The life I sing about in my songs

por | 30 Jun 2018 | La opinión

 

Para llegar a torear así, hace falta que a uno le salgan canas. José Tomás, hoy lo hemos visto, ya tiene ese mechón que algunos identifican con el de “los elegidos”. Pero es que, para llegar a torear así, con ese temple, ese aplomo y ese control total de la situación, hace falta haber estado a punto de perder la vida en Aguascalientes. Hace falta haber tenido un hijo, haber abierto siete veces la Puerta Grande de Las Ventas, haber dado la espalda durante años a todo el sistema y haber hecho el paseíllo las tardes que has querido y cuando has querido. Pero, sobre todo, para llegar a torear así, hace falta tener el Toreo, y la relación que te une al toro, metidos en los sesos. 

 

Eran las doce y media de la noche y la voz soberbia de Mahalia Jackson se escapaba por los cascos dominando el tempo, la cadencia y las estrofas con asombrosa maestría. “I’ve got to live the life I sing about in my songs”. Un título largo para una canción descubierta tan sólo un día después de la última tarde que toreó en la México. El despertador estaba puesto para las 4:20 y sabíamos que así, con la cantante de góspel que le susurró a Martin Luther King en mitad de aquel discurso que tenía que contar “lo del sueño”, debíamos acabar el día para dar paso a otro que apuntaba a ser extraordinario. 

 

Ahora, en esa habitación de hotel, casi 24 horas después de haber escuchado esa inmensa canción por última vez, es imposible no parar de darle vueltas a lo visto hace un par de horas con esa misma banda sonora en la mente. Un homenaje a la coherencia con uno mismo, al hecho de marcarse un camino sin permitirse el lujo de abandonarlo. Cueste lo que cueste. Guste a quien le guste. Lo entiendan o no. Por mucho que otros, ofreciendo la mejor versión de sí mismos, se lleven también los aplausos. Por muchas libélulas que atraigan las miradas con su luz fugaz. 

 

“Tengo que observarle durante toda la corrida. Por eso veo sus reacciones, sus gestos. Tiene en todo momento un control absoluto de sí mismo. Incluso cuando sabe que llega el percance. Le veo analizando distancias y probabilidades para resolver la situación, sin dejar nunca de mirar al frente. Después, se levanta siempre como si no pasara nada. Lo suyo tiene un nombre: integridad”. 

 

En días como éste suele darse el caso de que, además de disfrutar en la plaza, el azar te pone en suerte personajes inesperados y conversaciones de ponerse a cavilar. Hoy alguien nos ha contado lo del párrafo anterior. Y no podemos más que darle la razón. Frente al quinto toro, un astado muy serio y nada fácil de Núñez del Cuvillo, se ha sacado la muleta de la espalda con un aplomo y una serenidad fuera de lo común. Y eso, ya lo habrán leído por ahí, no es ni mucho menos lo mejor que ha hecho durante toda la corrida. Lo del primer toro, por ejemplo, ha sido de no poder creer lo que estábamos viendo. Pero, repito, esa manera de sacarse la muleta de la espalda es sólo propia de alguien que tuvo a Corbacho de maestro, se dejó un toro vivo en Las Ventas o puso rumbo a México cuando era un chaval para curtirse antes de volver a España. 

 

Son las 23:20 de la noche y, en nuestra cabeza, Mahalia continúa marcando la cadencia. Y así, con la elegante potencia de su voz, intentamos procesar tanta información, tantas sensaciones intensas vividas. Nadie dijo que la música callada del Toreo no pudiera tener tono de blues…  

 

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Covadonga del Peso

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