Seria y dura corrida de Miura

por | 3 Jun 2018 | Temporada 2018

MADRID. Vigésimo séptima del abono de San Isidro. Casi lleno: 22.597 espectadores (95,6% del aforo).  Toros de Miura, correctamente presentados, pero no parejos, y en su tipo singular, pero duros, bruscos, correosos y sin entrega alguna; la excepción fue el 2º. Rafael Rubio “Rafaelillo” (de azul eléctrico y oro), silencio tras un aviso y silencio. Pepe Moral (de negro y plata), ovación tras un aviso y silencio. Román (de grana y oro), silencio tras un aviso y silencio.

 

La tarde no estaba para alegrías y monisquetas.  Una corrida muy de Miura, pero en su versión de dureza y falta de entrega. Con recorrido corto y con la cara por las nubes, exigía muchísimo a los toreros. Lo que desconcierta es que esta afición luego no haya tenido sensibilidad para reconocerlo: por ejemplo, que el esfuerzo enorme de Román con el 6º pasara casi desapercibido, por mucho que la espada cayera baja. No se entiende.

 

La corrida que vino de Zahariche fue muy difícil. Para los toreros actuales y para los de hace 50 años. Siempre con la cara por las nubes, con un grado mínimo de obediencia a los engaños, siempre era una incógnita como iban a obedecer al toque. Como corresponde a su casta, aprendían al vuelo, de forma que lo que en un momento se tragaba, a la embestidas siguiente se acostaba.  Y menos mal que las cuadrillas lidiaron con buena mano durante toda la tarde. De hecho, si al que hizo 2º Pepe Moral le pudo sacar partido, en medida apreciable fue consecuencia de lo bien que lo lidió Juan Sierra. 

 

A ese 2º, “Laneto de nombre”, lo entendió bien Pepe Moral. Desde que se abrió de capa tuvo que eludir todo lo fuera apretarle, que el miurano lo admitía. El sevillano con la muleta pudo construir tandas sobre ambas manos con empaque y, sobre todo, con muchísimo temple, para que su enemigo no punteara los engaños. Su forma inicial de doblarse tan suavemente sobre ambos pitones tubo mucho que ver en todo eso, La faena tomó cuerpo, hasta dejar una serie soberbia sobre la mano izquierda. Pero con los aceros no hubo acierto. El éxito que rozaba se escapaba. Desde que pisó el ruedo el 5º era sencillamente imposible.

 

Con su decisión de siempre, poco podía pedírsele a “Rafaelillo” con el que abrió la tarde. El miura estaba más pendiente de él más que de los engaños. Se tiró a matar muy por derecho, y recibió una paliza soberana, de la que salió de forma milagrosa tan sólo con contusiones varias. Hubo un principio ligeramente esperanzador, con el farol de rodillas con el que le recibió y con el templado trasteo por bajo al inicio de su faena. Pero tratar de centrarse con su enemigo,  el animal dijo que a partir de ahí ni una. Y eso hizo.  No quedó otra opción que quitárselo de encima.

 

Un respeto hay que tener con Román, el menos rodado en ocasiones de esta envergadura. El de su primer turno no admitía más que medios muletazos, por su corto recorrido. Pero se puso allí con firmeza. Luego se le complicó la vida con el manejo de la espada, porque cruza el fielato se hacía muy difícil. Frente al tremendo –largo, con alzada y ofensivo– que cerró la función, volvió a estar muy entregado. Hubo series, sobre todo una sobre la mano derecha, de mucho valor y mayor quietud, pese al cabezazo final que difícilmente se podía eludir. Luego tras un pinchazo la espada quedó baja y los aficionados se olvidaron de todo lo anterior.

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Taurología

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