¿Se cumplirá al final la sentencia: «Así que llegue Olivenza, aquí no ha pasado nada»?

por | 15 Nov 2014 | La opinión

En la correspondencia que ha provocado ANOET y su polémica posterior, un buen aficionado me trasladaba, entre el realismo y el pesimismo, su conclusión final: “Así que llegue Olivenza, aquí no habrá pasado nada”. Lo malo,  por no decir directamente que lo pésimo, para la Tauromaquia es que esa sentencia tiene muchísimos elementos previsibles como para que se cumpla.

Mal que bien, la mayoría de los toreros, después de tanto como han dicho, acabarán por entenderse con Eduardo Canorea, porque no hay cuerpo que aguante dos años consecutivos sin pisar el ruedo de Sevilla. Los empresarios, pese a su dura proclama, no dejarán de presentarse a los criticados –y con razón– concursos de adjudicación de las plazas. Los aficionados a los que su economía se lo permita, volverán a ponerse  en la cola de los abonos. Y el carrusel de 2015 volverá a echar a andar, como esas norias monumentales que nunca se paran.

Sin embargo, esa especie de obnubilación que se provoca entre los taurinos una vez que suena el primer clarín del año, no resolverá los problemas, ni si quisiera se limitará a convertir esa papeleta que está encima de la mesa en una letra de pago aplazado a otros nueve meses. Por el contrario, lo único que hará es agravar la crisis, por si alguien algún día resulta capaz de resolverla. Y mientras tanto, vamos tirando.

Pero los hechos taurinos parecen ser muy tozudos. Simón Casas, que es el que, entre todo su gremio, habla con más claridad, ya ha dicho que en Valencia perdió 600.000 euros. Pues ahí está, pujando de nuevo por quedarse en el coso de la calle Xátiva, se supone que dispuesto a asumir una nueva pérdida durante 2015. Y si la Casa Lozano renunció por ser negocio ruinoso a seguir en Albacete, así que salga el nuevo pliego, raro será que no vuelvan a intentar ser sus gestores; si no son ellos, serán otros colegas, pero concursantes habrá. Quizá porque todo esto es una realidad, el personal ha recibido con tanto escepticismo, cuando no desde la crítica, el análisis que ANOET ha hecho del negocio y de la economía de lo taurino.

En su análisis los grandes empresarios cometen un error de base: equivocadamente han dejado al margen a un sin número de organizadores medianos y pequeños, que aunque no sean de relumbrón resultan muy importantes porque garantizan la presencia de la Fiesta en todos los rincones de España, que es donde verdaderamente radica la fuerza social de la Tauromaquia. Y también ellos están afectados por similares males.

Pero ese error de principio deja traslucir otro no menor de planteamiento, si es que los protagonistas conocen la realidad de eso que hemos venido en llamar la Opinión Pública. A poco que sean sabedores de la realidad social de la información económica, tendrían que ser conscientes que el tamaño de una empresa condiciona su propia credibilidad. Será justo o injusto, da lo mismo; pero lo cierto es que a la gran empresa se le exigen muchas más cosas que a las pequeñas para ser creíbles. Un colega, de probada ocurrencia, solía decir: “Estos son grandes, poderosos, ricos y además quieren que les hagan un monumento en su pueblo. Sencillamente, se han equivocado de país”. Algo de eso da la impresión que le ocurre a ANOET.

Si luego, además, se meten en jardines resbaladizos, se encuentran con que sale la Unión de Toreros y les saca los colores, con denuncias como el escandaloso sistema –de ser cierto– de pagar a un amplio número de toreros, en Madrid y con más del 80 por cierto del aforo asegurado, los mínimos sindicales, incluyendo ahí los propios derechos de televisión. Y nada digamos si además es cierto que andan obstaculizando los trabajos del PENTAURO, una de cuyas tareas principales en estos momentos consiste, precisamente, en tratar de racionalizar los pliegos de los arrendamientos.

Sin embargo, la Unión de Toreros, especialmente su primer escalafón, no debería obviar una respuesta por la vía de los hechos del reproche que les hace ANOET, cuando dicen que a la hora de organizar una feria a las figuras les ha faltado sentido del compromiso. Y en eso los empresarios tienen toda la razón. Tratar de buscar permanentemente ese repartir la parte fundamental de la tarta tan sólo entre ellos, hasta en lo que hace a las ganaderías, impedir que los carteles se puedan abrir a las figuras emergentes, todo eso no es otra cosa que ese “hoy en día no se dejan ver lo suficiente”, al que aludía el presidente de la patronal.

Pero también, aunque en la mejor de la hipótesis sea por inadvertencia, ANOET incurre en una omisión carente de todo sentido. Plantean sus posiciones como si fuera un ten con ten exclusivamente con los toreros, aunque en realidad lo hacen con la elite de los que se visten de luces. Sin embargo, la Fiesta no tiene solución estable y realista si en esa mesa para hablar no están los criadores de bravo, que quizá por esa paulatina falta de respeto que se le viene teniendo al toro de lidia son los más damnificados por esta crisis. Sin embargo, en ninguna de las proclamas públicas de ANOET se cita siquiera la palabra “ganadero”.

Si se da como cierto que el punto de partida que la Fiesta necesita es volver a sus niveles originarios de emoción y de autenticidad –y en eso hay consenso general como elemento básico para llevar de nuevo a la gente a la plaza–, no hacer partícipe de cualquier negociación a los ganaderos constituye más que un error; supone no poder alcanzar una verdadera solución.

Ahora las cartas, aunque no todas, están encima de la mesa. Y frente a ello, se abren dos opciones: se puede comenzar un guirigay de opiniones que no conduzca más que a convertir el toreo en un patio de vecindad, o alternativamente se arrumba esa dichosa manía del “tu más”, se borra todo lo dicho y se comienza a hablar partiendo de cero y sin ideas preconcebida, en la que cada uno renuncie a tener como único objetivo salvar “lo suyo”. Aquí lo que hay que rescatar es la Tauromaquia en su globalidad, no los intereses de unos u otros, incluso aunque resulten legítimos.

Pero eso de hablar sin condicionantes gremiales, que a todas luces es lo más recomendable, la historia cuenta que rara vez se ha dado. Lo habitual, y ahí está la historia para comprobarlo, ha sido hasta la fecha que se cumpliera la premonición de nuestro amigo: “Así que llegue Olivenza, aquí no habrá pasado nada”.

En ese supuesto, no es que nos quedemos como estamos; es que acabaríamos aún en peor situación que la que hoy vivimos.

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Taurología

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Portal de actualidad, análisis y documentación sobre el Arte del Toreo. Premio de Comunicación 2011 por la Asociación Taurina Parlamentaria; el Primer Premio Blogosur 2014, al mejor portal sobre fiestas en Sevilla, y en 2016 con el VII Premio "Juan Ramón Ibarretxe. Bilbao y los Toros".

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