Sin duda bajo la presión de lo que viene ocurriendo en las taquillas, que en este calurosísimo verano llueve más que nunca y en toda la geografía, se van produciendo como individuales fogonazos diversos que plantean aspectos económicos de la Fiesta.
Han comenzando algunos toreros, que vienen a reconocer que a los precios en los que ésto se ha puesto, resulta muy difícil que el personal se anime a pasar por taquilla, en especial la gente joven. La iniciativa de “El Juli” de subvencionar en gran parte localidades para jóvenes –luego seguida por Miguel A. Perera y hasta por un novillero como Gómez del Pilar–, no puede quedar en una mera anécdota, y menos en un gesto populista. Es el reconocimiento de una evidencia: hay que replantearse la economía taurina, porque en otro caso la Fiesta se nos va de las manos.
Otro tanto ocurre con la decisión de tres figuras –en este caso, El Juli, Manzanares y Talavante– de renunciar a su derechos de imagen, para hacer posible que los toros vuelvan a las pantallas de TVE. Se comprometieron a hacerlo y aunque sea de forma ocasional, han cumplido su palabra. Ahora queda que la televisión pública alcance buena nota con la experiencia, porque le lloverán las críticas de los de siempre.
Pero con estos dos gestos, se insiste: iniciativa de algunos toreros, no se resuelve el grave problema de los dineros taurinos. Entre otras cosas, porque con eso no se resuelve el problema crucial de la pérdida de festejos y la sangría de espectadores. En contra de lo que afirman los antitaurinos, no es cierto que hoy haya menos afición; lo que hay es menos dinero y hay que ser muy selectivo en la forma de gastarlo: primero el supermercado y luego aquello que se pueda, un movimiento en el que el ocio, lógicamente, no ocupa el primer lugar.
Ya no estamos en aquellos tiempos que nos contaban nuestros mayores, cuando un aficionado empeñaba hasta el colchón por sacar una entrada de sol. Son estampas curiosas, pero de otros tiempos y circunstancias, hoy irrepetibles. Las recetas del pasado, ni en los toros ni en ninguna otra actividad económica, caben en la realidad de hoy.
Así como la Fiesta debiera mirar hacia el pasado para recuperar sus esencias más propias, para revitalizar las grandes y permanentes verdades del toreo, de la misma forma viene obligada a mirar hacia el futuro en cuanto a su estructura económica y empresarial a todos los niveles. No se trata de nada diferente ni ajeno a lo que han hecho la generalidad de los sectores económicos.
Ese movimiento, en el fondo de regeneración, encierra hoy mucha más importancia que, por ejemplo, la lucha frente a los movimientos antitaurinos. Entre otras cosas porque tales movimientos, y a la vista quedó en las argumentaciones dadas en San Sebastián, buscan sus apoyos precisamente en esa supuesta decadencia de la Fiesta que dicen ver en la pérdida de espectadores. Y a esos hay que explicarles, porque pretenden negar la evidencia, que cuanto ocurre en las taquillas taurinas es exactamente igual que lo que pasa en muchísimas parcelas de lo que podríamos denominar el consumo familiar. ¿Acaso no pierde espectadores el cine o el teatro?, ¿acaso no se queja el sector de la restauración de pérdida de clientela?, ¿acaso las editoriales no andan preocupadísimas por los derroteros que ha tomado la venta del libro?, ¿acaso no se preocupan los club deportivos del retroceso de sus recaudaciones en la venta de entradas?
Pero así como estas actividades empresariales, como muchas otras que podrían citarse, buscan con imaginación fórmulas para amortiguar estas imposiciones de la economía actual, los sectores taurinos han sido hasta ahora más reacios a entrar en el fondo de la cuestión. Quizás sea porque estamos ante una actividad más compleja desde todos los puntos de vista. Partiendo que se trata de un actividad creativa, que además se plasma de forma irrepetible y en directo, el entramado de intereses tan diversos no puede menos que dificultar cualquier actuación.
Sobre todo, cuando lo taurino es una actividad profesional que, además de muy diversa, atraviesa hoy una etapa de una desvertebración que parece irresoluble. La ruptura con la fórmula de los reinos de taifas, que es inveterada en la historia, no puede resultar fácil, pero hay que hacerla.
Sin ir más lejos, resulta poco convincente, por ejemplo, que la reaparición de los toros en TVE sea ahora un logro de la Mesa del Toro, cuando todos sabemos que es lo que ocurre con esa institución y cuál es la opinión que manifiestan sobre ella los profesionales. En realidad, ahí ha habido tres elementos fundamentales: la presión de la actual clase dirigente –en este caso, personificada por Pío García Escudero– para no quedar en evidencia con sus promesas; la habilidad de un empresario, con fama de componedor, como es Toño Matilla, y el paso al frente de tres toreros. Y a partir de ahí, se guardan las formas, que siempre es de buena educación y, además, da buena imagen.
Si para este hecho, por ahora puntual y con más valor simbólico que práctico, ha sido posible que se conjunten estas acciones diversas, de la misma forma puede ser posible que, frente a la actual burbuja taurina, todos los sectores –incluidas las Administraciones públicas– se impliquen en un futuro que o se gana conjunta y solidariamente, o no se gana. Sólo así se podrá abordar con seriedad y solvencia la etapa de restructuración y reforma de la economía taurina. Tan sólo hace falta que se dé la voluntad de actuar conjuntamente. Peleando cada uno por su lado, la solución no llegará. Con tres gestos individuales, por muy de agradecer que sean, no se resolverá la crisis.
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