Ricardo Torres «Bombita», el toreo de los tiempos de «Guerrita» hasta la llegada de José y Juan

por | 19 Nov 2016 | La Tauromaquia de los grandes maestros

Ocho décadas se cumplen el inminente 29 de noviembre del fallecimiento de uno de los diestros más importantes de la historia de la Tauromaquia: Ricardo Torres Reina “Bombita”. Sus aportaciones técnicas y artísticas fueron indudables, profundizando en la línea del toreo dominador, aún cuando las reses que salían por chiqueros en esos años mantenían, en buena medida, la fiereza de épocas pasadas. A todo ello hay que añadir, la trascendental labor que llevó a cabo al frente del Montepío de Toreros, institución que fundó en 1909. Aunque la irrupción posterior de los Colosos de Gelves y Triana eclipsó, en parte, las contribuciones realizadas con anterioridad, el nombre de “Bombita” está unido a los de “Lagartijo”, “Guerrita” o el mismo “Gallito” como eslabones fundamentales de la cadena de toreros largos, en los que el poder y el sometimiento de cualquier animal que saltara al ruedo era el eje sobre el que pivotaba su concepto del toreo.

Desde que abandonó en 1913 el ejercicio de su profesión, Ricardo Torres ejercía como administrador de fincas, trabajo que ocupaba gran parte de su tiempo dada la vasta superficie que éstas abarcaban. Cuando se produjo el alzamiento militar de 1936, el diestro sevillano se vio obligado a salir al exterior, regresando unos meses después a la ciudad de la Giralda.

Al poco tiempo de encontrase allí, fue intervenido de una hernia, originada como consecuencia de los numerosos percances y volteretas que sufrió a lo largo de su carrera. Por desgracia, “Bombita” no pudo superar las secuelas de la citada operación, expirando el día 29 de noviembre del referido año de 1936 en el hospital de la Cruz Roja de Sevilla. El entierro del segundo de los hijos toreros de Manuel Torres, aconteció en la jornada siguiente, dándose cita en la capital hispalense un inmenso gentío de la más diversa procedencia social que quisieron despedir al Maestro y acompañar en el dolor a sus allegados. Pasados tres años, es decir, en 1939 sus restos mortales fueron trasladados al panteón que la familia poseía en la localidad catalana de Santa Coloma de Cervelló, lugar donde también descansaba su esposa, María Concepción Regordosa.

Los comienzos del diestro de Tomares

Ricardo había venido al mundo en el municipio sevillano de Tomares el 20 de febrero de 1879, acercándose, en un primer momento, al mundo taurino gracias a su hermano Emilio, que ya por esas fechas tenía bastante ambiente como novillero. Junto a esto, la facilidad que tenía para presenciar todos los festejos que se celebraban en la Maestranza de Sevilla, dado el servicio que prestaba su progenitor como contratista del material necesario para el desolladero de la plaza, terminaron por introducirlo de lleno en el mundo de los toros. Emilio lo llevaba con él a los tentaderos y capeas a los que acudía, así como al coso madrileño. Precisamente, en dicho recinto taurino mató su primer becerro cuando apenas contaba con trece años de edad, alternando en aquella oportunidad con Míster Valmy, cocinero entonces de la Marquesa de Manzanedo.

El 10 de agosto de 1895 vistió el joven torero su primer traje de luces, actuando a las órdenes de Juan Domínguez “Pulguita Chico” en una función que tuvo lugar en Jerez de los Caballeros. Ya como jefe de filas, se presentó en la plaza lisboeta de Campo Pequeno, organizándose seguidamente una cuadrilla de niños sevillanos que ganó ovaciones y elogios de las más diversas aficiones.

Debutó en Madrid el 3 de marzo de 1897, pasaportando novillos de Tiburcio Arroyo. Su labor frente a “Espejito” y  “Curioso” rayó a gran altura, sobresaliendo su manejo de la mano izquierda. En esa intervención inicial en la plaza capitalina, apareció también una constante que se mantuvo en el transcurso de los años en los que estuvo en activo, el dolor del percance. En este caso, se trató de una voltereta que no fue más allá de las simples contusiones y magulladuras.

Tan buen sabor de boca dejó entre los aficionados, que su nombre se repitió en el resto de festejos programados hasta el comienzo de la temporada de toros. Resaltar, entre estos compromisos, la espléndida faena que cuajó a “Junquero”, ejemplar que lucía el hierro de Esteban Hernández, al que además finiquitó de una fenomenal estocada.

Las campañas de 1898 y 1899 continúa como novillero, situándose a la cabeza de ellos merced a triunfos como los conseguidos en el circo de la carretera de Aragón los días 2 y 6 de febrero de 1898 frente a cornúpetas de Veragua y Castellón. Sobre el tapete madrileño resultó corneado gravemente en dos ocasiones en las aludidas temporadas. La primera herida se la ocasionó el 6 de noviembre de 1898 “Greñudo”, burel de la vacada de Adalid, que le alcanzó en el lado derecho del pecho al entrar a matar. El 12 de marzo de 1899, “Ropero”, de la divisa de Esteban Hernández, le dejó al descubierto la arteria femoral, causándole enormes destrozos musculares.

La alternativa y sus primeras temporadas

Sensaciones completamente opuestas son las que sintió el 24 de septiembre del indicado año de 1899, ya que en dicha jornada adquirió el grado de doctor en tauromaquia. Las reses pertenecieron al Duque de Veragua, cediéndole José García “Algabeño” el primer ejemplar de la tarde, llamado “Cachucho”, frente al que “Bombita” se mostró decidido y con recursos, arrancando “con verdad” hacia el morrillo para cobrar una buena estocada, manifiesta el informador de Sol y Sombra. El cartel, que tenía como tercer componente a Domingo del Campo “Dominguín”, se alteró con respecto al programado inicialmente, pues el hermano del toricantano, Emilio, no pudo comparecer al resentirse de la cornada inferida en Barcelona por un burel de Miura, ocupando su lugar el mencionado “Algabeño”. Unos días después, el 29 de septiembre, hizo su primer paseíllo como matador de toros en la Maestranza hispalense, pasaportando junto al Maestro Rafael Guerra “Guerrita”, cuya retirada era ya inminente, animales de la ganadería de Adalid. Aún tuvo dos capítulos más esa campaña, el 1 de octubre en Madrid y el 8 en el coso francés de Beziers.

Treinta y nueve contratos firmó en el año 1900, sobresaliendo las actuaciones llevadas a cabo en Valencia y Barcelona, donde pasa a ser uno de los diestros preferidos por el público. Aunque no tuvo demasiada suerte en la plaza de la capital de España, se vislumbran en él unas magníficas condiciones, así lo expresa el crítico “Dulzuras” en el Almanaque del Tío Jindama para 1901, asegurando que se le había apreciado “una dosis muy grande de valentía y algo, no poco, de buen torero”.

 Todo esto quedó ratificado totalmente en la temporada siguiente, cuando ejecutó sensacionales faenas en el recinto taurino de la Carretera de Aragón, como la que cuajó ante un cornúpeta de Benjumea en la segunda de abono o la fenomenal tarde que brindó en el mes de julio con los astados de Saltillo. Con todo, lo más recordado por la afición en ese año fue la gesta que protagonizó el 15 de mayo frente a un toro de Vicente Martínez, que lo volteó de fea manera, restableciéndose con rapidez el espada sevillano que finiquitó a su oponente de una fenomenal estocada. No obstante, la suerte suprema no era, en absoluto, el punto fuerte de la tauromaquia de “Bombita”, de hecho el aludido Manuel Serrano García-Vao afirmaba que había sido “muy rara la vez que había entrado por derecho”.

En cincuenta y siete festejos se anunció en 1902, sufriendo el 5 de octubre el mayor fracaso de su vida profesional. En la fecha indicada, se lidiaron en el circo madrileño reses de Miura, correspondiéndole al diestro de Tomares uno de los ejemplares más bravos que han pisado ruedo alguno, como fue “Catalán”. Ricardo intentó trastearlo con firmeza y valor, si bien, en ningún momento, logró imponerse a tan encastada embestida.

La competencia con Machaquito

Precisamente, con la legendaria ganadería cosechó un importante triunfo en Sevilla el 20 de abril de 1903, volviendo por sus fueros a Madrid el 2 de mayo, instrumentando una extraordinaria faena a un animal de José Manuel de la Cámara, rematada además con una estocada hasta la bola, declara Pascual Millán en Sol y Sombra. Corrobora la excelente impresión causada en este festejo, en la Corrida de la Prensa que se celebró en el mes de julio, fundamentalmente ante el toro “Tortolillo” del Duque de Veragua, al que colocó dos pares y medio de rehiletes cuadrando bien en la cara. Posteriormente, en el trasteo muleteril dejó llegar al burel a jurisdicción “con arte y valentía”, asegura N.N. en El Imparcial, apoyándose más en el juego de brazos que en las piernas, cambio sustancial con respecto a lo que se había llevado a cabo a lo largo de la historia. Con el estoque anduvo certero, ejecutando la suerte según los cánones. A partir de esa campaña, desde diversos ámbitos se promueve una competencia con Rafael González “Machaquito”, que, en ningún caso, surgió de forma espontánea.

Sesenta  y tres corridas toreó en 1904, participando en todas las ferias de relevancia. El 26 de junio se fechó un verdadero acontecimiento, como fue la despedida de la profesión de su hermano Emilio, a quien acompañaron en jornada tan significativa Ricardo y Antonio Fuentes en la lidia de ejemplares de Saltillo.

En 1905 el número de festejos bajó hasta los cincuenta y dos, manteniendo e incluso incrementando su cartel gracias a tardes como las que, durante el aludido año, regaló al público de Madrid. Buen ejemplo de ello es la que acaeció el 2 de octubre, en la que se enfrentó en mano a mano con “Machaquito”. “Bombita” estuvo inmenso, con unas facultades y un conocimiento de las suertes que le hacían dominar con suficiencia cualquier situación que pudiera darse en el ruedo. Unos días más tarde y, como clausura de la temporada en el coso capitalino, dio otra clase magistral ante las reses de Halcón, comparándosele desde algunos medios con “Guerrita” por el poder del que hacía gala delante de los astados.

Desde esas mismas tribunas periodísticas, se resalta, de forma especial, el empleo de la mano izquierda por parte del matador sevillano, todo ello circunscrito a una época en la que el toreo por naturales era la base sobre la que se cimentaban la mayoría de las faenas. Además, en ese año Ricardo evidenció más seguridad con el estoque, lo que hizo que el conjunto de lo desarrollado en el ruedo tuviera más redondez y ganara en trascendencia.

En ese invierno, marchó a México, debutando en suelo azteca el 3 de diciembre, causando tan buena impresión que vuelven a anunciarlo en varias ocasiones más durante esa campaña. En la corrida organizada a beneficio de Antonio Fuentes fue volteado aparatosamente al intentar instrumentarle al cornúpeta el cambio de rodillas. Se le atendió en la enfermería de una contusión grave en la parte alta del pecho, la fractura de dos costillas y una pequeña lesión en el pulmón.

Hasta el 15 de abril no se enfundó “Bombita”, nuevamente, el traje de luces, en este caso, en la corrida que sirvió de apertura de la temporada madrileña, estoqueando un encierro de Benjumea en compañía de “Machaquito” y “Regaterín”. En esa misma arena, obtuvo en los meses siguientes notables éxitos, como el alcanzado el 26 de abril frente a cornúpetas de Saltillo, mismo hierro con el que firmó una obra para el recuerdo el 30 de mayo, comparada por Don Modesto, crítico de El Liberal, con las que ejecutaba “Guerrita” en esa misma plaza.

El año, que había comenzado con un percance de cierta consideración en tierras mexicanas, concluyó precipitadamente con otro de más gravedad, si cabe, en la plaza de la capital de España. La citada herida interesó el tórax, produciéndole una abundante hemorragia que, afortunadamente, fue controlada por el Dr. Bravo. Aunque las mejoras con la espada eran más palpables, todavía le faltaba al diestro hispalense un largo camino por recorrer hasta manejar la espada con la perfección y la facilidad con la que realizaba las suertes con capote y muleta. Así lo corrobora el aludido corresponsal de El Liberal, quien sostiene que el matador de Tomares se manifiesta “incierto y vacilante al armar el brazo”.

El 9 de junio de 1907 el público que acudió a la plaza de Barcelona pudo presenciar una muestra representativa de la variada tauromaquia que poseía el sevillano, finiquitando a las seis reses de Murube que lidió, de un pinchazo y seis estocadas. La tarde en la que Antonio Fuentes se retiró del toreo, tuvo Ricardo una brillante actuación, sobre todo, con el estoque, a juicio del cronista de El Imparcial, N.N, para quien el espadazo recetado al segundo de sus oponentes fue, quizá, “el mejor de los mejores que ha matado aquí hace años”. Capítulo aparte merece la Corrida del Montepío de 1908, pues “Bombita” ofreció una verdadera sinfonía de toreo, siendo proclamado por Don Modesto Sumo Pontífice de la Iglesia Taurina, digno sucesor de “Guerrita”.

Del pleito con Miura y el encuentro con Joselito

La campaña de 1909 fue bien diferente para los intereses del matador sevillano, ya que por varias razones se vio alejado del ruedo madrileño. En primer lugar, por el llamado “pleito de los Miuras”, por el que pretendía incrementar sus honorarios al anunciarse con los mencionados ejemplares y unido a ello el pulso que mantuvo con el empresario del coso capitalino, Indalecio Mosquera, intentando imponer las ventajosas condiciones que, desde hacía tiempo, figuraban en los contratos de los toreros de la primera fila. Entre éstas se incluía el derecho a percibir íntegramente el dinero correspondiente firmado con anterioridad aunque, por enfermedad o por encontrase heridos, no pudieran comparecer en la fecha indicada en el contrato. Mosquera reaccionó dejando fuera del abono de Madrid tanto al de Tomares como a “Machaquito”, que había secundado también la iniciativa. Esta decisión conllevó el cambio de postura de la inmensa mayoría de sus compañeros en la cuestión de los Miuras, con lo que Ricardo afrontó la dura temporada de 1909 con todos los factores en contra, debiendo sobreponerse a la situación y demostrar, una vez más, su valía como torero.

Antes de finalizar el año, quedó constituida legalmente la Asociación Benéfica de Auxilios Mutuos de Toreros, institución de vital importancia para la Fiesta, cuya alma máter fue “Bombita”, si bien también prestaron una colaboración inestimable Carlos Caamaño, Director General de la Deuda y Clases Pasivas, y Víctor Ruiz Albéniz, cirujano y escritor taurino. Infinidad de profesionales se vieron amparados por la citada entidad, hallando en su seno el apoyo y la protección necesarios en los complicados momentos a los que tenían que hacer frente a lo largo de cada campaña. El conjunto de medidas que, desde un principio se tenía pensado plasmar, se completaron con la inauguración del Sanatorio en 1927, cuando Marcial Lalanda era la cabeza visible de la aludida Asociación.

Por los motivos anteriormente descritos, “Bombita” estuvo ausente de la plaza de Madrid hasta 1912, pisando, nuevamente, su arena en la segunda corrida del abono de la aludida campaña, el 12 de abril, estoqueando junto a Rafael “El Gallo”, Bienvenida y Punteret ejemplares de Santa Coloma. La faena que ejecutó al quinto de la función, “Judío”, fue una lección magistral, modélica de cómo lidiar a un toro manso y huido. La magnífica técnica que atesoraba fue el pilar que sirvió de sostén a su labor con la franela, tornando “al buey en borrego noble y suave”, manifiesta el informador de El Liberal. La espada viajó adecuadamente en esa oportunidad, dejando al astado sin puntilla. El público se entregó sin reservas, pidiendo la oreja para el torero hispalense, trofeo que, finalmente, fue otorgado por el palco. Tal era el entusiasmo popular que terminaron por sacar en hombros a Ricardo, llevándolo, de esta guisa, hasta la avenida de la plaza de toros.

Toda la admiración y los elogios que despertó su actuación ese día, se volvió animadversión en la corrida extraordinaria del 17 de mayo. El cartel anunciaba a Torres Reina, Vicente Pastor, Rafael “El Gallo” y Gaona ante animales de Miura, sufriendo una delicada lesión en el tendón de Aquiles del pie izquierdo al intentar esquivar la embestida del cornúpeta, de nombre “Gorrioncito”,  que pasaportó por el herido Pastor. El respetable creyó que se trataba de algo fingido, abroncando e insultando al diestro. A causa de este percance, no pudo torear más ese año, perdiendo un total de cuarenta y siete festejos.

Regresó con renovadas ilusiones en 1913, tratando de fijar la atención de los espectadores que ahora centraban más su mirada en la novedosa tauromaquia que aportaban los matadores que, con una fuerza inusitada, irrumpieron en los carteles de las principales ferias, distinguiéndose entre ellos a José Gómez Ortega, quien había ingresado en el nuevo escalafón en la Feria de San Miguel de Sevilla del año precedente. Por este motivo, y con la alternativa de Juan Belmonte en puertas, adoptó la decisión de retirarse del toreo activo, si bien antes de esa jornada dejó se sello, una vez más, en el recinto taurino de la Carretera de Aragón. En mayo le enjaretó una más que meritoria faena a un manso y peligroso ejemplar de Trespalacios, con el único borrón del fallo con el estoque. En la corrida extraordinaria que tuvo lugar en septiembre se jugó la vida ante las complicadas reses de Benjumea a las que se enfrentó, siendo aclamado por el público. A la conclusión de la función, salió en volandas por la Puerta Grande.

Un brillante punto final

La postrera corrida se celebró el 19 de octubre, acompañando a “Bombita”, “El Gallo”, Regaterín y “Gallito”, aunque el torero madrileño entró sustituyendo a Belmonte, doctorado apenas tres días antes, que no pudo hacer el paseíllo al tener lesionada la mano derecha. Los toros pertenecieron a las ganaderías de Concha y Sierra y García de la Lama, al desecharse los inicialmente reseñados de Benjumea. A las tres de la tarde, hora marcada para el comienzo del espectáculo, el coso estaba completamente lleno, asistiendo desde el Palco Regio la Reina Victoria Eugenia y la Infanta Isabel. Los más ricos adornos lucían en los balconcillos y palcos, completándose el cuadro con un sol espléndido.

Antes de saltar al redondel el primer burel, la afición tributó una atronadora ovación al maestro de Tomares que, vestido con un terno celeste y oro, correspondió a la misma desde los medios. Con el que rompió plaza, “Calderero”, de Concha y Sierra, las opciones de triunfo fueron escasas, sin embargo su segundo antagonista, “Cigarrón”, de García de la Lama, le permitió explayarse en todos los tercios, desde el variado saludo con el percal hasta la sublime faena de muleta, con pases de todas las marcas, llegando incluso a hacerse presente la banda de música para remarcar aún más el momento. La espada, que tantas tardes había sido su cruz, quedó en buen sitio, necesitando el descabello para atronar al astado. El apéndice, pedido mayoritariamente por los tendidos, fue paseado por el diestro que, aupado por una multitud de toreros que se habían lanzado al ruedo, recibió el homenaje de toda la afición.

No solamente se honraba al matador que tantas veces había sentado cátedra sino al hombre que había hecho realidad el sueño de contar con una institución que protegiera y apoyara a los toreros cuando éstos experimentaban el dolor de la cornada o bien padecían alguna enfermedad. Así rezaba la pancarta que portaban los compañeros que saltaron al redondel para coger en hombros a “Bombita”: “Los socios agradecidos a su Presidente”. Al término del festejo, tanto Ricardo como “Gallito” salieron por la Puerta Grande. Una ingente cantidad de personas siguió al torero hasta su domicilio, situado en la calle San Marcos. Una vez allí, se vio obligado a salir a saludar ante los constantes aplausos y aclamaciones de un nutrido grupo de admiradores.

La felicidad de la que disfrutaba el espada sevillano se vio truncada bruscamente con la muerte, al dar a luz a su hijo Román, de su esposa, María Concepción Regordosa, en junio de 1920, a la que se había unido en matrimonio once meses antes en la finca “Torrejuana” de Montcada i Reixac.

Los profesionales del toreo y la sociedad en general no olvidó, en absoluto, la dedicación y la entrega de “Bombita”, por lo que en 1923 se le concedió la Cruz de Beneficencia.

La historia taurina de Ricardo Torres Reina es, sin duda, la de uno de los matadores claves en el devenir de los años, puesto que conforma, junto a otros grandes Maestros y algunos más que se añadirían posteriormente, el núcleo central de los toreros largos y poderosos, diestros cuyo fin principal era el dominio de cualquier embestida y el estar siempre por encima de las condiciones de los animales.

BIBLIOGRAFÍA.
Cossío, José María de: “Los Toros. Inventario biográfico”. Tomo 20. Editorial Espasa Calpe. Madrid, 2007.
Cossío, José María de: “Los Toros. Crónicas. 1888-1903”. Tomo 24. Editorial Espasa Calpe. Madrid, 2007.
Cossío, José María de: “Los Toros. Crónicas. 1904-1919”. Tomo 25. Editorial Espasa Calpe. Madrid, 2007.

PÁGINAS WEB.
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© Carmen de la Mata Arcos/2016

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