MADDRID. Novena de abono. Media entrada, al comienzo; luego bajó, con la cercanía del fútbol. Novillos de Guadaira, desiguales de presentación, manejables en el último tercio; el mejor, el 3º. Gómez del Pilar (de azul pastel y oro), silencio y silencio. Juan Leal (de nazareno y oro), ovación y silencio. Roberto Blanco (de lila y oro), ovación y silencio.
No ha sido una coincidencia precisamente que Taudelta programara esta novilla en coincidencia con la final futbolera de la Copa, que además jugaron dos los cuatro “primeras” de Madrid. Con media plaza –más el abono no utilizado– al festejo le salen número positivos; con una corrida de toros, a poco que cotizara el cartel, habría sido más problemático.
Pero los que cambiaron el tendido por el balón, tampoco se perdieron una gran cosa, aunque hubiera algunas de interés, las que permitieron la limitada novillada. En efecto, los “purojandilla” que cría Manuel Cañaveral medio se taparon, pero convencieron menos. Novillos de poca fijeza, abundando los que iban con la cara suelta, que estuvieron límites ante el caballo, pero que luego resultaban manejables con reparos. Unos por su corto recorrido y duración; otros por su falta de clase. Eso sí, no molestaron, aunque tampoco emocionaran. Se quedaron en tierra de nadie.
Gómez del Pilar salió con el peso de ser el triunfador de la pasada feria. Y se le notó. Lo mismo que puso toda la carne en el asador, también estuvo un punto acelerado, en su afán de que el éxito se repitiera. En sus dos enemigos se fue a recibirlo a la puerta de toriles, estuvo activo en quites. Aplaudido fue justamente el “tu a tú” que sostuvo con Leal en los quites a su primero, con coraje los dos. Luego alcanzó a construir dos trasteos afanosos, a los que les faltó un poco se sosiego. Tuvo la mala suerte que su segundo, mediada la faena, se rompiera un pitón contra la arena. Voluntad demostrada, el éxito quedó para otro día.
Con la alternativa anunciada para este domingo en la feria de Nimes, se despidió del escalafón inferior Juan Leal, ya muy rodado y con oficio, al que el novillo ya se le queda chico. En Madrid se le ha visto muy sobrado, con sitio y con buen sentido. A sus dos enemigos, que decían más bien poco, los supo administrar entre lo estrictamente académico y los arrimones como final. Una actuación llena de corrección.
Roberto Blanco, que completaba el cartel, supo aprovechar las mejores embestidas del tercero, con mejor ritmo que sus hermanos. Jugando entre la distancia y la inercia del viaje, enjaretó unas series vibrantes, pero un desarme a destiempo y la falta de entendimiento con la izquierda trajo a menos el trasteo, que trató de remontar con unas bernardinas finales. En el que cerraba plaza volvió a estar muy voluntarioso, frente a un novillo en constantes intentos de huir de los engaños.
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