San Isidro 2015: Una de las mejores ferias de la década, superó el listón de 650.000 espectadores

por | 7 Jun 2015 | Temporada 2015

Hasta el Santo Patrón se habría asombrado quizás del resultado final del largo ciclo ferial que Madrid organiza en su recuerdo. Salvo contadas excepciones –curiosamente casi todas con las ganaderías duras–, la feria que acabó el domingo 7 de junio ha rayado a un nivel mucho mejor que las inmediatamente anteriores. De las 31 tardes que Las Ventas abrió sus puertas –29 dentro del abono, dos extraordinarias–, raro fue el día en el que el aficionado no se llevó a casa un recuerdo para comentar hasta que llegue otoño. Y eso a pesar de los vendavales que mortificaron al respetable y que añadieron nuevos riesgos para los espadas  en muy numerosas tardes.

Con crisis y sin crisis, que de 31 espectáculos en 8 se colgara el “No hay billetes” y en otros 5 el bendito cartel se quedara a un par de cientos de entradas, hoy en día constituye todo un record. Contando, además, que tan sólo en 5 ocasiones bajó algo el boletaje vendido, de ellas dos de las de rejones.

La empresa informó al inicio de la feria que el número de abonados con respecto al pasado  abono de Otoño había descendido ahora en 715. Quiere ello decir que si en otoño los abonados eran 14.515, en este San Isidro hubo un total de 13.800.  Sin embargo, pese a que ahora en el camino han quedado esos 715 y que se registra la cifra más baja de los últimos cinco años, a vista de tendido podría decirse que en la venta de entradas sueltas se ha ido recuperando sobradamente esa cifra. ¿Un inicio de cambio de hábitos en los aficionados? Pues a lo mejor.

Si se realiza una estimación operando sobre datos reales estimados,  un cálculo del número total deespectadores nos situaría en el entorno de un total mínimo de 640.000 asistentes de pago, cifra que en cualquier caso ningún otro espectáculo, salvo el futbol, consigue concentrar. Si a esa cifra se unen las localidades que por diversas causas –pases de prensa, compromisos sociales de la propiedad, etc.–  se distribuyen, nos situariamos ya en una estimación muy próxima a los 660.00 asistentes a la feria. Resulta indiferente en cuál de los límites de esa banda nos quedemos, en ambos casos constituye todo un record.

Un 
record muy cualificado por un hecho singular y único: se trata de un serial que se desarrolla –con resultado impredecible, además– durante 31 días consecutivos, un factor que en el resto de espectáculos públicos no ocurre. Y todo ello tratándose de un espectáculo que se retransmite diariamente y en directo a través de un canal de pago, cuyo coste total para un espectador es inferior a lo supone el coste de una entrada de tipo medio y para un sólo día.

Se trata de una estadística a nuestro entender muy relevante. Y no ya para valorar el acierto o desacierto de la Empresa organizadora, sino especialmente para comprobar, frente a otras voces, cuál es el grado de arraigo social del que la Tauromaquia goza hoy. Bajo este punto de vista, el dato resulta incontestable.

Por lo demás, romper lo que se dice romper, no se ha roto ningún escalafón torero, que casi todos se quedan en el lugar que ya estaban, con las salvedades de López Simón y Morenito de Aranda, que confirmaron triunfos anteriores y se pueden ir abriendo un sitio en los carteles; mientras que entre la novillería, Gonzalo Caballero –que como no espabile “se le pasa el arroz”–, Francisco J. Espada y, sobre todo, Roca Rey confirmaron que están en el camino adecuado.

Pero en una ciclo isidril de los años modernos  que los toreros de a pie hayan cortado nada menos que 18 orejas –además de las 11 que se repartieron los rejoneadores, a los que se mide por distinto rasero– nos está indicando que el nivel medio ha mejorado con respeto a los años anteriores.

Triunfo de Sebastián Castella; originalidad de Talavante

De las figuras, dentro y fuera del coto cerrado del G-4, quien se llevó la palma resultó ser Sebastián Castella. Si ya en Sevilla apuntó que había retomado su camino, después de un par de temporadas en la duda, en Madrid lo confirmó. Es cierto que tuvo una auténtica hada madrina en los sorteos: suyos fueron dos de los cuatro o cinco toros destacados de la feria. Su mérito radica en algo bastante simple, pero que no siempre se da: se hablado de él, y además muy bien, tanto o más que se han cantado las bondades de sus oponentes.

Agradó en la misma medida que sorprendió el nuevo Alejandro Talavante. No estuvo arrollador, desde luego; pero su apuesta por la innovación y la improvisación calaron en el aficionado. Ha venido a ser como un modelo posible de lo que bien podríamos denominar “la faena imprevisible”.

Ausente voluntario Enrique Ponce, sin brillos añadidos pasaron El Juli y Miguel A. Perera, muy lejos el extremeño de la fulgurante temporada de 2014. Cumplió holgadamente José Mª Manzanares, que ya sufre en sus carnes la incomprensión del mismo sector que discutió a su padre. De Morante queda el recuerdo de que una tarde hizo el paseíllo, pero muy poco más.

Aunque en ninguna de sus tres tardes la cosa les funcionó de cara a los dichosos marcadores, han mantenido su cartel en Madrid Antonio Ferrera, como ejemplo de lidiador, y Diego Urdiales, como exponente de la torería más añeja. Por su parte, Miguel Abellán, colocado como nunca en esta feria, no acabó de dar la medida, eso sí: con unos tendidos muy exigentes con él.

Y entre los jóvenes emergentes, mucho más que justificó, aunque pagándolo con sangre, su buen momento  Jiménez Fortes; consiguió que al fin Madrid viera su buena condición Manuel Escribano, mientras que Juan del Álamo alcanzó a mantener sus expectativas de futuro. El resto pasó sencillamente por Madrid, sin subir ni bajar,  aunque alguno, como  Paco Ureña, con el agravante de haberse dejado ir uno de los toros de la feria.

De los “hombres esforzados”, que diría Sánchez de Neyra, el mejor librado ha sido “Rafaelillo” que cuajó una gran faena a un toro de Miura, por más que luego perdiera el triunfo con la espada. También a Fernando Robleño, sin alcanzar el éxito, se le pudo ver como un torero muy sólido, muy hecho para estos compromisos duros. Del grupo mexicano tan sólo Joselito Adame dejó recuerdo.

Y entre los novilleros, Roca Rey confirmó que su anterior salida por la Puerta Grande no fue por casualidad: es un sólido aspirante a consolidarse en la profesión. Dieron una buena dimensión Francisco José Espada, que se quedó solo con los seis novillos del Conde de Mayalde, y el siempre tenaz Gonzalo Caballero.

Los damnificados, papeleta sin resolver

Punto y aparte para dos damnificados pendientes de recuperación. Por un lado, Iván Fandiño, que como ya se vio en Sevilla, no termina de asimilar el vacío que se le abrió bajo los pies con la apuesta tan arriesgada del Domingo de Ramos en Madrid. Por otro,  El Cid. En el caso del torero de Saltera,  la tarde que para su futuro era crucial, los seis toros de Victorino, todo salió al revés, rematadamente al revés; Un grave tropiezo, de los que los toreros purgan. Para el vizcaino-manchego, su paso por Madrid no le ha sacado del hoyo.

Para ambos se podría aducir para su consuelo que un trastazo similar se dio años atrás Talavante en idéntica o parecidas circunstancias: también a él le pudo hasta desbordarle la corrida de Victorino. Si, pero no es lo mismo. Talavante no venía de un bache profundo y, pasara lo que pasara, tenía ya hecha la temporada. Y para colmo, a los pocos días del fracaso, formó un verdadero lío en Las Ventas, del que se estuvo hablando el resto de la temporada.

El Cid, en cambio, necesitaba de un golpe de mano para enderezar su carrera, bamboleante en los últimos años, y con la agenda casi vacía: no figura incluido en ninguna de las ferias de junio, ni en los sanfermines. Y Fandiño precisaba de zurcir  el gran roto de su anterior apuesta, siendo como es un torero que no goza, al menos por ahora, de codearse en el grupo de los que los taurinos han declarado por su cuenta como “indispensables”, a los que se anuncia con independencia de que triunfen o fracasen.  

A El Cid la feria madrileña le resta, a Fandiño no le aporta nada. Ahí radica la diferencia. Por eso, de los dos, Fandiño tiene más fácil cambiar la moneda, porque oportunidades ya comprometidas no le van a faltar; lo que necesita es que las aproveche, que le salga ese toro que le devuelva el sitio perdido.

Y a caballo, Diego Ventura

Un año más se comprueba que Madrid acepta bien los festejos de rejones. Eso sí, cada vez de forma más selectiva: nada que ver las dos tardes en la que estaban las figuras con las otras dos. De cara al aficionado, a  lo mejor es cosa de pensar en dar tres más rematadas queese actual 2+2; para la empresa, de seguro que habrá hecho sus número y conocerá sus conveniencias.

Disquisición al margen, lo que quedó claro es que en 2015 quien ha mandado en el ruedo ha sido Diego Ventura, que rayó a un nivel espléndido en su única comparecencia. Aquella fue como esa tarde tantas veces soñada por un torero, pero que nunca llega; su actuación ante el 5º –con el hierro de Capea– marcó un nivel increíble. Pena que no repitiera en los carteles.

Sigue estando arriba, pero los años inexorablemente pasan. Será porque vino demasiado acostumbrado a la escasa exigencia mexicana, o por otra causa, pero aún descontando que no tuviera suerte con los hierros de muertes, Hermoso de Mendoza ya no reina en solitario.

Con el siempre muy estabilizado Sergio Galán, de los demás actuantes destacaron los más jóvenes: arrollador Leonardo Hernández, con dos puertas grandes en su haber, y progresando muy adecuadamente los dos más nuevos: Luis Valdenebro y Manuel Manzanares.

Mucho “domecq”, pero sólo uno verdadero

De la numerosísima presencia en los carteles del monoencaste domceq, la realidad luego dejó claro que sólo uno hizo gala de sus orígenes: justamente el de Juan Pedro Domecq, que lidió con diferencia la corrida más completa de cuantas hemos visto.

Trajo a Madrid una gran corrida de toros. Con presencia y, sobre todo, particularmente brava y encastada, como se comprobó ante los caballos. Pero además fueron prontos y fijos ante los engaños, para luego dejar constancia una dosis muy adecuada de nobleza, sin que nada de ello bajara su nivel de exigencia. Y entre ellos, resultaron particularmente buenos "Embestido" (2º). "Destajoso" (3º), y "Ballenito" (5º), además de "Mensajero" (6º bis),  de Parladé, lidiado como sobrero. 

Pero sin ser corridas completas, destacaron de forma muy especial otros tres toros: “Jabatillo”, con el hierro de Alcurrucen, un colorado muy en “nuñez”, con el que triunfó Castella; “Lenguadito”, un sobrero que ya lo había sido en 2014, con la divisa de El Torero, que proporcionó otro éxito al torero francés; y “Agitador”, un ensabanado de Fuente Ymbro, espectacular ante el caballo y con casta y nobleza siempre.

Fuera de este nivel de máximos, si algo ha marcado el San Isidro 2015 es que prácticamente todas las tardes ha salido por chiqueros al menos uno que le ofrecía el triunfo a su torero. Luego se aprovecharía o no, pero por el animal que no fuera.

Curiosamente a esta regla general fueron excepción las corridas consideradas como más duras. Se salvó algo, no mucho,  la de Baltasar Ibán, pero ni lo de Pedraza de Yeltes, ni las posteriores de Cuadri, Partido de Resina, Adolfo Martin o el propio Victorino dieron juego y repartieron emociones. Y al cierre de la feria, un toro –el 4º– salvó a Miura de unirse al grupo de los imposibles.

Decepción absoluta, rayando en el despropósito, la doble comparecencia de Victoriano del Rio, cuyo fracaso no tiene paliativo alguno. Sin llegar a ese rasero tan bajo, tampoco respondieron los de Jandilla,  El Pilar,  Núñez del Cuvillo, El Montecillo, El Ventorrillo y Salvador Domecq, entre otras. Con mayor o menor fortuna, salvaron los muebles las de Puerto de San Lorenzo, Las Ramblas, Alcurrucen y Parladé.

Fotografias: Álvaro Marco/Las Ventas

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Portal de actualidad, análisis y documentación sobre el Arte del Toreo. Premio de Comunicación 2011 por la Asociación Taurina Parlamentaria; el Primer Premio Blogosur 2014, al mejor portal sobre fiestas en Sevilla, y en 2016 con el VII Premio "Juan Ramón Ibarretxe. Bilbao y los Toros".

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