Segovia 1908, cuando en la Enfermería estaban 6 toreros heridos y 3 aquejados de «miedo insuperable»

por | 14 Mar 2014 | Reportajes

Sucedió en Segovia el 21 de junio 1908,  el año en que nació el infante Don Jaime.  Como se sabe, a la Reina Victoria Eugenia no  le gustaban de las fiestas de toros debido a la suerte de varas.  Pero aquel verano se organizó una novillada sin picadores y los Reyes , que se encontraban veraneando en la Granja, decidieron asistir. En mal momento lo hicieron: aquello fue un verdadero desastre.

Los novilleros principiantes se agobiaron con la presencia de los Reyes y, sobre todo, con la dureza de las reses, que además no tuvieron el castigo de los puyazos. Empezaron a caer torerillos heridos y el parte médico que se envió a la presidencia decía: “Tengo el honor de participar a usted que en esta enfermería hay seis toreros heridos y tres por herir. Esos tres, excelentísimo señor, no tienen otra lesión que `miedo insuperable´”.

Esta versión, que la  aporta la web de la Peña El Toro y el Madroño, parece la más exacta de lo ocurrido en la Enfermería, que es donde estuvo siempre la noticia. Luego en la prensa diaria las noticias aparecían con descripciones parecidas, por no tan detalladas como el parte médico que antecede a estas líneas.

“Venterito de Jaén” –en la vida civil, José Cruz– debía pertenecer  una familia jienense, luego emigrada a Cataluña, según recoge Francisco García Duarte en “Propuestas para una Historia del andalucismo en la emigración”. No debió progresar en los oficios taurinos, pero fue insistente en su afición. De hecho, su nombre aparece en un cartel de una becerrada celebrada el 23 de septiembre de 1945 en Guadarrama, anunciándose como “la despedida del famosísimo torero Venterito de Jaén”. Pero si no el triunfo, al menos alcanzó el honor de aparecer en el Cossío, aunque fueran tres líneas para ensalzar su valor.

 De “Llavero” hay un más breve rastro de noticias de orden menor, aunque alcanzó a torear con caballos. Entre los varios “Llavero” de la historia, por las fechas debe tratarse de Carlos Nicolás Juste, madrileño de Boadilla del Monte, que en aquel festejo segoviano vestía por primera vez de luces y que incluso llegó a debutar en la plaza de Madrid en 1910, según cuenta  Cossío.

La primera reseña

La escueta reseña que al día siguiente publicaba La Correspondencia de España en su sección de toros era todo un poema. Decía así:

“A la novillada de esta tarde asistieron los Reyes, que fueron aclamadísimos. Acompañaban a SS.MM. los Príncipes de  Meternick y el séquito.

La novillada ha sido desastrosa. El ganado era malísimo y los lidiadores más malos que el ganado. El primer bicho cogió a uno de los toreros. El segundo toro, a otro lidiador. En este momento se retiró la Reina, muy mal impresionada. El Rey permaneció con su séquito hasta que fue lidiado el quinto novillo.

Para dar una idea de lo que fue la corrida baste decir que de siete toreros que eran quedaron tres en la plaza. Alguno de los heridos está grave”.

La crónica de ABC

Más se explayaba en la descripción de lo ocurrido el enviado especial de ABC,  Alfonso R. Santa María, encargado de seguir la información sobre la Casa Real. Resulta una verdadera delicia seguir su relato, tan puntualizadamente como lo escribe.

Tras describir como ha sido la mañana de la Familia Real en La Granja, en la que el Rey recibió en audiencia al ministro de Marina, cuenta el cronista: “Por la tarde estaba anunciada en la plaza de toros de Segovia la corrida que se suspendió el día del Corpus por causa del mal tiempo. El cartel, al frente del cual figuraban los diestros Venterito de Jaén y Llavero, no era de gran atractivo más que para los aficionados al hule; pero aún así, y sin ser de éstos, fuimos hasta Segovia al saber que allí irían los Reyes”.

Describe más adelante la buena entrada que registraban el coso segoviano, puntualizando  que “imperaban los alumnos de la Academia de Artillería y en las localidades de sol había un verdadero enjambre de chiquillos, porque la empresa acordó a última hora admitirlos mediante el pago de una perra gorda. Más barato, de balde”.

Y de inmediato entra en materia: “La corrida ha sido de la que dejan memoria en una población. Yo, por mi parte, no recuerdo haber visto jamás una serie igual de revolcones, aparatosas cogidas y tremendos trastazos. A los diez minutos de comenzar la lidia apenas quedaba un torero sin lisiar, y los que no lo estaban se refugiaban entre barreras en prudente expectativa hasta que pasara el chaparrón de revolcones que repartía el toro. En verdad que el ganado sabía latín y geografía, y además pasaba al segundo y tercer tercio sin el castigo de las puyas”.

Como nota curiosa –añadía el redactor de ABC— merece mencionarse el parte que recibió  el gobernador al terminar la lidia del primer toro. Decía así: <Toreros heridos, dos; por herir, cinco>. Y no resultó una chuscada, porque el segundo bicho despejó de tal modo el terreno que a la hora de matar sólo quedó un peón que pudiera para auxiliar al espada. Entonces saltó al ruedo un monzalbete apodado El Peludo, sin duda por el fenomenal apéndice capilar y que de seguro daría envidia a un súbdito del emperador del Celeste Imperio. Gracias a él pudo la corrida continuar”.

Ausentada la Reina –“visiblemente disgustada por lo accidentado del espectáculo”, según el cronista— “apenas salió el tercero ocurrió la cogida más aparatosa. El matador Venterito de Jaén, al lancear de capa, fue alcanzado, produciendo la cogida verdadera sensación, porque estuvo dos o tres minutos de un cuerno a otro. Fue arrojado luego al suelo, vuelto a coger por la faja, levantado y paseado de un extremo a otro de la plaza y lanzado luego por lo alto a tal distancia que, como dice el personaje de ¨Las estrellas¨<debía bajar vendado>”.

Y como la noticia estaba instalada en realidad en la Enfermería, allá se fue Alfonso R. Santa María: “No pude resistir la curiosidad y bajé a la enfermería a verle curar. Hallábase tumbado en la cama de operaciones, asistido por los médicos de guardia, que tenían que curar al mismo tiempo  a dos o tres toreros también heridos. Observé que el diestro, por lo extenuado de su cuerpo, antes de las cornadas de hoy, debía haber recibido muchas de aquellas otras que, en frase popular, ya mencionó Espartero. Entre lamentaciones y bravatas, trataba el pobre diestro de explicar cómo le había cogido el toro, y me enseñaba una cicatriz en el pecho, no lejos de una de las heridas recibidas. `Esta –me decía—es del año pasado  en Torrevieja, y de seguir así me van a poner el pecho como un acerico´”.

Ausentado también el Rey del palco, en el ruedo la lidia trataba de seguir adelante. “Hubo de ser retirado el tercer toro al corral y la lidia del cuarto fue la única que tuvo carácter regular. El espada Llavero, auxiliado por el aficionado Peludo, se hizo con el toro, que era un verdadero marrajo, y, como diría alguien que yo me sé, le dio, aprovechando, una estocada, llevándose la mano al chaleco”.

Pero metidos ya en accidentadas incidencias, el redactor del diario madrileño completaba el relato: “Uno de los toros, después de recibir media estocada, pasó a manos del puntillero, el cuál le dio 10 ó 12 golpes, y como no acertaba a rematarle pasó la puntilla a un compañero, quien le dio otros 10 ó 12, declarándose a su vez incapaz para acabar con el pobre bicho, y ya iba a darle el arma a un tercer torero, cuando un aficionado saltó al redondel y acabó con el animalito dándole el golpe de gracia”. 

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Taurología

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Portal de actualidad, análisis y documentación sobre el Arte del Toreo. Premio de Comunicación 2011 por la Asociación Taurina Parlamentaria; el Primer Premio Blogosur 2014, al mejor portal sobre fiestas en Sevilla, y en 2016 con el VII Premio "Juan Ramón Ibarretxe. Bilbao y los Toros".

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