VALENCIA. Séptima de la feria de Fallas. Casi lleno. Toros de Victoriano del Río –1º, 4º y 5º con el hierro de Toros de Cortés–, de presentación justa y dispar, mansos y sin clase. Alejandro Talavante (de marino y oro), ovación tras un aviso, silencio y una oreja. Andrés Roca Rey (de verde botella y oro), ovación tras petición, dos orejas y una oreja tras un aviso; salió a hombros por la puerta grande.
Tiene un algo innato este Andrés Roca Rey. No se entendería de otra forma su aplomo, el sitio que pisa en la plaza, la capacidad para resolver los imprevistos, la rapidez para ver las condiciones del toro,…. Todo eso es impropio de quien tomó la alternativa el pasado septiembre y aun no ha llegado a la treintena de corridas de toros. Le anda a los toros con una precisión –un desparpajo, también– que no se aprende en tres días. Como, además, sale siempre a ganar la pelea, el resultado final es lo que este jueves se pudo ver en Valencia: un torero que conmueve, que emociona a la afición.
Y eso que la corrida de don Victoriano del Río dejó mucho que desear. Nada que ver con otras suyas, esas que le han convertido en el ganadero de cámara de todas las figuras. Ni estuvo adecuadamente presentada, ni sacó bravura, sino todo lo contrario; la mayoría buscando irse hasta de su sombra, mal cumplieron en varas –salvo el 1º–, andando con brusquedad cuando no con la cara arriba. En suma un fiasco total, del que a lo mejor algunos han tomado nota. Basta con que un semental no ligue bien, para que las ganaderías suban y bajen en la estimación del torero en menos que canta un gallo; hasta hace nada los que tienen capacidad de elegir decían “fu” con lo de Cuvillo y hoy Álvaro Benjumea tiene que hacer doblete en ferias de primer orden. Tempus fugit el de las dehesas.
Cerrado el capitulo de don Victoriano, vamos a lo importante. Roca Rey supo encontrar toro en todos los sitios a la hora de manejar el capote, con una gran variedad. Pero sobre maneja las telas con soltura, sin agobios de codilleo y buscando la unidad de la serie, la reunión, sin descargar la suerte. Hasta ocho quites hizo, que no perdonó ninguno y en alguno toro lo duplicó.
Con la muleta se le vió sobrado con el más bonancible y con el áspero primero de su turno. A ese 2º de la tarde, después del sainete que supuso el segundo tercio con sus capotazos a cientos y mal dados, algo le vio que muchos no acertamos a apreciar, porque, impávida la figura, aguantó en los medios al violento manso sin mover las zapatillas. Y mientras duró, lo metió en la canasta, hasta que se rajó. Dejó la espada algo caída y todo quedó en una petición de oreja no atendida y un saludo desde el tercio.
Su segundo, por nombre “Candidato” –que no lo será al toro de la feria, desde luego–, como sus demás hermanos también buscaba tablas y con feo estilo. Tuvo Roca Rey un comienzo espléndido para su faena de muleta, que luego se compuso básicamente de tres series poderosas, previas al arrimón final ya en los tableros. Un espadazo de aúpa precedió a dos orejas muy bien ganadas. Con el “Orador” que cerró la tarde, planteó un discurso sencillo pero que llegó fuerte al tendido, con unas series de muletazos encadenados sin casi moverse el torero, sin darse un respiro. Un recurso adecuado para un toro dado permanentemente a la huida. De nuevo realizo bien la suerte suprema y suyo fue un trofeo más.
Cuando ahora le esperan Sevilla y Madrid, el torero peruano sale de Valencia con más fuerza que una traca de las grandes. Si los toros le respetan, que no rehúye lo sitios comprometidos, se le podrá aplicar esa frase tan taurina de “ponerse intratable”. Se ve que es a lo que aspira. Y undamentos sólidos tiene.
El nuevo Alejandro Talavante, que viene ya de la pasada campaña, buscó dar replica a Roca, compartiendo también en quites y buscando el triunfo. Parecía que podía llegar con el que abrió la tarde, al que recibió en los medios con un estoico “cartucho de pescao”, muy limpio por cierto. Lo que vino detrás tuvo más calidad sobre la mano izquierda que sobre la diestra, pero el toro, tardo y blando, se vino muy a menos. Su segundo apenas tenía recorrido y menos aún clase en sus embestidas e iba con la cara suelta. Aunque trató de meterlo en los engaños, con algunos naturales de fuste, aquello daba ya para poco.
Su triunfo llegó con el que hacía 5º, un colorado grandullón y algo bastote de lámina, que como sus hermanos de camada también se vino a menos. Qué templados fueron los derechazos rodilla en tierra con los que se abrió la faena. Puso literalmente a la plaza en pie. Le siguieron otras series de nivel, muy relajado el torero, con un cierto desmayo. Pero el trasteo necesariamente tenia que ir a menos, como el toro. Dejó una estocada caída y se le concedió una oreja.
Y ahora a esperar el mano a mano que se anuncia para este viernes de El Juli y López Simón, con toros de Garcigrande. A los dos, como a todos los demás, Roca Rey les ha puesto el listón muy alto. Eso que sale ganando la afición.
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