Sin recuperar la autenticidad del toro bravo no habrá salvación

por | 17 Oct 2012 | Informes

Quizá lo más ajustado a la realidad sea calificar la temporada que ahora acaba como atípica. Lo fue desde sus inicios, con el pleito de los derechos de imagen, que unos y otros sacaron de madre. Y lo ha sido hasta el final, con una plaza de Zaragoza que daba pena ver con tanto tendido vacío, la inmensa mayoría de las tardes.

De hecho, que lo más singular del año haya sido, y con fundamento, la actuación clamorosa de José Tomás en Nimes, cuando el de Galapagar está fuera de la competitividad que suponen las ferias, no deja de ser significativo del cómo ha discurrido el año taurino.

Empresas en pérdidas, futuro inseguro

Pero si tratamos de abordar con un cierto orden lo ocurrido, lo más preocupante ha sido que una mayoría de empresas hayan entrado en pérdidas. Con la picaresca, y la no picaresca, que arrastran los organizadores taurinos, no resulta fácil defender a este estamento: tiene demasiada historia negra a sus espaldas. Pero la realidad es que, como en cualquier actividad económica, si el promotor no obtiene una rentabilidad  adecuada, falla la pata fundamental de este banco.

Que una empresa sólida renuncie a llevar la plaza de Córdoba, ahora en manos de inversor latinoamericano; que en Granada el empresario decida no seguir, después de dos años sin ver números negros; que en Málaga la empresa adjudicataria pida que se revisen las condiciones de su contrato para poder continuar. Fenómenos de esta naturaleza no son precisamente positivos, pero sin embargo resultan representativos de la realidad actual.

Fuera del caso absolutamente excepcional de Madrid y de su abono –en el que se dan los primeros síntomas de que ya no funciona tan bien aquel sistema de abonos que trajo hace décadas Manolo Chopera–, se observa como hay un modelo de gestión que, siendo excepcional, tiene acreditado que presenta balance positivo. Se trata de Pamplona, Santander y Bilbao. No son idénticos entre sí, pero sí tienen similitudes, como que la propiedad esté directamente implicada en la gestión, mientras que los  profesionales son meros asesores o encargados de la gestión ordinaria. A lo mejor convendría que la gente del toro repensara un poco en esta circunstancia tan específica.

Parece evidente que algo deberá cambiar en el modelo de gestión empresarial, empezando por las horcas caudinas de muchas adjudicaciones de plazas por las Administraciones públicas. Un intento, y positivo, ha sido el caso de Albacete, con una política muy moderada de precios y ofertas realmente atractivas en sus abonos: el público ha respondido positivamente.

Paralelamente se ha dado el fenómeno atípico de las entradas low cost, subvencionada por los propios toreros con el plausible propósito de acercar a gentes nuevas a los tendidos, y de paso no encontrarse con plazas semivacías a la hora de hacer el paseíllo. Hubo festejos en los que con esta fórmula hasta se metieron 2.000 personas más en la plaza. Junto a poner de manifiesto de forma palmaria que los precios actuales son insostenibles, lo que realidad demuestran estas iniciativas es que los dineros actuales de la Fiesta están fuera de la lógica económica.

Por ello, o se replantea desde sus orígenes la gestión económica de la Fiesta, o difícilmente se podrá llegar a soluciones estables de cara al futuro.

Fuera de las ferias, también hay penuria  

Pero en ocasiones nos fijamos con exceso en el circuito de las grandes ferias. Y siendo tan importantes, no son del todo representativas de la realidad de la Fiesta de los toros. Precisamente porque estamos ante un fenómeno que toma su razón de ser de la cultura popular, el lugar primigenio de la Tauromaquia radica en tantos y tantos pueblos que por sus fiestas patronales al menos da un festejo sin caballos. Es lo que algunos, con buen tino, llaman la Fiesta de base.

Se trata de un fenómeno que, sin tener una enorme relevancia en las cuestas taurinas, resulta primordial y sin embargo es el más desprotegido de todos en estos momentos. Dependiendo en tan alta medida de los apoyos de los Ayuntamientos locales y sus presupuestos de fiestas, en épocas de austeridad en los dineros públicos vienen las vacas flacas.

Y la solución a este problema, de mayor gravedad que la que habitualmente se le concede, no vendrá de la mano de reconvertir los festejos populares en corridas de toros, a las que incluso las figuras se apuntan, con tal de cubrir fechas. Eso tan sólo es enmascarar un problema de fondo.

Por más que no sean habitualmente noticias destacadas para el taurinismo, cada vez que un pueblo perdido de la geografía española tiene que suprimir su festejo taurino, algo grave e importante afecta a la Fiesta y a su futuro. Precisamente por eso cuando se trata de buscar soluciones viables, nada malo sería comenzar por ese último escalón, aunque ello sea aparentemente de poca relevancia social o política.

El desproporcionado equilibrio de poderes

Pero si se trata de ir a la verdadera  raíz del problema, bueno sería mirar hacia el enorme desequilibrio que hoy se da en la distribución de los poderes que gobiernan la Fiesta. Por más que constituya un problema grave, ya no vale el argumento de hace unos años, cuando el saco de todos los golpes  –en muchas ocasiones con razón– recaía en los monopolios empresariales. Puede resultar hasta cómodo seguir fiándolo todo a este factor. Pero no por eso se encontrará el camino para las soluciones.

Aquí el problema crucial radica en otro sitio. Meses atrás, en un acto cultural-taurino, decía José Luis Lozano que “en un escenario de crisis, la recuperación del interés por la Fiesta pasa por la recuperación del toro y de su casta". Y lo ejemplificaba de forma contundente: cuando el equilibrio de poderes dentro de la Fiesta se hace a costa de los ganaderos, comienzan los problemas.

La palabras del ganadero y empresario no son más que un reflejo fiel de la historia de la Fiesta. Por eso, no cabe un diagnóstico más certero de lo que hoy ocurre. El ganadero, y todo el trabajo que desarrolla, en lugar de ser un componente esencial para la Fiesta, pasa a ser una especie de cooperador necesario para un montaje que se rige por otras prioridades. A la vista está que no es el camino acertado.

Sin la recuperación de la autenticidad del toro, no cabe recuperación de la Fiesta, porque sin el componente del riesgo y la emoción no se puede volver al componente épico que resulta esencial y definitorio para el arte del toreo.

Con razón los ganaderos se lamentan del momento tan difícil que viven, acosados por unos problemas económicos que son casi irrespirables. Estamos viendo como ganaderías enteras, incluso con valor histórico, acaban en el Matadero. Lo mismo que, en paralelo, comprobamos cómo la bravura y la casta han sido sustituidas por un concepto tan peligroso como la docilidad.

Por más que el diagnóstico lo tengan tan claro los criadores de bravo, luego resulta casi impracticable. Hay casos aislados, que no son generalizables. Antes se citábamos a la casa Lozano: si volvemos hacia ellos, observamos como han podido mantener un razonable equilibrio. Lo de Alcurrucen, que está en todas las ferias, compagina ese concepto moderno de la toreabilidad con ese otro más histórico de la raza originaria. A parte de una cuestión de afición, ello ha sido posible porque se trata de una empresa sólida, que puede permitirse ciertos lujos.

Sin embargo, constituyen una excepción. Y tiene su lógica que así ocurra: quien necesita facturar para que sus camadas tengan garantizado el pienso, se ven obligados a adaptarse a lo que impongan los toreros. Si abundan los espadas partidarios del toro que no moleste, el que se salga de ese guión no vende, o tiene que hacerlo malamente.

Precisamente por eso, si se trata de ir –como debiera ser la preocupación primera– a la recuperación de la autenticidad del toro bravo, son los toreros, y en especial a quienes detentan el rango de figuras, a quienes corresponde encabezar esa cruzada. Mientras que el torero siga imponiendo el toro actual, que resta todo elemento de autenticidad a la Fiesta, no se saldrá del actual y preocupante impasse. Frente a esta realidad, eso de las entradas low cost, por citar un ejemplo, no dejará de ser lo que en lenguaje popular se define como un juego de niños

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Taurología

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Portal de actualidad, análisis y documentación sobre el Arte del Toreo. Premio de Comunicación 2011 por la Asociación Taurina Parlamentaria; el Primer Premio Blogosur 2014, al mejor portal sobre fiestas en Sevilla, y en 2016 con el VII Premio "Juan Ramón Ibarretxe. Bilbao y los Toros".

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