Elogiar en Ruiz Miguel su capacidad para lidiar las alimañas resulta sin duda un empeño que el torero merece, porque se lo ganó con la muleta y con la espada. Y se lo ganó, con reiteración y de seguido, matando camadas enteras de las ganaderías más duras. Solo por eso, con ser bastante más que mucho, el nombre de Ruiz Miguel se situaría en su lugar más propio. Pero cuando en el albero de la Real Maestranza sevillana, como Ruiz Miguel hizo una tarde abrileña de 1971, el torero se entretiene en cortarle las dos orejas y el rabo a un toro de Miura, fiarlo todo a las alimañas no deja de ser una historia inacabada. Dentro de aquel pequeño cuerpo tenía que haber, no hay más remedio, mucho más que un domeñador de las fieras; sin sentido torero, aquello y todo lo que vino luego, ni se entiende, ni podría haber sido posible.
Se acercó al mundo del toreo con poco más de 10 años y de la mano de un maestro enorme. Rafael Ortega, Y desde que hizo su primer paseíllo como becerrista, en el ya muy lejano 1967, hasta la cercana fecha del pasado 18 de julio discurre una hoja de servicio limpia como pocas, con reconocimientos hondos, no de simples estadísticas. Sin ir más lejos, el propio hecho de haber abierto hasta en 10 ocasiones la Puerta Grande de Las Ventas lo avala.
Para el torero todo lo que ha sucedido en esos 48 años, con sus idas y venidas, "ha valido la pena todo lo que conlleva ser torero. Mi carrera ha sido un maratón lleno de obstáculos pero gracias al respeto que le tengo a la fiesta de los toros y a mi afición, he podido superar toda la carga de responsabilidad que me echaban encima todos los años", según declaraba a “Valencia Radio” después de su último y definitiva tarde.
Tantos años vivido por y para su profesión, con sus reconocimientos, para el torero se resume en unas pocas líneas: "He sido bueno en la mentalización y en tener la cabeza en su sitio. He cuajado toros que nadie pensaba que podía torearlos así. Mi gran virtud ha sido la colocación y el temple. Y también el valor, claro está". No se puede decir más, ni más sobriamente.
Por primera vez anunció su retirada en 1989, con una triunfal corrida en Madrid. Pero tan sólo aguantó un par de actos en esto que no fue más que un “paro estacional”: en 1991 reapareció en Valencia. Se mantuvo un par de temporadas y lo volvió a dejar, para a continuación iniciar una serie de campañas de algunas corridas al año, siempre con algún género de singularidad.
Ni antes de aquel primer adiós de 1989 ni después dejó de un lado lo que ha sido el norte de su vida como torero: “Los diestros que llegan a ser figuras del toreo –le confesó hace unos años a Estefanía G. Asensi– son los que consiguen dominarse a sí mismos antes que al toro. Yo he pasado un miedo horroroso en Madrid, pero iba mentalizado para jugarme la vida. Y pese al miedo, he abierto 10 veces la puerta grande de Las Ventas”. Y a continuación matizaba: “Torear es dominar al toro y una vez dominado es cuando hay que torearlo. Hay ejemplares que lo único que tú tienes que hacer es acompañarlos, no torearlos. Torear un astado es distinto a acompañarlo, te permite expresarte más”.
Precisamente frente a ese toro al que hay que dominar fue como alcanzó sus triunfos más resonantes: “Cuando cuajas un toro de Victorino, de Miura, de Murteira, o de Pablo Romero, de ese tipo de encastes, te sientes distinto, es otro nivel. A lo largo de mi trayectoria he cortado orejas a otros astados y me han llenado, pero no he llegado a romper esa “barrera del sonido”.
Resultaría extremadamente pobre reducir sus dos gran hitos profesionales a la corrida de Miura en Sevilla, durante la feria de 1971, o a la que ha pasado a la historia como la ”Corrida del Siglo” en Madrid. Un torero que jalona su hoja de servicio con singularidades como matar cinco corridas en días consecutivos en Bilbao, ganándoselas una tras otra, o que ha puesto del revés a la Monumental de Pamplona, por ejemplo, de modo necesario tiene demasiadas cosas que contar como para reducirlo todo a dos tardes.
Desde luego, la miurada del 71 lo puso en contratos y en dinero. Utilizando las palabras del protagonista: “Desde aquel entonces mi vida cambió” En aquellos años lo llevaba uno de los hombres que ha sido clave en su vida, Paco Ortega. Le ofrecieron sustituir a José Martínez “Limeño” en el cierre del ciclo sevillano, con Andrés Hernando y “El Hencho”. Y allí se cruzó en su vida “Gallero”. “Toreé con el capote muy a gusto –rememoró años más tarde el torero, hablando con Manuel Lema– , y en la muleta comencé con dos ayudados por alto seguidos de cuatro estatuarios, además lo maté recibiendo lo que hizo que aquello fuera una locura. Aquello fue unánime, recuerdo como no había llegado aún al callejón y ya la presidencia había concedido los máximos trofeos”.
El otro hito, la celebre tarde con los victorinos en 1982, con Luis Francisco Esplá y José Luis Palomar. Aquella tarde tuvo algo de “mágico”, según el torero de la Isla: “Fue uno de esos días en los que se junta una serie de cosas: los toreros, no hizo viento, el público, el compañerismo, una atmósfera especial, etcétera. No obstante, fue una corrida de toros de Victorino Martín exigente, y un festejo especial en un momento especial, ya que puso una inyección de fe e ilusión a los ganaderos, a los toreros y a la afición”.
Pero entre sus recuerdos quedan otras muchas tardes. Si nos atenemos una de las últimas recopilaciones que hizo el propio Ruíz Miguel se trata del debut en Barcelona, un toro que cuajó en Dax, la despedida en la también plaza francesa de Vic-Fezensac con un toro de Cuadri, un miura que lidió en Nimes, la feria de Acho cuando consiguió el Escapulario de Oro de Perú, o su presentación en la Monumental de México y, naturalmente, sus 10 salidas por la Puerta Grande de Madrid. Pero entre sus hitos también recuerda que andaba a la par que el gran “Machaquito” en cuanto a corridas matadas en los sanfermines.
Y es la historia de alrededor de 1,500 paseíllos, y casi todos en tardes de compromiso, nunca resultará fácil de resumir en unos pocos datos. Para los toreros que marcaron la historia, y este Ruíz Miguel lo hizo, cada tarde siempre tuvo su razón de ser; tendría mayor o menor relevancia, pero nunca fue una más.
Ahí se fundamenta la historia de este Ruíz Miguel, que ahora se ha cerrado definitivamente, que llegó a los ruedos con el respeto de la afición y ha estado unos años yéndose poco a poco pero siempre con una razón de ser y la misma gallardía de sus comienzos.
Nombre: Francisco Ruiz Miguel
Retirada: La Isla de San Fernando (Cádiz), el 18 de julio de 2015, con Juan José Padilla y David Galván, ante toros de José Luis Pereda y de La Dehesilla.
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