VALENCIA. Tercera de la feria de Fallas. Tres cuartos de entrada. Toros de Núñez del Cuvillo, (el 3º como sobrero), bajos de hechuras, variados de capa, de presentación muy mejorable y juego desigual; al 5º, “Juncoso”, se le dio la vuelta al ruedo. David Fandila “El Fandi” (de champan y oro con cabos negros), silencio y una oreja. Sebastián Castella (de azul Francia y oro), una oreja y dos orejas. Román Collado (de verde botella y oro), silencio y silencio. Castella salió por la Puerta Grande, a hombros de un numeroso grupo de aficionados jóvenes.
Convenció Sebastián Castella. ¿Para qué darle mas rodeos? Se puso donde hay que ponerse para poderle a los toros; bajó los engaños muy templadamente, como exige para llevarlos lejos y en series reunidas; dejó las zapatillas inamovibles, sin necesidad de rectificaciones; se fue derecho detrás de la espada, con la mirada en el morrillo. La receta es tan simple como todo eso. Pero hay que hacerlo, que ese es el problema. Castella lo hizo y suya fue una meritoria Puerta Grande indiscutible.
[Entre paréntesis, una Puerta que pareció más triunfal porque el delegado gubernativo de Valencia no impide que la juventud taurina salte al ruedo para sacar en volandas al triunfador. ¡Ya era hora de encontrarnos con un señor con sentido común!. Nada más triste que los dos “costaleros” habituales –que serán gente muy honradas, sin duda– llevando al torero de turno hacia la puerta de los honores.]
Cierto que Castella tuvo la suerte de cara, al corresponderle ese “Juncoso”, que sacó todo lo bueno que en tantas ocasiones se ha visto en la divisa de los Núñez del Cuvillo. Pero no menos cierto es que cuando se está ante un toro bravo, noble y dulce, como fue “Juncoso”, todo hay que hacerlo muy bien, porque en otro caso las bondades del animal suelen devaluar el hacer del torero. Castella lo aprovechó de principio a fin y defendió su posición. Por eso abrió la Puerta Grande.
Ya con el primero el torero francés dejó sus señas de identidad, pese a que pronto el “cuvillo” comenzó a tardear y la faena tenía que tener un metraje medido, el que le dio Castella, especialmente afortunado cuando cogió la izquierda. Un espadazo entero y fulminante, posterior a un pinchazo arriba, sirvió de prólogo a la primera oreja de la tarde. Y luego llegó el momento grande, toda su actuación ante “Juncoso”, para dejar constancia que el triunfador viene arreando desde las primeras de cambio, después de un par de temporadas con las ideas menos claras. Bienvenido sea el reencuentro con ésta su mejor versión que se ha visto en Valencia.
Los Núñez del Cuvillo trajeron a Valencia una corrida en exceso medida de trapío para una plaza de primera. Todos, salvo el 6º, muy bajitos de hechuras, bien construidos, a lo que contribuía la variedad de su pelaje, pero un par de escalafones por debajo del trapío deseable. No brillaron la mayoría por sus fuerzas, ni por su raza, aunque hubo dos más encastados, 3º y 6º. Y hubo, claro, un toro notable, el ya cantado “Juncoso”, que comienza a devolver la confianza en este encaste.
“El Fandi”, como el del anuncio, “no engaña”. El granadino despliega todo eso que sus partidarios esperan, que voluntad nunca falta, alardes incluidos. ¿Qué luego no esta tocado por la varita mágica?. Eso, ya se sabe, “ni está, ni se le espera”. Pero honrado, como el primero: da la cara siempre. Al aficionado últimamente le viene gustando menos con los palos, demasiados alardes para luego no reunir en la cara; esta tarde de siete pares, lo hizo tan sólo en uno, el último que puso. Pero a su modo le da “fiesta” a sus toros. Valencia se lo reconoció con el 4º, que el 1º daba poco de sí, quizá porque en el primer tercio quedó lastimado.
Habría que ponerse en el pellejo de Román Collado para saber lo que supone verse anunciado en una feria de primera, que además es la de su pueblo, cuando uno intenta abrirse un camino tan duro como el que tiene por delante. Por eso, por dentro andaba muy pasado de revoluciones con su primer enemigo, al que había que poderle por abajo; pero persiguiendo ese peligroso “si o si” de un triunfo a toda cosa; naturalmente, no llegó, no podía hacerlo con esas prisas y esas ansias desbordadas. Se centró mejor con el 6º, el de más respeto de los lidiados, y en alguna serie jugó los brazos con soltura y templanza. Habrá que volver a ver a este Román una vez que las aguas se serenen, porque de novillero ya explicó como sabe torear.
►CASTELLON: Un mano a mano sin historia
CASTELLÓN. Ultima de Feria de la Magdalena. Media entrada. Toros de El Pilar, de poco juego. Miguel Ángel Perera, ovación, silencio tras aviso y silencio. Alejandro Talavante, una oreja, silencio y ovación.
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