Sevilla: Un abono asimétrico para una Fiesta necesitada de retomar nuevos vuelos

por | 14 Abr 2015 | La opinión

Una excelente foto aérea de la obra "Sevilla forma urbis" nos evidencia que la plaza de toros de la Maestranza no sólo no es circular, sino que ni siquiera se muestra como un ovoide perfecto. Cualquiera diría que una de las arquitecturas más representativas de la ciudad se nos brinda como un expresivo símbolo de la reiterada querencia sevillana hacia lo asimétrico, por no hablar de una franca enemistad urbana frente a cuanto suponga una rigurosa imposición de la geometría”.

Así escribía el gran José María Requena en su artículo “De la Sevilla inexacta” (ABC de Sevilla, 26 de noviembre de 1992), que recibió el I Premio Ciudad de Sevilla de Periodismo.

Pues en ese ruedo asimétrico, que tanta historia tiene a sus espaldas, rompe ahora el abono 2015 de Sevilla. Y como si quiera volver a darle la razón al poeta, nace también con una oferta asimétrica en su composición, fruto de las desavenencias de la Empresa Pagés con lo que hoy se ha convertido en un G-4. Si se releen los carteles, parece evidente que rompen con la geometría taurina de la lógica; pero es la figura que se ha podido trazar sobre el papel con los lápices que había, sin que por ello se dejen de observar ausencias que debieron ser subsanadas.

Cuando suene por primera vez el clarín, toda la historia pasada quedará para en las hemerotecas. O para las añoranzas de lo que pudo ser y no fue. Pero, sobre todo, quedará en la memoria de los aficionados, primeros damnificados de esta causa, o de este despropósito, según se mire. Probablemente, metidos de lleno en el carrusel de la temporada, no la volveremos a abrir hasta allá por el otoño, cuando la Casa Pagés comience a trenzar de nuevo ese difícil encaje de los carteles sevillanos y otra vez se entre en la discusión sobre el G-4, si para entonces dura.

Pero si ahora “no hay más cera que la arde”, que diría el castizo, acierta de plano Carlos Crivell cuando ha escrito que este abono sevillano de 2015 descansa principalmente sobre las espaldas de José María Manzanares, que se ha echado al hombro un compromiso muy serio –que ojalá no se reconvierta en demasiado serio para sus posibilidades–  llenando el hueco que dejaron los cuatro ausentes.

A nadie se le oculta que Sevilla tiene por delante una papeleta no exenta de incógnitas, la primera de las cuales radica en el grado de aceptación que han tenido los carteles ofertados en cuanto guarda relación con la renovación de los abonos. En Resurrección, el gesto de Espartaco salvó la papeleta y puso el “No hay billetes”. Pero ya no hay más Espartacos en la recámara; ahora todo queda en manos de  los que se anuncian en los carteles.

Pero es cierto también que esa interrogante de las entradas no debiera considerarse como una foto fija: puede evolucionar conforme vaya adelante el abono. Y así, si Manzanares explota en su primer compromiso del día 18 –y en su medida igualmente Enrique Ponce–, las tardes posteriores podrían discurrir con mayores alegrías taquilleras. Pero algo similar puede ocurrir si uno de los nuevos irrumpe arrollador y pide para sí la Puerta del Príncipe.

Sin embargo, Sevilla tiene sobre todo una papeleta gorda: comprobar que ocurre con los toros que salgan por los chiqueros. La pasada corrida de Resurrección resultó preocupante: el lote que envió Juan Pedro Domecq ni tuvo la presencia que requiere una plaza de primer orden, ni sacó la raza y el poder que debiera presumirse en un cuatreño de bravo. Si ya en Valencia comprobamos que se estaba bajando el listón de modo preocupante,  el test de Sevilla va a resultar definitivo para hacernos una idea de cuál será la tónica del año taurino.

Hay indicios, por ahora sólo indicios, que han comenzado a extenderse esos usos y abusos del toro a la medida. Ya se sabe, hasta un utrero desmochado puede organizar un drama. Pero esa no es la copla, que es una gran verdad que está en lo que la naturaleza cierta del toreo. De lo que se trata es de comprobar si el “toro predecible”, además de predecible ha ido a menos, que es lo que se apuntó en Valencia. Si esta tendencia se repitiera en Sevilla, entonces sí que nos encontraríamos ante una asimetría grave y relevante, más acusada incluso que la irregular forma del ruedo maestrante.

Para algunos bien parece que la polémica del momento pasa por conocer los dineros que con el arriendo de la plaza gana o deja de ganar la Real Maestranza. Es un punto de vista que tiene toda legitimidad. Sin embargo, más allá de esos dineros  lo que se va dilucidar es dónde ponemos el listón que marcará el año taurino.

Lo simple lógica del mercado explica que para que una actividad se reactive, para que de nueva tenga compradores asiduos y numerosos, lo primero que hay que recuperar es el producto que se oferta. En este caso, el producto tiene al unísono dos nombres: toro y torero. Cuando confluyen ambos en esos poco más de 20 minutos que dura una lidia, nos encontramos ante la manifestación de un arte grande, que es justamente lo que arrastra y lo que mueve a volver de nuevo al tendido.

En una etapa de crisis –que ya no se le puede colgar en exclusiva en las espaldas de los bolsillos vacíos, cuando en la propia Sevilla se baten record de visitantes y de consumo–, retomar con todas sus consecuencias la autenticidad, la verdad, de la Tauromaquia se ha comprobado que constituye el camino más corto para la recuperación. Lo fue en el pasado histórico y nada impide que lo vuelva a ser en la actualidad.

Precisamente por eso reviste tanta importancia para la Fiesta que el abono de Sevilla retome unos vuelos altos, que marquen el camino de lo que nos queda por delante hasta que nos despidamos por octubre en Zaragoza. 

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Taurología

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Portal de actualidad, análisis y documentación sobre el Arte del Toreo. Premio de Comunicación 2011 por la Asociación Taurina Parlamentaria; el Primer Premio Blogosur 2014, al mejor portal sobre fiestas en Sevilla, y en 2016 con el VII Premio "Juan Ramón Ibarretxe. Bilbao y los Toros".

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