Sevilla retoma su lugar en el mapa del toreo. La cita de Málaga reunía a los ausentes de Sevilla. Ocho toros, buen ambiente y cartel de “No hay billetes” –nos cuentan– a pesar de que el lleno se resolvió sin apreturas en los tendidos. Será que algunos sacaron la entrada pero prefirieron el aire del Mediterráneo. Cosas que pasan; que siempre pasaron.
Pero la corrida no respondió a la alcurnia de los toreros anunciados. Sólo Perera supo echarse la tarde a la espalda confirmando que mantiene todos los regimientos preparados para el ataque. Sus ilustres compañeros –hablamos de El Juli, Morante y Talavante– se marcharon de vacío. Son cosas del toreo y no hay que darle más vueltas.
El verdadero acontecimiento se anunciaba un día más tarde en la plaza de la Maestranza de Sevilla, que recuperó su rol de gran escenario gracias al gesto y la gesta –que lo fue– de uno de los toreros más importantes de nuestra vida. Pongamos que hablo de Espartaco.
De domingo a domingo: dos citas distintas.
El maestro de Espartinas concitaba toda la atención. Su decisión había dado un vuelco al ciclo abrileño pero, sobre todo, había convertido en una cita ineludible esa corrida del Domingo de Resurrección que devolvió a las calles del viejo monte Baratillo el ambiente, las caras, el rumbo y el aire perdido entre las lanzas que separan a varias figuras del toreo de los gerentes de la empresa Pagés. Nada que no sepan.
Y Espartaco fue Espartaco, toreando con temple de elegido al dulce zapato que sorteó en primer lugar y arrancando con raza de figurón la oreja al terco sobrero que le despidió del toreo y le adentró en la historia. Gloria al maestro, que abandonó la plaza a hombros de los suyos sumando su sexta Puerta del Príncipe y dictando una lección de lo que es, implica y significa ser figura del toreo. Sólo así se pone un no hay billetes que reventó las costuras de la plaza y se triunfa sí o sí. Hasta siempre.
Lo del maestro no tuvo nada que ver con la enésima, melancólica y demagógica encerrona –con todas las letras esta vez– que enterró las pretensiones de Iván Fandiño, que ve elevarse sin remedio el alto escalón que aún le separaba de la primera fila del toreo. El diestro vasco puede anotarse algunas victorias previas y la más importante es haber sido capaz de llenar la plaza de Las Ventas en una fecha tan a contrapelo como el Domingo de Ramos. Pero las leyendas no siempre embisten y lo que no podía ser, además era imposible. La temporada se pone cuesta arriba; de él depende cambiar el signo de la balanza. Y nos vamos, felicitando a la querida familia Murube: en Arles le cortaron siete orejas a sus toros.
►Los trabajos originales de Álvaro R. del Moral, cronista de “El Correo de Andalucía” , se publican en su blogs “La tarde colgada a un hombro”, al que se puede acceder a través de nuestra sección “10 opiniones 10” y en la dirección electrónica: http://blogs.elcorreoweb.es/latardecolgadaaunhombro/
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