MADRID. Decimo quinta de abono. Lleno de “No hay billetes”. Tarde de muchísimo viento. Cinco toros de los dos hierros de Borja Domecq –3 de Vegahermosa y dos de Jandilla– y un sobrero (2º) de Carmen Segovia. Los titulares, con “cara” pero sin nada dentro; el sobrero no quiso desairar al titular. Juan Serrano “Finito de Córdoba” (de gris perla y plata), silencio y silencio. José Antonio “Morante de la Puebla” (de nazareno y oro), silencio y silencio. Miguel Ángel Perera (de grana y oro), vuelta al ruedo tras petición y palmas.
¡Uf! Qué duro se hace presenciar corridas como las de este jueves. El viento fue un problema, desde luego. Pero después del trastazo que se pegaron en el invierno, cualquiera nombra la cubierta; es como nombrar a la bicha. Pero, sobre todo, la corrida de Jandilla-Vegahermosa, que dejó tanto o más que desear que el propio viento.
Por más que sea cierto el casi tópico de que nunca se sabe lo que los toros llevan dentro, a Madrid resulta muy oportuno venir con otra clase de corrida, no con una de deficiente presentación, que se tapaba un poco con el descaro de pitones de algunos. Si a eso se le añade que la mayoría de los toros se picaron mucho, mal y trasero, el cuadro está completo. Y por si no fuera suficiente, salvo el claudicante 1º y sobre todo el 3º, los restantes sin una embestida dentro con ese punto de clase necesario para realizar bien el toreo. Pero no hay que preocuparse por las leyes del mercado: la camada entera la mataran las figuras.
Si de aquí a octubre no cambia de opinión, la de este jueves era la última tarde de “Finito de Córdoba” en Madrid. Pues ha transcurrido sin que pudiera añadir un miligramo de gloria a su carrera. Tuvo una buena condición el toro que abrió plaza, si no hubiera sido por ese pequeño detalle de que sus escasas fuerzas no le permitían mantenerse de pie. El burraco que hizo cuarto tampoco fue para recordar. Poco, pues, se le podía pedir a Juan Serrano. Quizás lo único que no se hubiera puesto tan insistente y pesado con los inútiles intentos ante su primero. Lo demás tiene justificación. Y en el recuerdo los lances y la media que le recetó al que hizo 4º.
Tarde en blanco, de nuevo, para Morante de la Puebla, otra vez con el “No hay billetes” en el esportón. Salvo su señorial paseíllo –¡qué preciosidad de capote de paseo, maestro!–, el resto fueron ligeros bocetos de lo que podía ser pero no fue. Ni con el capote se puedo estirar una sola vez. El misterio de este torero es que la gente salió soñando ya en la corrida de la Beneficencia.
Que el momento de Miguel A. Perera es magnífico, quedó claro en las primeras ferias. En Madrid se le ha visto pero tan sólo a medias por el material que hasta ahora ha tenido. El extremeño es un torero que arriesga. Y no hay que referirse a los terrenos que pisa con sus arrimones. No, el riesgo de verdad es que le echa la muleta a los toros muy por abajo y eso quebranta mucho; claro, si el toro no tiene el mínimo de poder y de casta, luego no se pueden prolongar los trasteos artificialmente. Hoy no ha sido una excepción. Más lucido, claro está, con el enclasado 3º, al que le debió cortar la oreja, si no hubiera sido por la espada; más peleón con el cerró la tarde. Pero muy en su sitio siempre.
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