"La feria económicamente ha sido muy difícil. La crisis afecta a todos los sectores de actividad, especialmente en la Comunidad Valenciana, y en esta feria he perdido dinero. Eso forma parte del trabajo empresarial: unas veces se gana y otras se pierde". El balance no puede ser más claro, ni más contundente. Lo ha hecho el empresario Simón Casas al semanario “Aplausos” al término de la feria de San Jaime, en Valencia.
Las palabras del productor taurino no son más que el reflejo de una realidad: la economía de la Fiesta pasa por unos momentos delicadísimos, que si no se enderezan van a dejar muchos caídos en el camino. El diagnóstico de Casas deja poco lugar a dudas:
"Estamos en un momento extremadamente complicado. Se puede perder de vez en cuando, pero cuando las pérdidas son casi sistemáticas el final ya se sabe cuál es. Y no hablo de mi empresa en particular. Esta es una situación generalizada que debe llevarnos este invierno a trabajar todos los sectores taurinos junto a las entidades públicas para buscar una solución de modelo económico que tenga en cuenta la actual crisis. La fiesta de los toros está en peligro total. Esto se va al carajo si no se toman medidas. En Valencia he perdido dinero, no me extraña, me lo esperaba, pero nuestra economía empresarial no debe ser un pozo sin fondo. No se pueden perder 35.000 euros en una novillada sin caballos y 50.000 en una con caballos, por ejemplo. Eso es inviable, en Valencia y en cualquier sitio".
Ante semejante panorama, sus palabras referidas a la feria de San Jaime con perfectamente extendibles a otras muchas: “No es un problema de cantidad de festejos sino de calidad de la programación. Eso sí, para conseguir calidad previamente hay que invertir dinero. Y como no hay dinero para ir a más de tres festejos dada la coyuntura actual, quizá la solución sea dar esos tres festejos con carteles muy rematados, al menos mientras persista la crisis. Si no, si se sigue exigiendo cantidad, la feria desaparecerá. Y no es sólo problema de Valencia. Ahí están los casos de Córdoba, Málaga, Zaragoza, Granada… todas estás en peligro de desaparición. Quien no entienda que la cantidad va en contra de la calidad, está equivocado".
Y una crítica, suavemente dicha, que refleje bien la realidad de lo que ocurre en los ruedos y que redunda en gran medida en esas nubes negras del negocio: "La presentación (de los toros) depende de los equipos veterinarios y de la autoridad. Ese es un problema sin fin y eterno. ¿Dónde y cuándo falla la presentación de algunos toros? Ya sabemos con qué tipo de cartel: con el de las máximas figuras del toreo. Ese problema no es sólo de Valencia, es de todas las plazas. La tendencia natural de la figura es buscar un toro cómodo, eso es una evidencia y humanamente se entiende. Tampoco debemos exigir el elefante. Pecar por exceso también es defecto. Lo bueno es siempre el punto medio".
¿Miramos hacia otro lado?
Un panorama tan claramente expuesto, de modo necesario debería llevar a reflexionar al mundo taurino. Es evidente que no se pueden exigir a un empresario que organice novilladas con caballos si ello conlleva 50.000 euros de pérdidas de forma casi sistemática. Pero, sin embargo, las novilladas son indispensables para salvar el relevo generacional. Duro dilema el que se plantea, como para resolverlo con simplezas.
Pero otro tanto cabe decir de muchas de las corridas de toros que se organizan en España. Es curioso que desde hace meses vengan siendo los empresarios de Francia los que con mayor claridad hablan de este asunto. Recordemos el revuelo que se formó en el invierno cuando las ciudades taurinas del país vecino acordaron replantear las bases de su actividad. No era sostenible dar un festejo con tres figuras, que no llevaban a la plaza más allá de medio aforo y encima querían cobrar como si estuviera llena. En consecuencia, acordaron reducir las remuneraciones hasta limites asumibles. La que se formó fue parda, por más que les asistiera la razón.
Si hacemos caso a gentes entendidas y serias, la base de todo este problema comienza por la pérdida de respeto al toro de lidia. Como dicen en la Unión de Abonados, se desprecian los derechos del toro, que también los tiene. Y así, cuando vemos espectáculos como los muy recientes de Pamplona o de Valencia, donde las figuras reducen al toro a su mínima expresión en presencia y en poder, la Fiesta comienza a perder su verdadero sentido.
Como bien diagnosticó hace meses un aficionado tan solvente como Juan Manuel Albendea, hoy presidente de la Comisión de Cultura del Congreso, "de tanta comodidad como se va buscando en el toreo, el público acabará por quedarse en casa cómodamente". De ahí que reclamara que ha sonado la hora para que la Fiesta vuelva por los cauces de la emoción y la autenticidad como su verdadero alfa y omega
Y con todo realismo añadía más: “El debate sobre la legitimidad ética de la Fiesta de los toros, siendo preocupante, es un riesgo mínimo para su supervivencia si se compara con otras maniobras domesticas que tienden a restarle riesgo, en definitiva, autenticidad al espectáculo".
Son palabras que deberían hacen pensar a la generalidad de los profesionales, cuando además, como sostiene el empresario Ramón Valencia, sin los ingresos de la televisión difícilmente se sostiene una feria. Y la televisión en los toros es un factor aleatorio y poco previsible, dada la profunda crisis que atraviesa la industria mediática: el día que genere mayores pérdidas, será suprimida. ¿Qué haremos entonces?
Sin embargo, andamos entretenidos es cosas que, a la postre, son de orden menor, si las comparamos con lo verdaderamente relevante. Andamos en eso de los vetos de unos a otros, en el pleito de los derechos de imagen –que tiene elementos para considerarlo una “bomba de relojería”–, en eludir de forma sistemática la diversidad de los encastes, en arrastrar los pies a la hora de incorporar criterios de racionalidad al negocio taurino.
Ahora, para más inri, se nos viene encima la subida del IVA. ¿Cómo se va a sostener la Fiesta por los pueblos con una subida del 13% en los festejos menores? Si ya era necesario el auxilio de las corporaciones locales para que las fiestas patronales no prescindieran de los toros, cuando ahora a los ayuntamientos llega la etapa de los recortes presupuestarios, el panorama que se dibuja es más que negro.
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