Tarde de tedio y sopor soberano, cuando se había programado como tarde de oportunidades. No las hubo y las pocas ocasiones que las facilitaban, se les sacó escaso provecho. La novillada que mandaron los Fraile, demasiado desigual de presentación, abundó en mansedumbre con demasía, pero también aportó una dosis importante de falta de clase. Con todo, hubo un par de novillos –especialmente el 3º– más que aprovecchables. La suma final no pudo ser más que negativa por la simple razón de que novilleros y novillos no trabaron entendimiento.
Pero que uno tuviera un buen pitón derecho, o que otro se dejara andar por allí, en poco cambia el panorama. Tan sólo son consuelos inconsistentes. Y uno, como el 6º, que traía un aire de emoción, además no pocos problemas, salió al ruedo cuando el personal estaba ya en situación de agotamiento total, como para hacer caso a lo que ocurría. Cuando la casta y la bravura se ausenta, lo demás es superfluo. Y de eso hubo bastante en esta última novillada del abono.
Junto a la elegancia natural que imprime al manejo de las telas Alejandro Marco, lo más claro para un balance de la tarde ha sido la férrea voluntad de Juan de Castilla. Tiene sus carencias técnicas, desde luego; pero apuesta fuerte siempre, con ocasión y sin ella. Su continuada participación en quites, y arriesgando, o su decisión para ir a la cara del toro, al menos nos brindaron la imagen de un novillero-novillero. Ya lo hizo hace una semana, cuando se quedó solo en el ruedo con cuatro novillos; a su modo y manera lo ha vuelto a repetir en esta ocasión. Mientras siga teniendo valor y empeño, continuará caminando en búsqueda de su hueco en el toreo.
Alejandro Marco maneja con gusto el capote, quiere torear con la franela no ya ortodoxamente, sino sobre todo con hondura. Lo dejó claro en las primeras series que desplegó con el que abría la tarde. Pero llegó el feo revolcón, que a todos nos dio un susto al verle inerte en el ruedo y luego que las piernas no le sostenían. Afortunadamente se repuso, pero la faena ya no podía tomar vuelos; demasiado que lo mató con dignidad. ¿Qué influyera luego con el 4º? Es muy posible. Poco regalaba este ventanero, pero tampoco el torero tuvo un cierto arrebato para hacerle frente: todo muy formal, pero sin ningún aroma. No es esa la imagen que guardábamos de las otras veces que le hemos visto.
Sorprendió que en la que, salvo cambios de ultima hora, era su ultima comparecencia en Madrid antes de la alternativa Joaquín Galdós no saliera arreando desde el primer momento. Fríamente academicista, cuidando más las formas que el fondo, debe reconocerse que su toreo no dijo nada: dejó indiferente al personal, salvo en algunos momentos con el capote. Dos trasteos largos, repetitivos, técnicamente correctos, pero sin una chispa que saltara al tendido. Desde luego ninguno de sus enemigos guardaba relación alguna con ese 6º que el domingo lidió con músicas y olés en Sevilla, que cuentan que fue un utrero extraordinario. Pero ante el novillo medio, e incluso el que es menos que medio, de un matador de toros en ciernes se espera siempre otra cosa.
0 comentarios