Triunfo sólido de Miguel Abellán, que de nuevo resultó lesionado

por | 7 Jul 2014 | Temporada 2014

PAMPLONA. Tercera de Feria. Lleno total. Toros de Torrestrella, bien presentados y de bonita lámina, pero de juego muy desigual; el mejor, el 5º. Antonio Ferrera (de tabaco y oro), silencio y silencio. Miguel Abellán (de blanco y azabache), silencio y una oreja.  Daniel Luque (de nazareno  y oro), que sustituía a David Mora, silencio y silencio tras dos avisos.

En tardes como ésta del Santo patrón, cuando en el ruedo pasan menos cosas de las esperadas, los amigos se vuelven habladores, algunos siempre demasiado. Indefectiblemente en esos casos a cualquier episodio hay un ocurrente que le encuentra su engarce con las cosas más dispares e incluso lejanas. No falla. Hoy ha sido la triste noticia de la muerte de la Saeta Rubia, don Alfredo, como Marcial pero en futbol: el más grande. Viendo a Miguel Abellán cojeando camino de la cara del toro, de inmediato surgió la inevitable ocurrencia: recordar las historias del “gol del cojo”. También Di Stéfano marcó alguno. Marginemos sus prolegómenos, que fueron detalladísimos, en lo sustantivo: como aquellos tiempos no existía eso de los cambios de jugadores, cuando uno se lesionaba indefectiblemente el entrenador lo ponía de delantero centro, para que al menos incordiara allá arriba y si la ocasión era propicia hasta marcara su golito. Era “el gol del cojo”. A más de un equipo le dio muchos dolores de cabeza esta figura.

Por más paralelismos tangenciales que el amigo buscara una cosa es cierta: la oreja que en Pamplona hoy ha cortado Miguel Abellán no ha sido precisamente “la oreja del cojo”, la oreja oportunista, que a la postre para los futboleros era lo suyo en eso de “el gol del cojo”. Por el contrario, lo que ha hecho Abellán es echarse al hombro su cojera y demostrar de nuevo el excelente momento que atraviesa en su nueva etapa. Y eso a pesar de la cojera real y manifiesta, lo que da más mérito a su faena.

Que por cierto, ya es mala suerte la suya. Después de la paliza de Madrid, hoy se nuevo se le ha producido una posible rotura del abductor de la pierna derecha, sobre una de las lesiones que tuvo precisamente en Madrid.  Hubo que infiltrarle en la Enfermería, donde se le aconsejó que no volviera al ruedo. Pues pese a todo, ofreció en esta tarde lo mejor que se vio en la Monumental pamplonesa, para aprovechar al mejor de los “torrestrella” que han salido en esta ocasión por los chiqueros.

Digamos, haciendo un pequeño paréntesis, que ese 5º de la tarde no fue representativo de la corrida que Álvaro Domecq trajo a Pamplona. Tuvo toda ella, eso sí,  unas buenas y bonitas fachadas, pero luego abundaron los toros con poca clase, más bien con ninguna. Destacó como más notable el susodicho 5º; aunque con matices ofrecía algunas opciones el que cerró plaza e incluso el 2º habría lucido más si las fuerzas le llegan a responder. Los tres restantes, sencillamente dicho, dieron un mal juego, frente a los de a pie y frente a los caballos. Y la nota media rayaba en los que los maestros dicen: “necesita mejorar”.

Pero volvamos con el torero de Madrid. Desconcertaba un poco el tal 5º –por nombre “Enterado”– en el primer tercio, pero cuando se llegó al tramo final sacó templanza y largura en sus embestidas, en particular por el pitón derecho. Y allí se encontró con Abellán, en una faena que fue a más y con series de muy buen trazo, con la virtud –que en Pamplona es esencial– de conseguir centrar la atención de las peñas. En suma, un trasteo variado y muy hilvanado, en el que supo administrar los tiempos y las distancias. Lo mató con decisión, aunque no con la mejor colocación. Pero la petición fue unánime y el trofeo merecido. 

Antes había estado en sus dos turnos muy torero Abellán en el manejo del capote y si el que le correspondió en primer lugar llega a tener otros bríos, vistos los apuntes que dejó en el ruedo lo normal es que hubiera redondeado una tarde completa. En cualquier caso, el madrileño ha confirmado que en esta nueva versión es un torero con el que hay que contar. No es tan sólo que esté más centrado y cuajado, es que su toreo ha subido de quilates.

Fuera de dejar constancia de nuevo de su capacidad lidiadora, ninguno de los toros de Antonio Ferrera permitían mayores alegrías. Ni el que abrió plaza, cuya única virtud mientras duró radicaba en su movilidad y prontitud, ni el geniudo 4º estaban para mayores empresas. Tan sólo para sacar a pasear el buen oficio y el empeño de estar ahí. Y eso es lo que hizo el extremeño, que hoy anda sobrado salga lo que salga por los chiqueros.

Enganchado a lo sanfermines en el tiempo de descuento, la voluntad de Daniel Luque quedó patente. Su oficio, también. Su primero tenía muchas complicaciones dentro, brusco y de cortas embestidas. El sevillano se puso firme con él, con buena técnica para resolver la cuestión; lo que no podía haber eran lucimientos al uso. Algo más potable era el que cerró la tarde, pero la decisión del torero hizo que incluso pareciera mejor. Una faena muy razonable, pero que luego tuvo un epílogo premioso con los aceros, tanto que hasta el enviaron dos recados presidenciales.

 

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Taurología

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