SEVILLA. Tercera de Feria. Menos de dos tercios de entrada. Tres toros de Juan Pedro Domecq (1º, 4º y 5º) y tres de Parladé ( 2º, 3º y 6º bis), todos de presencia justa, sin fuerza ni raza; se salvó del desastre el sobrero. Enrique Ponce (de gris plomo y oro), silencio y silencio. Manuel Jesús “El Cid” (de verde botella y oro), silencio y silencio. Javier Jiménez (de banco y oro), que tomaba la alternativa, ovación y una oreja. Al concluir el paseíllo, Ponce fue obligado a saludar desde al tercio.
Pues ni con Enrique Ponce en el cartel la cosa termina de animarse en Sevilla. No se alcanzó a cubrir los dos tercios del aforo. Y eso que era sábado de preferia y con la ciudad abarrotada de visitantes con el puente. Para remate, la única figura que participa en el serial daba la alternativa un torero de una localidad tan próxima a la capital como Espartinas. Pues ni por esas. Visto lo visto, no será fácil ya que cambie este rumbo en la feria de las oportunidades que ha organizado la Casa Pagés. El público, también el de Sevilla, se ve que quiere otra cosa. En esto, hay que reconocerlo lisa y llanamente: Canorea, 0 – G-5, 1; le han metido un gol por la mismísima escuadra. Con su falta de respeto a la afición sevillana no se merecen semejante victoria, pero la han conseguido. Pero la realidad palpable es que en Sevilla no hay el ambiente de toros de otros años.
Si esto era antes de comenzar el festejo, visto el triste juego de la corrida de Juan Pedro Domecq, las cosas se sitúan al borde de la depresión profunda. No será fácil reunir un lote tan desrazado, tan sin fuerzas, tan sin emoción alguna en sus torpes andares. El 5º hasta se echó en medio de la faena de muleta. Algo más fuste había tenido el toro de la alternativa, pero quien de verdad hizo las veces de “gol de consolación” fue el sobrero, de mayores bríos y desplazándose con cierta clase. Tiene que ser muy duro para un criador con tradición que el público sevillano se tome a chacota a sus toros, como ocurrió este sábado con las ocurrentes voces que salían del tendido.
Después de toda la campaña de elogios que han precedido a su llegada a Sevilla, por el simple hecho de reaparecer después de un percance –que es lo que hacen todos los toreros, con nombradía y sin ella, al levantarse de la cama–, seguro que Enrique Ponce habría pensado para esta tarde otra cosa, no la que luego vivió en el ruedo. Pero es que ni siquiera le pudo bajar la mano a ninguno de sus dos toros, qué ya es decir. Mucho menos tuvo opción de llevarlos largo y hasta el final. Solo apuntes sueltos, no quedaba otra opción, como algunos que dejó en el blandeje 4º de la tarde. Ahora, a esperar al viernes día 9, por si la corrida de Victoriano del Río depara mejores ocasiones.
En blanco, pero en blanco total, se le fue la tarde a Manuel Jesús “El Cid”. Su primero lindaba con el desastre total: no llevaba nada dentro; el 5º, ya se dijo, un desastre aún mayor, incluida la siestecita que se regaló en el albero, cansado de ir y de venir. Pero tampoco es que el de Salteras estuviera particularmente afortunado.
La suerte, en cambio, estuvo menos esquiva con el nuevo matador de toros. Tuvo Javier Jiménez como toro para el doctorado un domecq carente de casi todo, pero que al menos se desplazó dos docenas de veces. Estuvo discontinuo, algo rapidito en el manejo de las telas y mal con los aceros. Cambió radicalmente el panorama con el sobrero. Y ahí, sí, ahí se le vio torear despacio, templado y, cuando cogió la mano izquierda, incluso con gusto, con hondura, llevando al toro hasta muy atrás. Un pinchazo precedió a la estocada. Su vuelta al ruedo con la oreja bien ganada puso un punto final amable a una tarde que había sido una “esaborisión”. Pero una “esaborisión” aun mayor sería que a este torero de Espartinas lo sentaran ahora en el banquillo, a la espera de mejor ocasión.
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