Ronda y su Goyesca, con «glamour» y sin él, sigue siendo el acontecimiento que abre septiembre

por | 7 Sep 2014 | Reportajes

Pasó la Goyesca de Ronda, que viene a ser como un punto final a una etapa de la temporada, tras la que vienen las ferias mateas de Salamanca y Logroño y las de las dos Castilla en Valladolid y Albacete, como paso previo a la sevillana de San Miguel y la más relevante  de Otoño en Madrid.

En esta ocasión, la tarde de Ronda discurrió entre dos luces, con “toreo con cuenta gotas en honor a Goya”, al decir de Carlos Crivell; en un “tono menor”, según la valoración de Álvaro R. Del Moral; “una tarde de detalles sueltos”, en la opinión de Antonio M. Romero en el diario malagueño “Sur”, un diario que no deja de remarcar que se vivió “una cita más taurina y menos social”.

Y, en efecto, aunque el peregrinaje de las “celebritys” fue sensiblemente inferior a otras ocasiones, en una tarde  en la que “la plaza se llenó sin apreturas”, en su etapa actual nunca ha dejado de estar marcada sobre todo por ese sello de acontecimiento social, hasta el punto que para un medio de mucha difusión lo más relevante ha sido en este 2014 que Cayetano Rivera Ordoñez y Eva González no dejaron ver por Ronda su reciente “segunda oportunidad”, asunto bien marginal al toreo.

La corrida tuvo, desde luego, momentos muy toreros, entre los chispazos artísticos de Morante, la lección de poderío de El Juli y la demostrada capacidad de Miguel A. Perera. Pero, ¡ay!, fallaron los toros de Zalduendo, de un juego deslucido y un poder demasiado medido, aún teniendo en cuenta que  no  es ésta  –no lo ha sido nunca–  una plaza para “el toro de Madrid”. Con razón Carlos Crivell escribe en “El Mundo”: “falló el toro, que aunque bien presentado adoleció de casta y fuerzas. No basta con la nobleza de algunas reses, es necesario que el toro sea más vigoroso y pujante”.

Una tarde en la que, por cierto, casi todo quedaba en manos de la Casa que dirige Alberto Bailléres: de su propiedad eran los toros de Zalduendo, se anunciaba su poderdante Morante de la Puebla y aparecía, además, El Juli, en cuyo equipo de confianza se encuentra Mariano del Olmo, uno de los ejecutivos de la empresa específicamente taurina del magnate mexicano.

Pero un festejo que va ya por su 58 edición, con sólo dos años en blanco –los de 1955 y 1956–, no puede dejar de formar parte de la historia taurina, más allá de los episodios concretos que se produzcan en cada momento.

Los orígenes

Como muy bien ha documentado el estudioso Andrés Salas Moreno, la fórmula de las corridas goyescas viene de lejos, tan lejos como 1929, año en el que se cumplía el centenario de la muerte de Francisco de Goya. El padre de la idea fue el empresario Eduardo Pagés y el escenario la plaza de toros de Murcia. Aquel domingo 15 de septiembre, en el ruedo huertano actuaron Marcial Lalanda, Nicanor Villalta, Cayetano Ordoñez “El Niño de la Palma” y Félix Rodríguez, con toros de Lamamié de Clairac.

No deja de ser casi una premonición que en esta primera goyesca de la historia toreara “El Niño de la Palma”, aquel del que se escribió lapidariamente “es de Ronda y se llama Cayetano”, con el correr de los años alumbraría toda una saga de toreros.

La corrida, al decir del cronista de “El Liberal”, fue “una mamarrachada”, tanto por el adorno de la plaza como el desfile de majas y chispero, pero sobre todo porque la corrida salmantina resultó “mansa, esmirriada y con unos cuernos que parecían platanitos” y ninguno de los cuatro espadas anunciados tuvo precisamente su tarde.

Su llegada a Ronda

La Goyesca se incardina en Ronda 25 años después de aquella ocurrencia de Pagés. Y vuelve ya unida indisolublemente al nombre de Ordóñez. En 1954, con el mayor de la saga, Cayetano Ordóñez, que se anunciaba con el  mismo apodo de su padre de “El Niño de la Palma”.  El acontecimiento tomaba causa del segundo centenario del nacimiento del histórico Pedro Romero.

“Juan de Málaga” en el semanario “El Ruedo” contó de aquel festejo “los diestros actuantes vistieron los trajes de la época goyesca. Ronda estuvo concurridísima el día 16, y la Plaza de Toros, la histórica plaza de piedra, presentaba a la hora de empezar el espectáculo un aspecto brillantísimo, pues, amén de las autoridades de la provincia, acudieron aficionados de casi toda la región andaluza, deseosos de coadyuvar a la brillantez y esplendor de la conmemorativa fiesta, en la que tuvo una espléndida representación la encantadora mujer andaluza. No puede decirse que de la corrida saliéramos rebosantes de entusiasmo, como ocurrió en la feria malagueña; pero tampoco indignados y aburridos”.

Y al final de su crónica era aún más explícito: “La corrida goyesca en el II centenario del nacimiento de Pedro Romero no fué, pues, de las que dejan recuerdo imperecedero, como merecía el aniversario que se conmemoraba”.

Se trató de una corrida concurso de ganadería, con reses de Miura, Concha y Sierra, Felipe Bartolomé, Pablo Romero, Joaquín Buendía y Fermín Bohórquez, en la que se anunciaron Antonio Bienvenida, Cayetano Ordóñez y Cesar Girón.

Cayetano Ordóñez –se puede leer en “El Ruedo” del 23 de septiembre de 1954–  era la única representación rondeña, por su apellido, en la combinación taurina. El hijo de Cayetano, consciente de la responsabilidad y de las obligaciones que tal clrcunstancia le imponía, derrochó voluntad y valor, igual en el toro de Concha y Sierra que en el de don Joaquín Buendia. Y los rondeños, y los forasteros, le agradecieron sus buenos deseos y sus faenas temerarias con ovaciones entusiastas y peticiones de orejas y rabos, que la presidencia concedió, contagiada de la bondad de los espectadores”.

Pero debe reconocerse que para entonces la estrella taurina del mayor de los hermanos Ordóñez se había ido ya apagando desde años antes. Después de una desigual carrera novilleril, había tomado la alternativa en el propio ruedo rondeño el 8 de septiembre de 1946, de manos de Morenito de Talavera, con un toro de Isaías y Tulio Vázquez. Dos años mas tarde, decidió confirmar su alternativa en Madrid, con un toro de Miura y de manos de Rafael Ortega “Gallito”. Pero ni una ni otra ocasión le sirvieron para despegar en el escalafón. Por eso puede entender su empeño de resucitar la goyesca de Ronda en 1954 vino a ser como un nuevo intento por recuperar terreno, aunque en la práctica no lo consiguiera.

La égida de Antonio Ordoñez

Tras este gris acontecimiento, pasan dos años hasta que Ronda vuelve a ser el escenario de una nueva goyesca. No constan los motivos por los que la Comisión organizadora abriera ese paréntesis. Quizá pudiera ser el desengaño de su primer intento, o quizás no era el momento ni las circunstancias para que un nuevo Ordóñez asumiera el protagonismo principal.

Aunque dura el breve tiempo de poder sustituir a un Manolo González en Santander, al llegar a matador de toros Antonio Ordoñez tuvo un bache profundo. La alternativa de Madrid en 1951 no había rodado como se esperaba y se encontró sin contrato. Tanto que ni siquiera en su tierra natal de Málaga aceptaron su ofrecimiento para matar la corrida de Pablo Romero en la feria de agosto. Pero llegó la sustitución a orillas del Cantábrico, y aunque no cortó orejas convenció a todos, tanto que de allí salió con 42 contratos en la cartera.

Consolidó su posición en 1952 con dos triunfos resonantes en Sevilla y en Madrid y  pasa a encabezar el escalafón. Pero luego vinieron años complicados: la temporada de 1955 casi no existió, porque el torero tuvo que cumplir su servicio militar en Barcelona y tan sólo se pudo vestir de luces en cinco tardes; la de 1956 vino marcada por la ruptura con su apoderado y suegro Domingo Dominguín y por una cornada importante en la feria de San Isidro, pero también por su era con José Flores “Camará”, una etapa de la que Cossío escribió: “Aparece Ordóñez depurado en su ya depurado estilo  y cuajado como una auténtica figura del toreo”.

Ya situado en la cumbre es cuando alumbra la idea de volver a reeditar la goyesca de su tierra de origen. El 8 de septiembre de 1957, Ronda recuerda de nuevo a su Pedro Romero, también con una corrida concurso de ganaderías, como en la primera edición; en este caso se lidiaron reses de Salvador Guardiola –el más bravo de todos– , José Luis Osbome, Carlos Núñez, marqués de Villamarta, Calderón y Bohórquez. En el cartel le acompañaban Rafael Ortega y Joselito Huerta. A Ordóñez le correspondieron los toros de Núñez y Guardiola y en ambos le concedieron los máximos trofeos.

 “Hemos dicho –se puede leer en “El Ruedo” del 12 de septiembre de aquel año– que las fiestas culminaron en la corrida goyesca de esta tarde porque Ortega mató magníficamente a volapié al que abrió plaza; Joselito Huerta derrochó valor y mató bien a su primero y porque, sobre todo y sobre todos, Antonio Ordóñez tuvo una tarde apoteósica. El rondeñp había sabido, sin duda, que Ronda estaba «infectada» de pancartas en las que se leía: «Ayer, Pedro Romero; hoy, Antonio Ordóñez», y quiso demostrar que sus paisanos tenían razón”.

Se inició de esta forma tan triunfal la serie ininterrumpida de goyescas que mató Antonio Ordoñez, que incluso que estaba ya retirado volvió a vestirse de torero para actuar en Ronda. Aunque como empresario siguiera ligado a este festejo hasta su muerte, su serie de actuaciones se prolongó hasta 1980, con sólo cuatro paréntesis en blanco: los años 1970, 1971, 1978 y 1979.

Hoy sus nietos han tomado el testigo y mantienen la tradición. Aunque ya en los años 80 la goyesca tuvo mucho de acontecimiento social, con esta segunda generación de organizadores es cuando se desborda el factor de la “jet set” hasta superar a lo taurino. Pero también estos festejos rodeados de “glamour” tienen su sitio en la historia taurina y cumplen un papel que no hay por qué minusvalorar.

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Taurología

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Portal de actualidad, análisis y documentación sobre el Arte del Toreo. Premio de Comunicación 2011 por la Asociación Taurina Parlamentaria; el Primer Premio Blogosur 2014, al mejor portal sobre fiestas en Sevilla, y en 2016 con el VII Premio "Juan Ramón Ibarretxe. Bilbao y los Toros".

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