MADRID. Cuarta de abono. Casi lleno. Toros de Juan Pedro Domecq, cumplidores en presentación, pero manejables y algunos con clase. Uceda Leal (de azul eléctrico y oro), silencio y una oreja. Juan Bautista (de grana y oro), silencio y algunos pitos. Morenito de Aranda (de grana y poro), un aviso y palmas y silencio.
Una muy cumplidora corrida de Juan Pedro Domecq ha servido para rendir un justo recuerdo al criador recientemente fallecido. Un lote todo él cinqueño, cumplidor en presentación –especialmente los tres últimos–, que luego dieron juego. Nos gustó el buen tranco del cuarto, aunque también cayó en manos que lo cuidaron; mejor fue el quinto, pero no tuvo la suerte de su hermano; manejable y muy aprovechable el segundo y el tercero; más complicado el que abrió plaza y desabrido el sexto. El balance no puede decirse que sea malo, sino todo lo contrario.
Que luego, con semejante materia prima, los resultados artísticos no fueron lo esperable no es más que la prueba del 9 de cuál es hoy el estado clínico del toreo. Ni más ni menos. Y en este sentido, urge decir que no se puede salir a una plaza con el ánimo y la disposición de la que ha hecho gala en esta feria Juan Bautista. Ni es respetuoso para con los aficionados, ni lo es con su propia autoestima torera. Para acabarlo de redondear, en sus manos cayeron hoy dos toros que en otras circunstancias le habrían permitido el triunfo.
Mal le iba hasta ahora la feria a Uceda Leal. Los tres primeros toros que había lidiado le dieron pocas opciones y, además, el ánimo del torero no parecía tan firme como otras veces. Pero como tiene afición, sabe el oficio y calidad no le falta, no se dejó ir al cuarto de la tarde, al que realizó una faena, antes que otra cosa, inteligente. Supo ver las condiciones del “juanpedro” para armar un trasteo de series cortas, pero siempre muy templadas y suaves, con cadencia; era el camino necesario para exprimir las buenas condiciones del toro. Y luego se fue con firmeza detrás de la espada para dejarla toda ella arriba. Justa y merecida oreja, la primera de la feria; justo y merecido que se le haya ofrecido el puesto libre que dejaba Leandro en el cartel sabatino. A este cuarto, Uceda le había recetado unos excelentes lances de recibo, abrochados con dos medias de cartel.
Se ha justificado con mucha dignidad Morenito de Aranda. Pero su primero, que tenía buen son, se acabó pronto y al que cerraba plaza no terminó tocar la tecla para entenderse con su enemigo, que no era cómodo ni fácil, pero se desplazaba sin agobios. Eso sí, justificó que no salía a Las Ventas como el que va a hacer un recado sin importancia.
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