MADRID. Vigésimo séptima de feria. Casi lleno. Toros de Victorino Martín, bien presentados, complicados, fieros y mansos. Uceda Leal (de negro y plata), pitos y silencio. Antonio Ferrera (de ciruela y oro), silencio y silencio. Alberto Aguilar (de turquesa y oro), ovación y silencio.
El parte médico de Manolo Rubio: "Herida por asta de toro en región perineal, con orificio de entrada y salida, con una profundidad de 15 centímetros, que alcanza el pubis y contusiona uretra y recto. Luxación de rodilla derecha, con rotura de ligamentos cruzado, anterior y posterior y ligamento lateral interno. Es intervenido quirúrgicamente en la enfermería y se realiza la reducción de luxación de rodilla e inmovilización de la misma. Pronóstico grave. Trasladado al hospital Virgen del Mar".
La figura no es precisamente nueva, sino que tiene una larga tradición en la historia. La corrida en la que el público se decanta a favor del toro, minusvalorando la acción del torero, incluso llegando a la censura. Es lo que ocurrió en este ultimo viernes de feria. Como en la Casa Victorino hay mucha inteligencia ganadera serán los primeros a los que las ovaciones del público no les habrán equivocado sobre el juego que dieron sus toros. El nombre que se le ponga es lo de menos. Qué más da a estas alturas si se le llama petardo, si se dice que mansada, si se califica…. Lo único seguro es que para los amantes de la bravura resultó una decepción grande.
Dejando al margen el trapío y la fortaleza, que no se puso en duda, la corrida ha sido mansa donde las haya, con mucha casta pero de la mala, con una fiereza violenta y fea, con el recorrido justo para revolverse sobre el torero… Una corrida muy dura en la que no cabía ni un ápice del toreo moderno. En todo momento, el peligro manifiesto estaba presente en el ruedo. Ni siquiera se justificó ante el caballo. Salvo algún puyazo aislado, se pelearon de mala forma con los petos, que es cosa bien distinta de esa otra de meter la cara abajo para romanear con los riñones.
Si estos volubles comportamientos del público causan no poco desconcierto, más aún ocurre cuando en Madrid a una faena cimentada a la antigua –la única posible– como la de Antonio Ferrera con la fiera corrupia que fue el 5º, acabó en protestas. Y mira que estuvo poderoso y torero para someterlo por abajo, tratando de quebrantar a un animal que desde que salió era imposible.
Medio quería salvarse de la quema el lidiado en tercer lugar. Humillaba y se desplazaba más que sus hermanos, incluso peleó mejor con los montados. Pero de ahí a creer que era el toro bravo soñado media un abismo. De hecho, en la tercera serie de muletazos que trataba de dibujar Alberto Aguilar, ya se puso tobillero.
Pues pese a todo, a cuatro toros le ovacionaron en el arrastre, mientras se pitaba a los toreros al retirarse de la plaza. No cabe mayor incomprensión. Pero eso también forma parte de la Fiesta.
Aunque se comprenda, si algún reproche se le puede poner hoy a los toreros es que tomaron sus precauciones a la hora de matar. Hasta Uceda Leal tuvo que tirar de recursos. Pero, o todos hemos perdido el sentido de la medida, o si en algún momento estaba justificada esa precaución era esta tarde. En el resto, todos los que salieron al ruedo en este viernes, conocieron de cerca y de verdad lo que era el peligro. Y ahí está el “tercero” de Ferrera, con una cornada en el muslo y una fractura de graves consecuencias para atestiguar como hasta dar la puntilla tenía hoy mucho mérito.
En todo este contexto, con la peor corrida de Victorino Martín que se recuerda, ponerse a hace distingos si a este muletazo le faltó no se sabe qué, resulta improcedente. Aquí lo único que faltó fue la bravura. Por eso, digamos, sencillamente, que Uceda Leal, Antonio Ferrera y Alberto Aguilar lidiaron y mataron la vigésimo séptima del abono madrileño y que hasta tuvieron la torería de tratar de lucir a los seis toros. Por fortuna, todos salieron por sus propios pies, menos Manolo Rubio, que iba camino del Sanatorio con una cornada grave. Eso sí, Alberto Aguilar cojeaba: llevaba una herida en un gemelo producida por su propio estoque.
Otro sí
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