La tarde discurrió emocionadamente serena. Y con el señorío que siempre caracterizó al toreo. No había más que ver el cariño y la fuerza con la que se aplaudió a la viuda y a toda la familia de Víctor Barrio cada vez que se levantaban en el tendido para recibir el brindis de un torero.
Muchísimas personalidades del mundo del toro por todos los rincones. Y mucho aficionado foráneo que vino a completar lo que faltara para el “No hay billetes” más verdadero de lo que va de temporada. Y como de señores se trataba, ni una nota disonante, ni un patoso, que ya es difícil que se eso ocurra cuando se reúnen más de 11.000 personas.
Desde luego el espectáculo estaba en el ruedo. Pero lo allá abajo ocurría no era desligable de todo cuando lo rodeaba. Hasta la plaza del Paseo de Zorrilla parecía más cómoda que en otras ocasiones, por más que el calor pegara fuerte.
Una tarde, en suma, de las que hay que vivir, para poder contarla en el futuro.
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