MADRID, 6 de octubre de 2012. Tercera de la Feria de otoño. Casi lleno. Cinco toros de Valdefresno y uno de Hns. Fraile Mazas (3º), correctos de presencia, escasamente cumplidores en el caballo y, por lo general, con querencia hacia los tableros. Sergio Aguilar (de rioja y oro), ovación y silencio. Iván Fandiño (de verde esperanza y oro), una oreja tras aviso y protestada y vuelta. David Mora (de violeta y oro), silencio y silencio tras aviso.
A la hora de hacer balance de la tarde nos quedamos en un sí pero no. La corrida de la familia Fraile no tenía peligro, incluso hubo animales con nobleza, pero ninguno se lució ante el caballo y todos buscaban la salida ante los engaños para irse a tablas. Y los toreros hicieron lo que se pudo. Voluntad toda la que se quiera, pero a partir de ahí hubo momentos en los que se pudo estar mejor.
Con todo anotemos un dato, que tampoco es novedoso. El público de Madrid que tanto ha mimado esta terna, una vez que están circulando más o menos bien, ha cambiado su vara de medir. Se dirá que es ley inexorable de las aficiones desde hace muchísimas décadas. Y es cierto: aquí lo que se anota es que la terna de esta tarde ya entrado en ese renglón.
El conjunto de los toros salmantinos –no todos parejos en presencia– no convenció, por más que ninguno fuera avieso en sus intensiones. Noble y hasta un punto de calidad tuvo el primero, pero era tal la carencia de celo que no era posible la pelea. Tomaba los engaños el 2º, pero siempre mirando hacia los adentros, hasta que dijo basta y se paró. La misma escena se repitió con 3º y 5º, éste además dio la impresión de andar mal de los cuartos traseros. Muy venido a menos el 4º, que desde su salida dejó ver la carencia de motor. Y siempre suelto y con la cara alta el que cerraba plaza, quizás el peor de un conjunto de nota media hacia abajo. En suma, complicaciones ninguna de ellas irresolubles, como luego se demostró; pero aportaban pocas facilidades al lucimiento y exigían un plus por parte del espada de turno.
Y si empezamos por lo más relevante, empezamos por Fandiño. Toda la tarde participativo con el capote, tanto de salida como en quites, en el que abrió plaza con excelente resultados, el torero de Orduña-Guadalajara –que no es un trayecto de la Renfe, sino sus dos patrias chicas– pisó el ruedo venteño más que nada pensando en la Puerta de Alcalá, que le falta todavía. Y eso se nota. Su trasteo con la pañosa en el primero de la tarde tuvo gusto y un punto de reunión, por su demostrada habilidad para evitar que el toro se saliera de las suertes, que es lo que quería. Una faena razonablemente buena, la que le sobró quizá la última serie y, sobre todo, la mala suerte de “Llaverito” levantando al toro con la puntilla. Con votos en contra la presidencia le concedió una oreja.
Más gustó con el quinto, sobre todo porque supo plantear el trasteo en sus justos términos. Frente a un toro que ponía poco por su parte, optó por darle mucha distancia, para aprovechar sí el viaje en series medidas y templadas. Hasta para las bernardinas finales, llenas de emotividad en el cambio, repitió el mismo planteamiento. Esperándolo siempre con firmeza, Fadiño puso esa sal y esa pimienta que no tenía su enemigo. De nuevo el descabello lo dejó todo en una vuelta al ruedo, eso sí: sin discrepancias.
No tuvo la suerte de cara, como es tan frecuente, en esta tarde Sergio Aguilar. Resulta imposible ligarle los muletazos a su primero, distraído hasta la desesperación. Y aunque el madrileño todo lo trataba de hacer con pulcritud y muy buen trazo, la faena no podía consolidarse. Más de lo mismo vino a ocurrir con el cuarto, que ya del caballo salió muy aplomado.
Sin raza ni acometividad llega el tercero a la muleta de David Mora. Y así no hay modo de llegar al tendido, sobre todo en Madrid, por más empeño que se ponga en hacer bien el toreo. Dicho lo cual, a este trasteo le sobraron velocidades y tirones y le faltó templado sosiego. A la puerta de chiqueros se fue con el que cerraba plaza, esfuerzo imposible de rentabilizar luego: su enemigo iba con la cara suelta, se tragaba los dos primeros muletazos, pero rehusaba en adelante. Todo deriva en muletazos de uno en uno, con mérito, pero sin eco en el público.
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