Ya está en marcha las primeras medidas contempladas en el Plan de Fomento y Protección de la Tauromaquia. Las cinco que han echado a andar corresponden a la Administración del Estado. Y a lo mejor para el mundo taurino, salvo la relativa ala aplicación del IVA cultural a la Tauromaquia, las restantes no les han debido parecer suficientemente relevantes, dado el silencio con el que las han acogido. No deja de ser todo un síntoma.
Se trata, entre otras, del proyecto de reconversión de las Escuelas taurinas para reconducirlas a la FP. La tan polémica Ley Wert ya dejaba resquicios suficientes para hacerlo. Y técnicamente puede ser posible. Alguna duda se abriga sobre si los hoy responsables de esas Escuelas van a tener vocación de adaptarse a las nuevas fórmulas académicas.
Pero se trata también de extender a los inmuebles propiamente taurinos ese 1,5% cultural del que dispone el ministerio de Fomento. Se abre así un camino muy importante para las corporaciones públicas propietarias de plazas, muchas de las cuales no soportarían hoy determinados estudios acerca de las seguridad de sus evacuaciones, entre otros aspectos. Y nada digamos si este 1,5% se dirige a dotar a los tendidos de unos mínimos de confort, porque los actuales son totalmente impropios de un espectáculo que en la taquilla es de lujo.
En marcha está, además, el estudio de la nueva fórmula para la gestión de la Seguridad Social, en evitación de posibles fraudes, que a los que más les interesa erradicar es a los propios profesionales. Se responde así a una aspiración planteada reiteradas veces y que ahora puede llegar a buen puerto.
Ya se han dado los primeros pasos para el mundo taurino cuente con un adecuado estudio sociológico, que retrate el contexto actual en el que nos movemos actualmente. Un punto de referencia particularmente importante, porque puede arrojar mucha luz acerca de por dónde deben encaminarse futuros trabajos de promoción.
Y por citar un último ejemplo, diversas instituciones estatales y autonómicas mostrado su interés por poner en marcha cuanto antes la organización de un gran congreso internacional, que sirva de “cumbre” de la globalidad del mundo taurino y pueda estudiarse los problemas comunes y las iniciativas que interesa desarrollar.
Como propiamente adscritos a la Administración del Estado en el Pentauro quedan tres o cuatro aspectos más, el más relevante de los cuales quizá sea el relativo a la implantación de una “ventanilla única” taurina. Pero a partir de ahí, bien podría afirmarse que el Estado habrá cumplido con los compromisos adquiridos con el Plan de Fomento y Protección.
En las restantes casi 40 propuestas de trabajo hay que quedar a la espera de la iniciativa de la iniciativa privada, en cualquiera de la muy diversas realidades que se concentran en la Tauromaquia. Ahí es donde nos asaltan las dudas: ¿Estará dispuesto el sector profesional a ponerse manos a la obra?
Desde luego, parte desde una posición complicada, nacida de la histórica desunión –cuando no es incompatibilidad total– entre los distintos sectores. Un mundo tan complejo y tan amplio como es el de la Tauromaquia resulta ingobernable a todos los efectos cuando ni tiene una voz única, sino que lo que traslada al exterior es un verdadero “guirigay”, ni tiene capacidad para actuar en bloque y al unísono a la hora de afrontar la propia realidad de la Fiesta, si que cada cual acude a su particular “sálvese el que pueda”.
No son éstas las mejores circunstancias, y menos aún cuando se viven momentos de crisis, en unos casos económica, pero en otros incluso más principales, como el caso de volver a la senda de la autenticidad de todas las manifestaciones taurinas.
Se engañarían pensado que todo eso no es cosa suya, que es el Gobierno el que debe actuar. El error primordial de esta postura no es precisamente presupuestario; aunque hubiera dineros públicos, que hoy no los hay en la caja común del país, es que el Gobierno carece de competencia alguna –más: se debería considerar un abuso de poder– para intervenir en actividades de naturaleza privada, que son las más entre las que afectan a la Tauromaquia.
Si, por ejemplo, se trata de facilitar lo que hemos venido en denominar la “fiesta de base”, el Gobierno no es competente para intervenir en cuáles deben ser los elementos de la cuenta de resultados de un espectáculo; como mucho, los Ayuntamientos podrían rebajar las tasas administrativas, que en el fondo son un poco el “chocolate del loro” a efectos económicos. Pero, si miramos hacia otra parcela de actualidad, ¿qué pinta la Administración Pública metiéndose en medio del conflicto que pueda darse entre un empresario y unos pocos toreros?; a tal pregunta, la respuesta está en el refranero: “menos que un perro en Misa”. O por citar, en fin un último caso, si la mesa tripartita de negociación del convenio colectivo no termina de llegar a unos acuerdos, ¿qué puede hacer el Gobierno? También en este caso la respuesta resulta obvia: esperar y ver, para que cuando se den las circunstancias en último extremo le corresponda dictar la norma que corresponda en derecho laboral.
Pues bien, de todas esas cuestiones, como de otras similares que podrían plantearse, depende en gran medida que el Pentauro surta los efectos que todo el mundo desea. De hecho, puede afirmarse con muy escaso margen de error, que el 80% del citado Plan depende de la actuación de los sectores profesionales. Y no se trata de una forma de colocar –diríase en plan castizo– el “marrón” al primero que pasaba por allí; es que se trata de asuntos que son competencia exclusiva de la actividad privada, frente a la cual cualquier actuación de los Poderes públicos resultaría un abuso invasivo.
¿El mundo taurino está hoy en disposición de afrontar estos retos?, ¿se da la voluntad común de tirar hacia delante con este carro de la nueva frontera de la Tauromaquia? Es la gran interrogante que condiciona en la práctica el futuro del Pentauro.
Resulta casi un lugar común, pero resulta inevitable acudir nuevo la sentencia clásica de John F. Kennedy, que su adaptación taurina podría tener una explicitación como ésta: “No te preguntes que puede hacer el Gobierno por la Tauromaquia; pregúntate mejor que puedes hacer tú por el futuro de la Tauromaquia”.
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