar. Si ya se quiere hilar muy fino, hay que anotar al encastado que hizo 2º, que fue el que tuvo mejor son.
De un cierto coraje, por lo demás, tener que volver a repetir eso de lo torero que anda Antonio Ferrera. Eso ya es sabido. El problema de esta tarde es que no ha podido desarrollar otra cosa que sus conocimientos y su responsabilidad. Hubo una fase muy estimable de su faena al 4º, pisándole terrenos comprometidos y con los engaños arrastrando por la arena. Pero de ahí no pudo pasar. En lo que si se pasó fue en el metraje de su segunda faena, que se acabó por hacer interminable.
Muy firme estuvo Diego Urdiales con ese ya referenciado 2º de la tarde. Su faena tuvo desigualdades de ritmo y calidad, pero tuvo momentos muy logrados. Sobre todo, cuando llevaba a su enemigo muy templado y por abajo, que era la forma de alargar su recorrido. No hubo pañuelos aritméticamente suficientes, pero abundaron las palmas en su vuelta al ruedo. Con el violento que lidió en 5º lugar, cumplió toreramente. El riojano merece mucha mejor suerte de la que está teniendo ultimamente.
De vacío, salvo en el derroche de buena voluntad, se fue el mexicano Arturo Saldivar, con un lote que le dio nulas posibilidades de mayores logros. Algún muletazo con mayor profundidad, algún detalle aislado, pero nada más.
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