Triunfo y cornada de López Simón, en una tarde marcada por la vulgaridad de los «cuvillos»

por | 26 Abr 2012 | Temporada 2012

SEVILLA, 26 de abril de 2012. Decimocuarta de feria. Lleno en el segundo “no hay billetes” de todo el serial. Toros de Núñez del Cuvillo, de presentación medida y juego vulgar; el primero, que a la postre fue el único bueno,  se lidió como sobrero, una vez devuelto el titular por manifiesta flojera José A. Morante de la Puebla (de tabaco y oro), silencio y algunos pitos; silencio, en el que mató por López Simón. José María Manzanares (de marino y oro), silencio y ovación. Alberto López Simón (de blanco y oro), que tomaba la alternativa, una oreja tras un aviso; resultó herido al consumar la suerte de matar.

Parte facultativo: “Herida por asta de toro en cara anterior de muslo derecho tercio medio, que interesa musculatura de vasto interno. Presentando una trayectoria ascendente de 7 cm. Se hace limpieza de tejidos, hemostasia y sutura". Dr. Mulet Zayas

La vulgaridad de la corrida de Núñez del Cuvillo y la positiva actuación del nuevo matador de toros, Alberto López Simón, con el toro de la alternativa, han sido los dos polos de atención por los que discurrió la decimocuarta de feria. En medio lo que bien podríamos considerar “el quite del perdón”, a cargo de Morante en el que cerraba plaza, y la capacidad de José María Manzanares para meter en la muleta al quinto, tan vulgar y escaso fondo como sus hermanos de camada.

Si lo pensamos un poco, López Simón no llegaba en el mejor ambiente a esta tarde tan trascendental de su carrera. Su inclusión en este cartel, para hacer de primero de dos figuras, levantó no pocas críticas en Sevilla, en cuya plaza nada había dicho en su doble paso como novillero. Sin embargo, la ovación más unánime se la llevó, bien que por representación,  al concluir la tarde, cuando su cuadrilla cruzó el albero camino del hotel. En medio quedó su torera actuación con el toro de su alternativa, que a la postre fue el único que pudo matar.

El comienzo debió ser desesperante para el torero, cuando el bonito toro elegido para la ocasión tuvo que volver a los chiqueros porque materialmente no se tenía de pie. Vuelta a empezar, ahora con el sobrero, del mismo hierros, que no había entrado en el enlotamiento porque parecía el menos aparente de fachada. Y como de toros no saben ni las vacas, luego resultó ser el único  con bondad y recorrido.

López Simón se mantuvo fiel a su personalidad, ese toreo vertical y muy quieto. La pura verdad es que con el toro ganó muchos enteros con respecto a la etapa anterior. Un comienzo vibrante, pero también templado, dio paso a unas series de muletazos, básicamente por el pitón derecho, que tuvieron calidad y largura, con la mano baja. Tras unas manoletinas muy apretadas, se tiró con total rectitud tras la espada, aunque en el trance se encontró con una cornada en el muslo. Oreja con fuerza y vuelta al ruedo incluso parsimoniosa a pesar de la cornada, para luego pasar a la Enfermería por su propio pié. No ha sido, no pudo serlo por el percance, la tarde soñada, esa que en las duermevelas entrevén a hombros por la puerta grande, pero fue una tarde de la que el torero legítimamente puede sentirse orgulloso. Ahora toca que le den cuartel y se ruede.

La corrida no le gustó ni a su criador. Y hace bien en no autoengañarse. Cuando uno tiene en sus manos una camada de bravo con una marcada personalidad, lo peor que le puede ocurrir es echar una vulgaridad de corrida. Con algunas dificultades de más el segundo y el cuarto, bien que no insalvables en otra tarde y en otras manos, el conjunto fue decepcionante. Incluso el quinto, al que la fortaleza de la muleta de Manzanares le tapó sus no pocos defectos, entra dentro de esa categoría.

Con lo cual la tarde se saldó con el inesperado quite del perdón de Morante en el que mató en lugar de López Simón, unas chicuelinas y dos medias colosales. Y las fases centrales de la faena de Manzanares en el ya mencionado quinto, en el que –anotemos marginalmente– el público venía ya un poco embalado por la excelencia del segundo tercio, en el que la cuadrilla volvió a recibir los honores de la música.

 

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Taurología

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