En cualquier otra profesión sería un chico que comienza. En el toreo, en cambio, aparece ya como un veterano, se diría que no cabe en el epígrafe de nuevos valores. Y eso que solo tiene 26 años y 8 de antigüedad en el escalafón de matadores de toros. Pero esto del toro está hecho así.
Se trata de Rubén Pinar, que ahora acaba de triunfar por dos veces y las dos con fuerza en Albacete, una de las pocas plazas en las que se sigue manteniendo la afición por el toro íntegro. La primera tarde, con la corrida de Alcurrucen, la segunda con la de Daniel Ruíz. Cada tarde, tres orejas. Y además de forma rotunda.
Este domingo día 25 se vuelve a anunciar en Madrid, con la corrida del Conde la Maza; en la pasada feria de San Isidro lo hizo con la de Celestino Cuadri. Hasta la fecha contabiliza 8 festejos, en los que fue premiado con 15 orejas. Viendo como le andaba a los toros en el ruedo de Albacete, nadie diría que sus estadísticas fueran tan escazas.
Pero en su tierra de origen dio una dimensión muy superior a todo eso. No es que fuera ese torero decidido y firme que busca meter la cabeza en otros carteles, que lo demostró; fue, sobre todo, la calidad y la profundidad con las que toreó a sus cuatro toros, muy por encima de su situación oficial.
Simplemente si tuviera cuatro años menos se estaría hablando de uno de los toreros llamados a renovar el escalafón, pasando a contar con el aliciente de la novedad, por más que se trate de un criterio bastante efímero en los ruedos. Pues aunque no quepa eso de suprimir calendarios, la realidad es que ha demostrado capacidad y fuerza para incluirle en el capítulo de los renovadores. Todo sea que a partir de ahora los taurinos le den ese mínimo de cuartel que un torero necesita para que se aprecien sus virtudes.
Tras el broche que le espera con la corrida condesa en Madrid, acabaría siendo una oportunidad perdida que luego tenga que esperar otra vez a San Isidro para que se le incluya en una de las duras y después apostar fuerte en la feria de Albacete. Con esta política no hay quien renueve nada.
Se podría decir que para que la afición responde se necesitan carteles muy rematados, que no dan margen para probaturas. Se trata de una apreciación muy relativa. En la pasada feria de Logroño con las figuras en liza, la plaza no se llenó ni una sola vez. Pero tampoco en Salamanca o en Bilbao. Pero en plaza de orden menor, tampoco las figuras –salvo anunciadas de tres en tres– tuvieron fuerza en la taquilla. Unos datos que llevan a pensar que la inasistencia toma su origen también en otras causas, la principal de las cuales radica en los actuales precios de la localidades.
Pinar llegó al escalafón superior con mucho ambiente. Ponce le hizo matador de toros en la Vendimia de Nimes y Morante le confirmó el doctorado por San Isidro en Madrid. Luego vino el parón habitual en todos los nuevos alternativados, necesitados de un rodaje y una consolidación, que les parecen negados cuando no van al amparo de las casas grandes del toreo. Cubierta su travesía del desierto, ahora irrumpe con fuerza y con oficio, pero todo eso no es garantía de casi nada si las ferias no se abren a los nuevos.
Por eso, después de sus últimos triunfos, sin embargo por delante Rubén Pinar sólo tiene una interrogante: ¿Y ahora qué?. La realidad dice que
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