BILBAO. Primera de las Corridas Generales. Menos de media entrada. Seis toros de Puerto de San Lorenzo, bien presentados, de poco juego salvo 1º y 5º, buenos. Juan José Padilla (de marino y oro con cabos negros), ovación y una oreja. Joselito Adame (de nazareno y oro), silencio y una oreja. Juan del Álamo (de blanco y plata), ovación tras un aviso y silencio tras dos avisos.
No acaba de responder el público bilbaíno. De nuevo Vista Alegre quedó demasiado vacía. Y eso que en esta edición de 2016, a los abonados de tendido se le han regalado otros tantos abonos de galería. Sobre la base del “gratis total” se tapan huecos, parecen haber pensado los gestores. Pero no cabe engañarse: el aspecto que hoy tenían algunos tendidos –básicamente los de sol y el 4– era desolador. Pero la consigna oficial está clara: es la feria del optimismo. Si este martes con un cartel en el que están Ponce, El Juli y López Simón no se pasa de los tres cuartos del aforo, más de uno tendrá que ponerse a cavilar.
Abrían las Corridas Generales los toros del Puerto de San Lorenzo. Una corrida hecha y con cuajo, sobre todo los tres últimos. Hubo varios con nobleza, aunque también carecerían varios del poder y la fuerza necesarias para la lidia. Caso evidente: el 3º de la tarde, bondadoso para el torero, pero a la vez casi no se sostenía de pie;. Tuvo mucha calidad el que abrió plaza, hasta que se rajó; manso sin paliativos el 2º; con nobleza el 4º, que acabó vergonzantemente mocho del pitón derecho con tanto hacerle rematar contra las tablas; con muy buen tranco el 5º y violento y áspero el 6º, pero tomaba los engaños por abajo. En suma, un conjunto al que había que saberle hacer las cosas para sacarle el partido que tenían.
En las manos de Juan José Padilla cayó el buen 1º. Siempre entre las dos rayas, se prodigó en abundancia el jerezano; las dos primeras series sobre la mano derecha con mayor fundamento que las restantes, mientras que lo demás bajó. Sin embargo, el toro exigía y permitía mejor trato. Mediada la faena, coincidiendo con el cambio a la mano izquierda y con el cerrarlo más en tablas, el toro se rajó. La duda existencial es si una cosa tuvo relación de causa-efecto con la otra. Pero lo cierto y verdad es que Padilla con los primeros 25 muletazos bien ejecutados debería haberle cortado la oreja. Y no lo hizo.
En tarde de buen bajío, tuvo su nueva oportunidad con el desmochado que hizo 4º, al que se le pegó en exceso en el caballo. Ni con el capote ni con las banderillas –un tercio exageradamente premioso– hubo convicción en el torero. Pero en cuanto hizo las probaturas iniciales con la muleta debió advertir que el del Puerto permitía el triunfo. Y sacó a pasear todo lo que sabe hacer, con mayores calidades con la mano izquierda. Un trasteo animoso y sin profundidad. Después de una entera y dos descabellos, el palco le correspondió con una oreja, tras petición no mayoritaria.
Poco se le podía pedir a Joselito Adame con el manso segundo; tan sólo que lo lidiara y diera muerte sin agobios. Siempre en un buen tono el mexicano cumplió su papel. Se creció ante el buen 5º, quizá el mas hecho de todos sus hermanos. Variado y templado con el capote, con la muleta se mostró muy decidido, aunque la calidad saliera con intermitencias, pero siempre con mucha desenvoltura y la cabeza clara. Supo mover también a los tendidos con los alardes finales. La estocada al encuentro cayó luego tan delantera como para definirla como golletazo; pero ello no fue óbice para que don Matías volviera a sacar el pañuelo blanco.
Toda una lección de empeño dejó Juan del Álamo con del blandísimo 3º; nunca perdió la esperanza en recuperarlo. Lo poco que pudo explicarnos tuvo buen temple y gusto, todo realizado hasta con mimo, aunque con un exceso de metraje. No terminó de entenderse con el que cerró la tarde. Dicho quedó que acometía con brusquedad, pero cuando se le cogía la distancia y el ritmo, el del Puerto respondía a los engaños e incluso iba largo. No terminó de darse el entendimiento necesario entre ambos.
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