MADRID.- Decimo octava de la feria de San Isidro. Más de tres cuartos del aforo cubierto. Cinco toros de Puerto de San Lorenzo, tres de ellos cinqueños (1º, 3º y 5º), bien presentados, mansurrones y protestando siempre en los caballos; y un sobrero de José Luis Pereda (6º bis), también cinqueño, sin clase pero pronto. Antonio Ferrera (de nazareno y oro), silencio y silencio. Miguel Abellán (de verde manzana y oro), ovación y silencio. Daniel Luque (de verde prado y oro), silencio tras aviso y vuelta al ruedo.
Será que ya va haciendo mella una feria tan larga. O será, sencillamente, que no puede ser todos los días. Pero la tarde ha pesado mucho. Tampoco es que la corrida a Puerto de San Lorenzo saliera con grandes propósitos de colaborar. Total, que por esto o por aquello, que a gusto respiramos cuando el 6º fue arrastrado. El eterno, optimista que lo hay, salía contento: “Es que hay que evitar que se cumpla el refrán, ese que dice que los días de mucho son las vísperas de nada”. Lo decía, claro, porque lo que espera para el miércoles es la comparecencia única de Morante. Ojalá que se puedan compartir sus optimismos, porque además del torero de la Puebla en Las Ventas estará El Juli y Castella.
Para esa tarde soñada ya se ha puesto la primera piedra: la del lunes fue tarde de nada, o de muy poco. La corrida de Puerto de San Lorenzo, en su mansedumbre, no dio facilidades. Todos con mucha romana, aunque ninguno regordío, luego salieron cortados por el mimo patrón: abantos de salida, mansos y protestantes ante los de a caballo y con un ir venir de muy poco ritmo y son en el último tercio. Desrazado y soso resultó el que abría plaza; mientras duró, que no fue poco, tuvo clase y recorrido el lidiado en 2º lugar; si no se hubiera aquerenciado tanto –que lo hizo ya de salida– no metía mal la cara en los engaños el 3º, aunque dimitiera pronto. Complicado y desagradecido el que hizo 4º y andarín sin resuello el 5º.
El sexteto lo completó un sobrero de José Luis Pereda sustituyó al renqueante inicialmente anuniciado. Un cinqueño más recortadito que los titulares, que tomaba los engaños desigualmente, volviéndose más protestón cuando Luque le apretó las clavijas. Le sentaba como un tiro cada vez que derrotaba en las telas.
Estuvo sin agobio alguno Antonio Ferrera con el “atanasio” que abrió la tarde, pero su derroche de suavidad y temple en el manejo de las telas no hacía más que poner en evidencia la falta de raza de su enemigo, que era tanta que no ponía en valor su nobleza. Complicado, geniudo, deslucido, frente al 4º se pudo ver al extremeño en su papel más técnico. A este toro le dejó un par de poder a poder de muchísima usía. En definitiva, no se puede hacer más con menos.
A lo mejor son imaginaciones del cronista, pero en otro momento a Miguel Abellán no se le hubiera escapado el 2º de la tarde sin cortarle la oreja. En ningún momento se le vio a gusto. El del Puerto de movía y no lo hacía del todo mal, como Daniel Luque dejó claro en su quite. Más excusable resultó que tirara por la calle de en medio con el que hizo 5º.
Daniel Luque sigue teniendo el mismo buen momento. Ante el 3º de la tarde tan sólo se pudo comprobar en los detalles: no se puede torear con más suavidad; lo que ocurre es que el trasteo no tuvo continuidad y el personal descolgó el teléfono. Para colmo se puso pesadísimo con la espada, rara avis en el de Gerena. Aunque de forma desigual, ante el sobre de Pereda dejó los pasajes más brillantes de toda la tarde, en sus primeras series sobre la mano derecha. Con la izquierda, en cambio, el toro le punteaba demasiado los engaños y fue a peor. Trató de retomar la faena, pero ya había ido a menos. Cuando se vino a más fue con el espadazo que le recetó.
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