PAMPLONA. Novena De la feria de San Fermín. Lleno. Toros de El Pilar, de gran y bella presencia, pero mansos y desrazados. Manuel Jesús “El Cid” (de azul cobalto y oro), silencio y silencio. David Fandila “El Fandi” (de nazareno y oro), silencio y silencio. Daniel Luque (de añil y oro), ovación y palmas.
El Cid fue asistido en la enfermería de una herida en el tobillo izquierdo, producida por un pisotón, que no le impidió continuar la lidia.
Sabido es que el toro bravo, cuando tiene su conformación natural, es uno de los animales más admirados, ya estén en el entorno natural de la dehesa, ya en la propia plaza. Los que ha enviado Moisés Fraile a Pamplona eran todos de fotografía. Con gran presentación, de encornaduras limpias y armónicamente desarrolladas, variados de capa… Vamos, como para hacerse un dije, un lujo para la contemplación.
En el madrugar pamplonés, desarrollaron además unas rapidísima carrera, limpia además, con un toro –un cinqueño, que luego se lidiaría en cuarto lugar— que batió todos los records de rapidez en la carrera y, sobre todo, uno de los animales más bellos de los que hemos visto en lo que va de temporada. Pero…, siempre tiene que haber un pero, que en este caso es esencial: en el ruedo no dieron opciones para una lidia según los actuales criterios de lucimiento.
Cierto es que a los seis le dieron candela en cantidad desproporcionada a lo recomendable; caso evidente de toda evidencia fue el quinto que, siendo el más toreable de todos, se rompió por completo en el caballo. Pero la realidad es que la materia prima tampoco daba mucho de sí: mansearon casi todos, abundan en sosería en sus embestidas y más de uno tenía la vista puesta en la puerta de chiqueros. Hay que reconocer que darle fiesta a animales de este porte, cuando además resulte necesario atraer la atención de la animadísima solanera, es tarea poco menos que imposible. Por eso el discurrir de la corrida monótono y plano en emociones.
El Cid a buen seguro que se va contento de Pamplona: salir ileso de la impresionante cogida por la ingle que sufrió en su primero, es como para descorchar champán. Un pequeño descuido, mientras hacía una indicación a uno de sus banderilleros, dio paso a una cogida espeluznante, con el toro arrancado a todo gas en los terrenos de toriles. Fue milagroso que ni le rompiera la taleguilla. Es el lado bueno de la tarde. Para el torero lo malo es que ninguno de los dos toros le permitió ir a mayores. El primero, porque desde que piso el ruedo, andaba más pendiente de irse por donde había salido; el otro, porque llegó vacío al último tercio, después de una larguísima pelea en el caballo.
Por lo demás, se volvió a comprobar la imposibilidad de provocar cierto alboroto con el toro de la merienda. Si ni El Fandi con las banderillas y sus alardes lo consiguió, será porque se trata de un imposible ontológico. [Anotemos entre paréntesis que el granadino mató su segundo en cuarto lugar, para dar tiempo a que El Cid fuera atendido en la enfermería, de la que salió para matar a su segundo en quinto lugar]. Fandila estuvo fácil y profesional con sus dos toros, tratando de llevarlos con buen pulso. Pero ni el soso y noblón quinto, ni el geniudo que le tocó en segundo lugar daban para más.
Dentro de esta tónica general, llamó la atención lo centrado que en esta etapa anda por el ruedo Daniel Luque. Ha dejado ya los agobios y los nervios, para dar paso a un torero más cuajado. Tanto que si su primero hubiera dado un pasito más, hasta le corta la oreja. En ambos estuvo muy por encima de sus enemigos.
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